Tu sinvergüenza

4.1K 340 7
                                    

El cantar de las aves despertó a Fancy de su largo letargo dentro del carruaje. La pareja había estado viajando en barco durante un buen rato y el sueño la había consumido por completo.

James no había podido evitar aprovechar la oportunidad y cuando llegaron a su destino bajó a su mujer de la nave como toda una princesa dormida, realizando todos sus movimientos con suavidad para no despertarla. Ahora, Fancy se encontraba perdida en el tiempo y el espacio debido a la bruma que el sueño había dejado en sus ojos.

-¿Dónde estamos, James?-le preguntó al escuchar las golondrinas chillar a lo lejos y vio cómo un sol suave iluminaba las facciones de su marido. Este se acercó con la gracia habitual que lo caracterizaba y le acarició la mejilla.

-Hemos llegado, ma chérie. Estamos en Francia, o más exactamente, en la Riviera Francesa-le explicó con delicadeza y ella abrió los ojos por la sorpresa. La luna de miel había sido un regalo sorpresa de Frederick, por lo tanto, ninguno de los dos sabía su destino hasta que llegaron-¿Quieres que te ayude a bajar?-James le tendió la mano y ella la tomó con confianza, intentando salir del remolino de tela que se había formado con sus faldas sobre el asiento.

-¿Aquí estaremos?-preguntó anonadada por semejante paisaje. Una adorable casa de campo se levantaba sobre la parte oeste, donde el camino comenzaba a dividirse en dos secciones. Una de ellas guiaba hasta la propiedad y la otra hacia una lejana playa llena de arena clara. La brisa cálida y el aroma salobre impactaron contra su rostro adormilado, obligándola a abrir los ojos mejor para disfrutar de todo lo nuevo que estaba observando.

-Si, al parecer a mi hermano le gusta dar esta clase de regalos-explicó James completamente sorprendido por la belleza del lugar-Los criados nos están esperando en la casa más emocionados que un niño en navidad-rió al notar cómo su mujer lo miraba confundida-No quise despertarte, por lo tanto te dejé dormir una hora más-le explicó-Anoche no te dejé dormir lo suficiente-y le susurró travieso, disfrutando como el carmín subía por sus orejas.

Fancy no pudo borrar las imágenes que comenzaron a brotar en su mente sin control. Al parecer, a James le había parecido más que entretenido poder aprovechar los constantes movimientos del barco para torturar su cuerpo durante toda la noche.

Juntos, caminaron hacia la entrada de la casa alegremente amarilla y tuvieron que aguantarse una carcajada cuando vieron cómo un par de criados se escondían entre las ventanas cuando los divisaron cerca.

-Es cierto, están muy emocionados-acotó Fancy con buen humor.

-Al parecer, no viene mucha gente aquí-señaló James mientras golpeaba la puerta con los nudillos.

Apenas fue abierta la misma, una lluvia de pétalos de flores invadió a la pareja y dos pequeñas niñas les dieron la bienvenida a la casa.

-Bienvenue, Monsieur et Madame Greenhill. Es un gusto poder conocerlos al fin-una regordeta criada les sonrió mientras los invitaba a pasar-Ellas son mis hijas, Dauphine y Annette-las pequeñas niñas rubias les dedicaron una dulce reverencia a ambos-Mi familia está más que feliz de poder atenderlos en la propiedad-señaló un grupo de hombres y mujeres vestidos con un uniforme celeste, quienes escuchaban casi sin entender nada de lo que decía la fémina-Yo soy Colette-se presentó educadamente. A Fancy le cayó simpática la dulce mujer de cabellos rubios, que parecía demasiado nerviosa hablando con ellos.

-El placer es nuestro, Colette-contestó James con suma cortesía y Fancy le sonrió a todos los presentes. La mujer se sonrojó y varios jóvenes tuvieron que ocultarse tras una de las paredes.

-¡Oh! Permítame decirle Monsieur Greenhill que su mujer es belle-comentó Colette.

-Merci, Colette-esta vez fue Fancy quien decidió tomar la palabra. Al parecer, las clases de francés que había logrado darle Danielle le estaban sirviendo de algo. La mujer parecía asombrada y le sonrió tímidamente.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora