Una pequeña pérdida de temperamento

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-Más te vale que consigas un prometido-la voz de Ferdie Flipsen quebró el silencio de la habitación de Fancy, quien estaba siendo peinada por una criada que Danielle había enviado a Flipsen House especialmente para ella y para sus hermanas. El hombre estaba ceñudo delante de la puerta de madera e hizo que la mujer huyera del miedo hasta el baño fingiendo que buscaba algo . Fancy se le quedó mirando perpleja tras el espejo que le daba algo de protección ante aquellos fríos ojos-Estoy gastando demasiado dinero en mantener tus aventurillas de solterona, apuesto que el esposo de tu prima se cansará de pagarle los caprichos a su mujer y te dejará en la calle...así que te recomiendo que en esta temporada consigas a alguien con quien casarte o terminarás como tu madre-las duras palabras parecían chocar contra el espejo y rebotar en el corazón de Fancy como una onda expansiva. Ferdie se colocó detrás de ella y la giró de su lugar para que lo mirase directamente a los ojos. Tenía amplias ojeras, las arrugas del entrecejo se fundían como profundas zanjas en su frente y se le podía notar la barba de unos días.

Lord Flipsen no era una persona considerada poco agraciada, era alto, su complexión no era demasiado ancha ni delgada y lo peor de todo era que podía fingir ser un encantador caballero. Cuando se lo proponía, obviamente...

Lo que más detestaba de él eran aquellos penetrantes ojos color verde oliva oscuro, que se asemejaban a un denso pantano, y con los que siempre observaba a la gente a su alrededor con desdén, como si le importara un comino todos ellos y fuesen parte de la decoración de la habitación. Sin embargo eran destacables sus dotes actorales, ya que podía convencer a toda persona de que era un humilde vizconde con una feliz familia a la cual apreciaba, valoraba y siempre cuidaba. Usar a la familia como cortina de humo para sus tendencias egoístas y manipulativas era su mejor arma, y servía de maravilla con cualquier noble con pocas neuronas.

Fancy y sus hermanas sabían que Ferdie era todo un aprovechador e hipócrita, éste jamás había dudado en usar hasta a sus propios amigos para llegar a sus metas y trataba de peones a todos a su alrededor, incluyendo esposa, hijos y en este caso, sobrinas.

Al igual que su madre, Griselda...

-Mira...-el hombre se sentó en el borde de la cama fingiendo estar calmado, pero ella podía ver cómo sus manos se apretaban hasta dejar los nudillos blancos. Era claro que él estaba tratando de convencerla con dulzura, cualidad la cual no existía en su persona, y a menos que pensara que era inepta o idiota, Fancy no iba a caer tan fácil en sus cálidas palabras-Debes hacer un esfuerzo por conquistar a algún caballero con dinero, sé que el plan de tu abuela no salió para nada bien, pero ahora tienes el apoyo de la duquesa de...Western-pudo notar algo de mofa al nombrar a su segunda sobrina de ese modo-Que supongo, te servirá de algo.

-La prima Danielle me apoya, dice que con su entrenamiento podré conseguir a alguien, te lo aseguro, tío-le contestó intentando convencerlo, pero incluso ella sentía todo lo contrario. Muy en lo profundo de su ser se reconocía incapaz de atraer hasta a una lombriz, por más que Danielle la cubriera de joyas y clases de modales, seguiría siendo una lagartija sin dotes de nada. Ferdie se levantó bruscamente y se revolvió el pelo oscuro, el cual estaba comenzando a ser decorado con algunas vetas plateadas.

-Espero que así sea-refunfuñó y salió de la habitación sin siquiera cerrar la puerta.

Otra persona a la que le harían falta clases de modales...se quejó para sus adentros.

Fancy suspiró y dejó salir todo el aire que estaba conteniendo por la presión que sentía al tener a su tío tan cerca y sin ninguna protección. Su mal genio podría haberle generado un momento complicado, como en el pasado cuando la tiró al suelo justificando que le estorbaba en su camino hacia la puerta, o como en las cenas cuando de más joven le tironeaba las muñecas si reía demasiado alto para su gusto o cuando se encontraba en las mañanas con ella y le gritaba un buen rato porque justo ese día tenía ganas de descargarse con alguien. Esta vez se había contenido demasiado, y eso le daba aún más miedo.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora