Un nuevo camino

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El débil sol que caracterizaba al húmedo y brumoso Londres hizo que Fancy recordara con cierta melancolía los soleados días que había pasado junto con James en Francia.

En la riviera el clima era cálido y acogedor, sin rastro del hollín de la ciudad y los sonidos de las gastadas calles que eran golpeteadas por los cascos de los caballos del carruaje eran reemplazados por olas, aves marítimas y el jugueteo de la espuma blanca bajo sus pies.

Por un segundo quiso volver a estar en ese pequeño paraíso en el cual había conseguido seguridad, comodidad y alegría. No es que se sintiera infeliz, al contrario, estaba muy contenta siendo sostenida por el abrazo de James, quien la sujetaba con cariño entre sus brazos, cubriendo sus cuerpos con una manta para calmar el frío que se colaba entre los espacios de las ventanas, pero volver a Londres le causaba cierta inseguridad y molestia .

-¿No podíamos quedarnos un poco más?-murmuró en voz baja ella, mientras se ocultaba entre los pliegues del chaleco de su marido. James se rió un poco, enternecido por su actitud.

-Sabes que no podíamos quedarnos una eternidad allí, tus hermanas te necesitan aquí en Londres-le dijo al oído logrando que un suave sonrojo apareciera entre los bordes de su oreja. Fancy se sintió culpable por pensar tanto en sus propios deseos que se había olvidado de sus dos hermanas, pero al parecer él se dio cuenta del rumbo que habían comenzado a tener sus pensamientos-Ma chérie, podemos volver a Francia cuando lo desees...-le señaló mientras disfrutaba de la textura del suave cabello castaño entre sus dedos-Estoy seguro que a tus hermanas les encantará la riviera-Fancy se levantó ligeramente para poder mirarlo a los ojos.

-Sabes que quiero que consigan un buen matrimonio, James -le explicó con la voz temblorosa, ya que todo aquello le causaba una ansiedad terrible.

-Pueden conseguir un buen partido allí-los ojos verdes de James se posaron sonrientes sobre los lúgubres castaños de ella.

-No puedo obligarlas también a mudarse de país, Garnet puede ser buena en los idiomas pero Laurie sería una causa perdida-tuvo que taparse la cara al imaginarse a su hermana saltando de un lado a otro como toda una campesina sin comprender ni una palabra de los lugareños. James tuvo que contener la risa y las ganas de demostrarle a su mujer que estaba bastante errada en su concepto sobre la más pequeña, pero decidió guardar silencio para no colaborar a aumentar su nerviosismo.

-Está bien, entonces vamos a conseguirles marido a ambas y luego nos iremos a la riviera a disfrutarnos el uno del otro-la entonación que utilizó al decir las últimas palabras logró que a ella se erizara el vello de la nuca por la expectación. Recordó el placer de ver a su marido jugando con las olas que tocaban la fina arena blanca de la playa cercana a la casita, cómo el sol iluminaba hermosamente sus cabellos claros y sonrojaba sus mejillas. En secreto, Fancy estaba muy agradecida de que éste hubiese permanecido bajo los rayos solares por un tiempo prolongado, debido a que ahora lucía un rico bronceado que hacía que sus penetrantes ojos verdes destacaran y su atractivo se elevaba aún más. Tuvo que cubrirse la cara con las manos para poder ocultar la sonrisa que había aparecido en su rostro, pero él no la dejó libre por mucho tiempo y se acercó gustoso-¿Qué sucede ma chérie?¿Comenzaste a pensar cosas indecentes?-le dijo mordisqueando los bordes de sus muñecas.

Era de esperarse que al pasar tanto tiempo con él, ella se hubiera habituado a pensar cosas que antes podrían haberla hecho sacar humo de las orejas-Luces tentada con la idea de tenerme solo para ti-los dedos de James se aventuraron por el escote del vestido, sacando suaves suspiros en ella.

En su interior, Fancy comenzó a sentir la inseguridad que la invadía lentamente por aquellas palabras. Le costaba despedirse de los tiernos momentos que había compartido con James, ya que en su mente reconocía que una vez que llegaran a la ciudad la atención de él se volcaría en otras tareas. Se había acostumbrado con suma facilidad a tener todas sus miradas, sus diálogos y ahora el sombrío miedo se abría paso en ella a una velocidad aterradora.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora