Tal y como lo esperaba, James encontró que Flipsen House era un lugar completamente desagradable. La casa se encontraba a las afueras de Mayfair, donde las construcciones comenzaban a flaquear por los años y por el poco dinero que ocupaba los bolsillos de los anticuados nobles. No era una sorpresa que la aristocracia perdiera cada vez más y más su poder, siendo los mismos obligados a dejar sus propiedades céntricas y se establecieran de mala gana en los barrios más alejados de Londres.
Husmeando por la ventanilla del carruaje familiar pudo observar cómo un camino de grava llevaba a la entrada de la casa, la cual poseía una imponente pero desgastada puerta de madera. Las paredes estaban manchadas con moho y tierra, las ventanas parecían no haber visto la limpieza en décadas y ni hablar del suelo de la entrada, el cual recuperaba las hojas perdidas del otoño pasado en las esquinas.
Un extraño hormigueo lo visitó cuando fueron invitados a pasar por un agrio sirviente quien parecía estar molesto por tener que guardar la compostura ante los invitados. Era como si hasta el aire cambiase al entrar a la propiedad, como si bajara la temperatura unos diez grados, incluso si se tenía en cuenta que afuera el ambiente era invernal.
Tomó la mano de Fancy, la cual estaba congelada por la seda del guante que apenas dejaba que le transmitiera calor y la miró intentando reconfortarla, ya que podía ver que ella estaba demasiado tensa.
La puerta de una habitación se abrió estrepitosamente y pudo sentir que ella le apretaba fuertemente la mano por consecuencia del susto que le provocó el ruido.
Lord Flipsen, o más bien, el famoso tío Ferdie, entró a la habitación con un teatral saludo como si fuese todo un actor. Vestía un exagerado atuendo de color azul claro, con lustrosos zapatos negros y una corbata a tono. Todavía poseía un denso cabello veteado por algunas canas y su sonrisa artificial estaba acompañada por un grueso cigarro que despedía un denso humo. Era muy obvio que había estado bebiendo por la falta de equilibrio que presentaba al querer mantenerse con los brazos abiertos ante ellos, a pesar de que fueran las once de la mañana.
-¡Mi querida sobrina!-emitió a través del cigarro-Por fin has conseguido un marido. Estoy muy orgulloso-le guiñó el ojo y ella desvió la mirada avergonzada. Era como si estuviese queriendo sugerir que gracias a su "grandiosa idea" la cual fue una amenaza en toda regla, hubiese conseguido lo que por años había estado buscando y por lo tanto debía de estarle agradecida por tal acción.
-Si, claro...-emitió entre dientes y el hombre levantó las cejas suspicaz, pero no rebatió su comentario.
-Nos volvemos a encontrar, James-Ferdie se acercó a él como si lo conociera de toda la vida, ignorando que Fancy se había alejado al menos cinco pasos en cuanto él tomó el ímpetu para acercarse, como si le escapara a un lobo feroz. James se dio cuenta del miedo que despertaba en su prometida aquel espécimen y sintió el más profundo asco hacia este.
-Es un placer, Lord Flipsen. Espero que podamos acordar algunos puntos sobre mi compromiso con su sobrina en otro lado...-explicó James, de modo que Ferdie se entretuviera con otra cosa que no fuera torturar emocionalmente a Fancy.
-Estoy casi seguro que Fancy te aclaró el tema de la dote...-los castaños ojos de Ferdie se oscurecieron y James afirmó con la cabeza, intentando demostrar seguridad y compostura.
-No es por eso que vine a hablar a Flipsen House, milord-con paciencia contestó, queriendo ser cuidadoso para no despertar su "volátil" temperamento. Fancy estaba en un costado apreciando la charla con ojos críticos, temiendo que su tío tuviese algo bajo la manga. Ferdie se volteó hacia ella y la miró con desdén, tal y como solía hacerle su abuela cuando algo no le agradaba lo suficiente. Luego de esto, invitó a James a pasar a su oficina para hablar con más privacidad, dejando que ella vagara por la casa a voluntad hasta que todo terminara.
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Felicidad de una margarita
RomanceLa señorita Fancy Dulcasse interpreta el papel más difícil de su vida, representando a la solterona más reconocida de la ciudad de Londres. Entre susurros e insinuaciones se entera de que ningún hombre está dispuesto a desposar a una mujer como ella...