James se pasó toda la noche dando vueltas en la cama, reflexionando lo que había acontecido en tan poco tiempo en su vida y como haría para poder encarar la situación de Fancy con templanza y calma, cuando todo lo que refería a ella hacía que se le descontrolara el poco sentido de la decencia que tenía.
Con aquellos sentimientos rondando por su cabeza, se acicalo concienzudamente deseando demostrarle a aquella mujer todo lo que era. Se había pasado toda la mañana encerrado en la oficina con su hermano, discutiendo sobre asuntos que tenían pendientes con respecto a la mansión en Hampshire.
Frederick se quedó completamente helado al encontrar a su hermano menor en su asiento en la iluminada habitación mientras firmaba y leía documentos. James apenas había notado que el duque estaba en la puerta algo sorprendido por su presencia en la oficina, asunto el cual nunca había sucedido y menos por voluntad propia de este.
Pudo ver que el alto hombre tenía los cabellos enmarañados y la camisa a medio colocar, pero parecía más contento que un niño en una juguetería y se echó a carcajear.
-¿De qué te ríes?-Frederick levantó una ceja mientras intentaba sacarse de encima el asombro y se servía café en una pequeña taza que habían predispuesto para él como todas las mañanas.
-Parece que una criatura salvaje te atacó, hermano-James rió con humor mientras el sonrojo subía en el rostro de su interlocutor. Estaba muy claro que su cuñada se había encargado de apaciguar su carácter en la mañana, dado que él sabía que Frederick jamás despertaba de buen humor a menos que fuese por una muy buena causa.
-¿Qué haces aquí tan temprano en la mañana? En mi vida he visto que te despertaras a un horario razonable y menos vestido correctamente y sentado en mi oficina revisando papeles-le dijo con tono socarrón bebiendo el caliente líquido oscuro.
-Eres muy malo para cambiar de tema...pero por respeto a mi querida cuñada, dejaré de lado tu actitud de adolescente enamorado y no indagaré más-James le guiñó el ojo pícaramente y Frederick giró el rostro.
-Ya te pasará a ti y tendré la oportunidad de burlarme también-señaló arbitrariamente y James tuvo que guardar silencio. En realidad ya le estaba sucediendo lo mismo, y al contrario de la creencia popular que le hizo pensar que le desagradaría enamorarse, se encontraba demasiado a gusto con la situación. Frederick lo analizó por unos segundos pero se guardó su juicio para sí mismo.
Como si toda esa charla fuese totalmente vacía y sin sentido, ambos la ignoraron sistemáticamente, continuaron con sus tareas diligentemente y pasaron el resto del día analizando maniobras económicas.
Agotado, James subió hasta su habitación y cayó rendido durante al menos tres horas en su cama. La falta de sueño y los constantes argumentos que debía de esgrimir para defender su punto ante su hermano acerca de la administración de Greywell Park lo habían agotado lo suficiente para hacerlo dormir un buen rato.
Ahora estaba despierto, revitalizado y con muchas ansias de ver a Fancy tal y como un joven desesperado.
Se peinó concienzudamente el cabello y se perfumó, tal y como un pavo real a punto de hacerse presente para un acto de cortejo. En una recóndita parte de su conciencia sabía que quería que lo reconociera, ansiaba su atención y sus miradas, pero le daba demasiada vergüenza y miedo admitirlo en voz alta.
¿Cómo demonios había podido su hermano reconocer sus sentimientos por Danielle a los cuatro vientos? Cada vez que recordaba las actitudes de Frederick antes y durante su cortejo con Danielle, se convencía que éste tendría algún tipo de habilidad mágica para no sentirse nervioso y afirmar sus sentimientos completamente convencido ante cualquier persona que dudara de sus intenciones.
ESTÁS LEYENDO
Felicidad de una margarita
Любовные романыLa señorita Fancy Dulcasse interpreta el papel más difícil de su vida, representando a la solterona más reconocida de la ciudad de Londres. Entre susurros e insinuaciones se entera de que ningún hombre está dispuesto a desposar a una mujer como ella...