Acuerdos

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Danielle tenía la oreja apoyada sobre la puerta de la habitación donde James y Fancy habían entrado, mientras sostenía un vaso de vidrio para poder escuchar mejor a través de la madera.

Habían pasado sólo diez minutos, pero ella permanecía ansiosa debido a que conocía los planes de James (o al menos la mayoría) y tenía muchos nervios debido a la posible reacción de Fancy. Su prima se había mostrado algo reacia a él en varias ocasiones, pero ella sentía que en realidad esto era una pequeña farsa para ocultar sus verdaderos sentimientos. Lamentablemente no contaba con toda la información y no tenía idea de lo que ocurriría con la proposición de su cuñado, haciendo que le doliera el estómago por el estrés.

-Danielle ¿qué haces?-una dulce voz le acarició el oído y ella tuvo que guardarse un grito en su garganta, casi perdiendo al vaso de cristal en el piso, el cual logró rebotar en su falda hasta la alfombra sin generar un estruendo. Se volteó rápidamente, intentando ocultar el elemento que indicaba claramente su fechoría y encontró que Frederick la miraba risueño.

-¡Nada! ¡Sólo pasaba por aquí y...-quiso defenderse ante el escrutinio de los turquesas ojos de su marido, quien iba acercando su cuerpo más y más al de ella, haciendo que el aire le faltara al sentir esa encantadora esencia que tanto conocía. Antes de terminar su oración, él le tomó la barbilla con los cálidos dedos y la obligó a mirarlo.

-¿Estabas husmeando la habitación donde James y Fancy entraron?-levantó una ceja y le sonrió traviesamente disfrutando su inocente reacción.

-Claro que no...yo estaba...¡Oye!¿cómo sabes que está Fancy aquí?-se dió cuenta que Frederick sabía algo que ella no le había dicho a nadie, por lo tanto le preguntó demasiado curiosa.

-Sé más cosas de las que tu crees, cariño-le susurró dulcemente en el oído y ella enrojeció violentamente-Pero desgraciadamente no puedo contártelo ahora...debemos volver a la fiesta. A menos que tu no quieras eso y desees montar un lindo escándalo, del cual no me opondría-Frederick le dijo con una grave y sensual voz mientras la presionaba contra la pared, haciendo que ella sintiese su creciente erección a través de las faldas. Danielle apenas respiraba y la urgencia de ser tocada por sus manos se hacía presente en su piel. Era todo un hábito recurrente que Frederick aprovechara los momentos en los cuales se encontraba con la guardia baja y la acorralara en una esquina para hacer de las suyas, sin que ella se encontrara demasiado interesada en lo contrario, pero sabía que sería demasiado para una misma velada que su cuñado se hubiese escapado junto con su prima soltera y los mismos duques también, por lo tanto tuvo que utilizar su arma secreta para frenar un poco los instintos de su marido.

Lo miró sin dudar a los ojos y con habilidad lo tiró de la corbata para alcanzar su rostro y besarlo. Frederick estaba tan sorprendido por su iniciativa que sucumbió a sus labios energéticamente, sin importarle lo que ella hiciera.

Danielle presionó sus pechos sobre el de él, haciendo que Frederick gimiera desesperado por tocarlos y con las manos en su rostro, lo volteó, quedando él sobre la pared y dándole más rango para actuar a ella. Sabía que pronto él caería ante sus demasiado conocidos hábitos y no perdió la oportunidad cuando sus grandes manos subieron hacia su escote mientras lo seguía besando con ardor. Paseó sus manos enguantadas disfrutando de los duros músculos de su espalda hasta que él estuvo a punto de atacar sus pechos, los cuales intentaban escapar por el escote. Era consciente que si él lograba tocarla ya no habría vuelta atrás, por lo tanto, no dudó en apretar sus nalgas a través del pantalón dándole una sorpresa y evitando que sus acciones continuaran.

-¡Hey!-Frederick abrió los ojos de golpe y echó una grave carcajada al aire. Danielle le dió un beso en la mejilla y salió hacia el pasillo riendo por lo bajo, dejando a su marido unos segundos completamente estupefacto por su nueva estrategia evasiva. La mujer pudo escuchar un cierto tintineo e identificó al instante lo que su esposo acababa de hacer. Él sin perder el tiempo y comprendiendo que Danielle estaba decidida en salvar la fiesta, se movió rápidamente y se unió a ella en el camino-Me las pagarás, diablilla-le dijo risueño al mismo tiempo que observaba cómo ella intentaba calmar con las manos sus sonrojadas mejillas.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora