Capítulo 6

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Nunca le habían gustado los días de evaluación. De niña, le había dicho a su madre que una bruja la había maldito para siempre arruinarlo, y su madre había reído al escucharla antes de decirle que era solo su simple torpeza. De un modo u otro, Addie siempre se las arreglaba para llegar tarde.

El retraso solía ser su primera reprimenda. Luego le seguía el vergonzoso momento en que se subía a la balanza y un examinador tomaba sus medidas, y otro negaba con la cabeza mientras escribía con enfado los números. Le indicarían más horas obligatorias de entrenamiento en la sede. Algunos otros jóvenes agentes incluso serían tan crueles como para reírse a sus espaldas o murmurar que debería dejarle su lugar de agente a alguien más capacitado.

No era como si a Addie le importara, ella no renunciaría por simples cotilleos, pero lo cierto era que cada vez aquel grupo augurando que solo aquellos que se adaptaran a los estándares del agente perfecto deberían tener tal título parecía más fuerte. Y no le gustaba aquello, porque había escuchado historias. Historias del otro lado del charco sobre agentes haciéndoles cosas horribles a otros agentes solo por lucir diferente, sobre jóvenes sufriendo cuestionables accidentes para que otros ocuparan sus lugares, sobre gritos silenciosos y abusos encubiertos.

La reunión final con su directivo era lo peor. Hizo una mueca al escuchar el reporte final sobre la opinión de su brujo a cargo ser leído. No era como si hubiera esperado palabras amables de Nix, no cuando él ciertamente no era así y ese era apenas su segundo informe.

—En toda mi carrera, jamás vi un agente con tan malas calificaciones —Charles parecía realmente sorprendido por el hecho—. En serio. Creo que tienes el récord. ¿Cuántos brujos ya tuviste y no lograste mantener? ¿Cinco?

—Siete —admitió Addie con una mueca.

—Eso definitivamente es un récord —Charles suspiró al bajar los papeles—. Tienes suerte que el actual no haya pedido un cambio de agente, porque tu promedio es de cero.

—Nix es bastante nuevo en esto —se apresuró a decir ella—. Apenas lleva unos meses en este mundo. No creo que sepa del todo cómo funciona el sistema de calificación de agentes. Ni siquiera sabía que existía cuando lo conocí. Él debe haberse confundido.

—Definitivamente el ser humano más insoportable que podría haberme cruzado en este mundo —leyó Charles sobre la hoja y la mueca de Addie solo aumentó cuando se encontró con su mirada.

—Sí, eso suena como algo que diría él. Pero es así con todos. Es decir, lo conoces, has visto cómo trata a cualquier agente o relacionado con la Agencia.

—Sospeché que dirías algo así, por eso le pedí a mis colegas de Washington un favor —Charles sacó un papel de uno de sus cajones—. Aunque extraoficial, el brujo estuvo bajo el cuidado de otra agente antes. La calificó con un promedio de diez.

—No entiendo —admitió Addie y sacudió la cabeza—. Leí todo el caso. Eso no tiene sentido. Sabes que él...

—El pasado no es de nuestra incumbencia, Ada —interrumpió Charles y suspiró—. Esto no puede seguir así. Si no logras conservar a este brujo, temo que no quedará otra que sugerir un cambio de puesto. No pareces adecuada.

—Pero cuido de él. Nadie más quiso. Tiene un carácter horrible. Y no me importa. Lo trato bien y me ocupo que cumpla con sus obligaciones con la Agencia y está sano y bien —dijo ella apresuradamente—. Es un umbrus, y no ha cometido ninguna atrocidad.

—¿Estás prejuzgando a tu brujo solo por la naturaleza de su magia? —preguntó Charles y ella sintió su corazón saltarse un latido ante el malentendido.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora