Medianoche

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James reconocía que había actuado algo precipitado ante la declaración de Mark Wilson hacia Fancy, pero apenas podía reprimir sus sentimientos y menos aún las ganas que sentía de matar a ese zoquete que se había atrevido a acercarse a ella.

Casi no podía reconocerse a sí mismo, se había convertido en todo un lobo protector que merodeaba su territorio con recelo y apenas quería que alguien se le acercara a la muchacha.

Era muy obvio que la mujer no estaba demasiado interesada en Wilson, su rostro en shock fue tan sincero que le dio un poco de tranquilidad a él, quien estaba casi colérico.

James sospechaba hasta de su cuñada, ya que la misma debía de estar sabiendo algo que él ignoraba y que parecía completar el rompecabezas que aún no podía resolver en su mente. Era extraño que tres hermanas que se suponía vivían bajo el techo de un vizconde hubiesen llegado precipitadamente a la casa de los duques a quedarse.

¿Por cuánto se quedarían?¿Por qué habían decidido acudir a su prima?¿Qué habrá sucedido en Flipsen House para que Fancy hubiese deseado salir corriendo de allí?

Todas esas preguntas seguramente tendrían una simple explicación, pensó para sus adentros mientras observaba el movimiento nervioso del fuego.

Sabía que Fancy vendría pronto a su habitación y debía de reconocer el valor que ella le demostraba día a día. No cualquier mujer se adentraría sola en la recámara de un libertino con su reputación para saciar su curiosidad y menos hubiese atendido al mismo en momentos de enfermedad como los que pasó en los días anteriores.

James era consciente que a ella le quemaba la curiosidad al igual que él y la sed de respuestas les nublaba bastante el juicio a ambos, asunto el cual parecía llevarlos a la cornisa de la decencia.

La puerta hizo un ligero crujido y se abrió para dejar ver la silueta de Fancy llena de una confianza poco común, como si estuviese más que acostumbrada a huir de su recámara en medio de la noche. Aquella actitud hizo que a James le picara la duda, ya que era muy extraño, pero apenas se inmutó y se mantuvo completamente petrificado en frente de la chimenea.

Fancy se quedó pasmada al observar el perfil de James iluminado por el cálido fuego, con la camisa blanca desabotonada en el cuello y las manos metidas en los bolsillos de su pantalón oscuro, el cual realzaba su altura imponente aún más. Ya era un hecho innegable que aquel hombre era tan cautivador que le erizaba la piel, pero él no debía saberlo o muy seguramente se aprovecharía de la debilidad de sus emociones.

Cerró la puerta y se apoyó sobre ella para mantener la distancia entre ambos, temiendo caer en otra trampa nuevamente. El ambiente se sentía asfixiante, como si el calor del fuego se hubiera escapado y estuviese impregnando todo a su alrededor.

Fancy tomó todo el coraje que le quedaba y notando que James apenas movía músculo, le dijo:

-¿Para qué me hiciste venir a estas horas?¿Acaso es por la proposición de Wilson?-el comentario mordaz hizo que James se revolviera en su lugar, sorprendido por sus palabras tan certeras. Fancy se sorprendió ante la sinceridad del hombre, abriendo la boca como un pez y dejando los ojos como platos por un segundo.

-¿Desde cuándo eres así de certera?-James levantó la ceja anonadado por lo que la mujer acababa de lanzarle, tal y como un reto. Fancy se puso a la defensiva, pero sin abandonar su postura pseudo relajada.

-Preferiría que no respondas mis preguntas con más preguntas...-se cruzó de brazos sobre el pecho y vio cómo James contenía la respiración de manera extraña.

-Creo que ya sabes la respuesta...no he sido demasiado claro contigo e intentaré ahora serlo, así que por favor escúchame, pero necesito que me respondas algo antes-el ambiente estaba cargado de nerviosismo, el cuerpo de Fancy temblaba imperceptiblemente y sus mejillas estaban rojas, en cuanto a James, este quería atornillar sus pies al piso para no atacarla como un verdadero salvaje. Su aroma había impregnado su habitación velozmente y su cabeza apenas podía emitir mensajes coherentes, debido a que con cada respiración que deba la joven podía vislumbrar la marca que le había dejado justo al borde del escote, casi invisible a menos que alguien observara demasiado en la dirección correcta.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora