Capítulo 1

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La séptima noche, todo cambió.

Key abrió los ojos enseguida al escuchar el ruido fuera de su tienda. Todos sus sentidos se despertaron, el estilete ya en su mano. Se incorporó con cuidado de no hacer sonido alguno. Su cuerpo se quejó. Sentía como si sus músculos nunca descansarían del todo tras la estadía con el clan Sheru y los rasguños seguían picando como si la sal de mar hubiera calado demasiado profundo en sus cortes para irse del todo.

Se acercó hasta la entrada de la tienda y bajó el cierre para poder observar el oscuro bosque fuera. Se suponía que los Sheru habían puesto a prueba su resistencia física, y los Feza su corazón, pero más que eso, sentía como si alguien estuviera poniendo a prueba su paciencia. No veía bien en la oscuridad, y no había nada como pasar la noche en la naturaleza para recordárselo. Prefería volver a pasar horas sentada al fondo de un acantilado mientras la marea subía y las olas la golpeaban sin piedad.

Con su estilete en una mano y su rastreador en otra, se aventuró al exterior. Había instalado su campamento lo suficientemente dentro para escapar de las zonas habituales. Aokigahara era conocido como el lugar favorito de muchos para suicidarse, y mientras que su prueba consistía en velar de los muertos y pasar el día recorriendo el bosque para informar la ubicación de nuevos cuerpos encontrados, prefería evitar el encontrar vivos con ese destino en mente.

Cerró los ojos centrándose en su entorno. Casi pudo imaginar a Nix detrás de ella, cubriendo su rostro con sus manos mientras le susurraba al oído que se concentrara en lo que deseaba encontrar. Necesitaba dejar de pensar en él, era historia pasada.

Sus pies fueron cuidadosos al avanzar guiada por el sonido, más para evitar tropezarse que hacer ruido. Lo más probable era que fuera otro estudiante buscando su título de agente. Sabía que había otra tienda no muy lejos de la suya, los símbolos de protección pintados sobre la tela delataban que se trataba de otra persona pasando la prueba.

Yurei. Esa era la palabra japonesa para fantasmas, y las personas estaban convencidas que ese bosque estaba infestado de tales. Supersticiones. Key llevaba una semana allí sin haber visto prueba o haber enloquecido como muchos aseguraban que sucedía si te adentrabas demasiado, demasiado tiempo.

Cuando divisó la figura encapuchada, ella ni siquiera se inmutó al seguirlo. Había crecido visitando cada noche el cementerio de Arlington sin encontrar prueba alguna de espíritus, un país diferente no le haría cambiar sus inexistentes creencias. Si se suponía que ese era el modo de poner a prueba su corazón, entonces solo sería un aburrido y largo campamento en invierno.

—Keira Fezaa —ella se detuvo cuando el desconocido la miró sobre su hombro—. Al fin estás aquí, llevo tiempo esperándote. Sígueme, por favor.

—¿Nos conocemos?

—Se podría decir que yo te conozco. Vamos, ven —Key dudó un instante antes de seguirlo—. La luna me ha hablado mucho de ti.

Estaba descalzo, y ella pudo ver su marca de brujo en uno de sus pies. Una estrella de cuatro puntas, atrapada dentro de un círculo. No algo que hubiera visto antes. El peso de su estilete se sentía reconfortante en una mano, no era nada con lo que no pudiera lidiar. Además, luego de tanto tiempo, se sentía bien volver a escuchar a alguien hablando inglés.

—¿Quién eres? —ella lo siguió con dificultad a través del terreno irregular.

—Solo un viejo brujo retirado —él se detuvo un instante para atar una cinta blanca a un árbol antes de continuar—. Puedes llamarme Iwa. Veo el parecido con Aika, entiendo por qué otros piensan lo que piensan. Creo que tienes casi su edad cuando fue ejecutada, tal vez un invierno menos.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora