James apenas podía creer que Fancy estuviera dispuesta a cumplir el reto con el único objetivo de que él no se burlara de su obvia situación. Aquella actitud rebelde y orgullosa lo dejó anonadado y no pudo evitar sonreír cuando vio el semblante congelado de la joven al decirle en lo que consistía.
Es muy evidente, nunca ha besado a nadie... se burló en su mente mientras observaba el rubor que se extendía hasta la punta de sus blancas orejas. Era mega conocido que Fancy Dulcasse no había podido conseguir ni una mísera propuesta de matrimonio desde que debutó en sociedad a sus 16 años. James se preguntó si la verdadera razón de eso eran las disposiciones secretas de su abuela, que la movían como una marioneta esperando al regreso de Frederick para engatusarlo. De no ser por ello no podría comprender el por qué ningún hombre la hubiese desposado ya. Era cierto que era muy delgada y alta, pero no le parecía un asunto repugnante en lo absoluto, tenía una delicada piel de porcelana, enormes ojos cafés y unos labios tan carnosos que le provocaban intensas ganas de morderlos. Esa mujer desequilibraba su cuerpo como una veleta a merced del viento y con el mero hecho de estar junto a ella sentía ganas de tirarla al piso y volverse todo un salvaje.
Quizás su mojigato estilo de vida me llamó la atención reflexionó por un segundo.
Él, quien había vivido toda clase de placeres y se había entregado a esos sin medida ¿podría ahora estar atraído por una sosa solterona?. Apenas quería pensar demasiado en ello, conociéndose a sí mismo, pronto se aburriría de ella y la dejaría para darle caza a alguna otra que le llamara la atención.
Se acercó a ella con el semblante risueño disfrutando de cómo el cuerpo de Fancy se tensaba y los huesos de su clavícula sobresalían por el esfuerzo que tenía que hacer para no alejarse más de él. Tenía los ojos cerrados, los labios y el ceño fruncido y los puños blancos por la fuerza que contenían. Se asemejaba a una oveja aterrada ante su inminente muerte a manos un lobo hambriento.
-Si tanto miedo me tiene y pone esa cara, este juego no tendrá gracia-se quejó cuando le tocó la barbilla y ella se apartó como acto reflejo-Mejor dejemoslo así...-su voz estaba teñida de actuado desinterés y Fancy abrió los ojos de par en par. Él comenzó a moverse hacia el otro lado del carruaje, para demostrarle que había perdido el reto apenas empezar y ella soltó un suspiro de desesperación.
-¿Eso quiere decir que retirará su acusación?-el alivio que reflejaba Fancy lo molestó, quería decir que rogaba no besarlo en realidad y además permanecer con su orgullo intacto.
-¡Pues claro que no! Las reglas fueron claras...un beso por un deseo y una disculpa, si no es así, no me retractaré de lo que le dije-se burló de ella juguetonamente y esta volvió a enfurecerse. Pudo oír el carraspeo de sus dientes y ver su cara contraída por el esfuerzo, esto lo tentó a seguir probandola-Me dejó muy claras las cosas, señorita Dulcasse. Usted jamás ha besado a un hombre, apenas se a acercado a uno-tiró sus últimas palabras al viento y se volvió a ver la ventana con desinterés. Le molestaba burlarse tanto de ella, pero algo dentro de él dolía porque no había podido besarla.
Mientras apreciaba el cambio de entorno a las afueras de Mayfair, denotando que pronto llegarían a su destino, sintió que unas manos intentaban colgarse de las solapas de su abrigo. Del susto volteó su rostro y Fancy impactó sus labios contra los de él tan fuerte que por un segundo no pudo ni saber qué estaba sucediendo. La mujer mantenía su boca cerrada sobre la suya y los ojos bien cerrados, pero todo aquello le pareció tan encantador que decidió ayudarla.
-Relájese-le susurró-Así...-le tomó de la pequeña cintura para acercarla más a él y sintió cómo su cuerpo comenzaba a vibrar ante el cálido contacto-Ahora afloje los labios-le indicó tocando con su dedo índice el labio inferior de ella. Ahora el beso se había convertido en una verdadera caricia, Fancy se había entregado a las órdenes de James con facilidad y este tomó la iniciativa tan rápido como el resplandor de un rayo. Sus besos eran rápidos pero iban invadiendo cada vez y más profundamente su boca, haciendo que se mareara.
Fancy se encontró a sí misma yaciendo debajo de él en el asiento del carruaje y tomándole la nuca fuertemente. Dentro de sus expectativas, jamás se había imaginado que un beso pudiera tratarse de algo tan embriagador como aquello. En sus diluidas imaginaciones sobre el matrimonio, apenas se había centrado en pensar en aquellas acciones y menos aún, considerar en disfrutarlas. Los únicos besos que había visto eran los que se propiciaban sus tíos, fríos como si ambos lo hicieran contra una pared de granito y menos aún había experienciado uno.
El peso de James sobre ella le resultaba demasiado estimulante y comenzó a demandar caricias en lugares poco propios. Él la devoraba lentamente y sus manos tan cálidas como llamas tocaban los contornos de su cintura transmitiéndole un temblor incitante. Sus respiraciones se comenzaron a fundir y apenas podían parar aquel frenesí para tomar aire, el calor era tan intenso que deseaba desnudarse allí mismo, ignorando todo atisbo de conciencia que le gritaba que parara con aquello. James comenzó a descender por su cuello y su barba incipiente le hizo cosquillas, mientras que ella con sus manos intentaba sacarle el abrigo para sentir con sus dedos su amplia espalda.
Fancy comenzó a gemir cuando trazó besos en su clavícula y cuello, tirando de su piel delicadamente. Eso sirvió para alentar aún más a James, quien ahora había comenzado a desatar la parte delantera de su vestido con su mano libre. La pequeñita luz de su conciencia gritaba a sabiendas que si seguían avanzando todo se arruinaría, pero sus instintos animales lo habían cegado ya casi por completo.
La puerta del coche sonó con impaciencia, casi como si fuera a ser tirada abajo.
-¡Señor! ¿Está todo bien? Hemos llegado a su destino hace diez minutos y no me contesta-chilló el lacayo asustado. James emitió un ronco quejido, pero no se despegó de ella.
-¡Acabas de despertar a la señorita Dulcasse con tus gritos!-mintió descaradamente para evitar que descubriera la situación en la que se encontraban. El lacayo se tomó su tiempo para responder,dado al miedo que le generó el tono de su amo.
-¡Lo lamento tanto, señor! Esperaré en silencio-y con esa frase terminó su interrupción.
James se volvió a Fancy, quien ahora tenía un semblante culpable pero aún adormilado por el placer. Sus oscuros ojos se alzaron sobre los suyos, totalmente serios y su mano comenzó a alejarlo de ella.
-No he sentido nada...como era de esperarse-su voz era espesa como el alquitrán, la mentira le estaba comprimiendo las entrañas pero no podía dejar que James ganara.
James se sintió molesto por aquel comentario, su rostro parecía totalmente convincente y experimentó vergüenza al haber sido él quien sí había disfrutado y caído en la trampa, su propia trampa. Había sentido más que en toda su vida, una excitación sin igual y una pasión que le provocaba escalofríos había desbordado dentro suyo. Pero también se rió, alucinado del control de Fancy, quien había sido una competidora formidable-¿De qué se ríe?-le remarcó con una de sus cejas oscuras arqueada mientras se ataba el flojo vestido.
-De nada...Ha sido una maravillosa contrincante y ha ganado, como predije-James se tragó sus propios deseos y le dio el gusto de reconocerla como ganadora-Me disculparé como prometí y tendrá su deseo-Fancy torció la cabeza, pensativa.
-Con su disculpa personal ya me sirve, en cuanto al deseo...no se me ocurre nada en este momento, así que guárdelo para usted.
-Está bien, pero de igual manera le dejaré su deseo para que lo cobre cuando volvamos a vernos-le sonrió expectante mientras abría la puerta.
-No volveremos a vernos, señor Greenhill-declaró al momento que bajaba sus pies del carro-Lo que sucedió dentro del carruaje se quedará allí para siempre y todo esto será olvidado como debe de ser-dijo Fancy monótona.
-Como quiera-le respondió secante y no volvieron a dedicarse la palabra.
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Felicidad de una margarita
RomanceLa señorita Fancy Dulcasse interpreta el papel más difícil de su vida, representando a la solterona más reconocida de la ciudad de Londres. Entre susurros e insinuaciones se entera de que ningún hombre está dispuesto a desposar a una mujer como ella...