Capítulo 10

2.4K 521 76
                                    


Aborrecía completamente el traje. Estaba seguro que era alguna especie desconocida de tortura que los humanos habían inventado, aunque ellos parecían bastante cómodos portándolos. No había modo que Nix cediera en aquello. Ada había hecho un berrinche cuando él se había desecho de la corbata tan pronto como ella lo había soltado tras luchar para ponérsela. ¿Qué clase de ser ajustaba un lazo a su cuello esperando no ser ahorcado?

La camisa era otro problema. Nix había estado esposado, más veces de las que le gustaría reconocer. La vida en Ashdown no había sido sencilla, menos siendo uno de los criminales más buscados. La buena circulación de sangre era elemental para un buen desempeño mágico, así que no había dudado en arrancar los botones de los puños y el cuello a pesar de la indignación de Ada. No había modo que él fuera a permitir sentirse sofocado.

No todo había sido tan sencillo. Ella había luchado con garras y dientes para prohibirle traer la bufanda, y aunque Nix había logrado ponerse su chaqueta por encima de la del saco, de todos modos había sido obligado a dejarla en la entrada en lo que los humanos denominaban ropero. En noches así, casi envidiaba el poder de aquellos besados por la luz.

Ada no dejaba de revolotear a su lado, negando tragos en su nombre y aceptando todo bocadillo que le ofrecieran. Nix había tolerado apenas media hora en el piso principal antes de decidir que era suficiente. No le gustaban las multitudes. El tintineo de copas y las incesantes conversaciones hacían zumbar sus oídos de un modo que prefería evitar.

Al menos no era un ambiente confinado. Era una de las pocas cosas positivas que tenía la Agencia en Edinburgh. Su edificio era antiguo, como cualquiera en la parte vieja de la ciudad, la entrada siendo una gran recepción cuyo techo se elevaba hasta lo más alto y desde donde se podían ver los corredores de los otros pisos donde los humanos paseaban y cambiaban de una sala a otra. El piso principal, normalmente lleno de sillones y mesas para que los empleados pudieran sentarse a conversar o trabajar en conjunto, había sido desprovisto de todo mobiliario y lleno con mesas de bocadillos y trabajadores ofreciendo bebidas y porciones en bandejas. La mayoría estaba allí hablando, riendo de anécdotas o intercambiando datos de actualidad.

Nix había preferido retirarse a uno de los pisos superiores. Observó con aburrimiento la fiesta sucediendo debajo. Al menos lucía como una fiesta para ellos. Comida, alcohol, despreocupaciones, qué afortunados eran los humanos sin saberlo. Incluso Ada, con todas sus preocupaciones, era más rica que cualquier otro brujo que no hubiera tenido la suerte de huir de su mundo.

—¿No quieres ir a socializar? —preguntó ella a su lado, portaba un vestido verde demasiado brillante y sus labios pintados de rojo.

—Prefiero ser atacado por ratas a ser su entretenimiento —respondió Nix, Ada frunció sus labios.

—Se supone que demos una buena impresión.

—Acepté venir, y acepté participar de las reuniones a partir de mañana. Nada más que eso.

—No van a estar de tan buen humor cuando las reuniones comiencen como lo están ahora —murmuró Ada con decepción mirando abajo—. Al menos deberíamos saludar.

—Ya lo hemos hecho —dijo Nix.

—Pero delegaciones siguen llegando.

—Hubieran llegado antes.

Ada siempre tenía algo sobre lo que quejarse, lo cual hacía cuestionarse a Nix su elección de palabras al momento de pedirle a la Agencia el agente más insoportable que tuvieran. No había imaginado que cumplirían tan al pie de la letra. A esa altura, incluso Kira parecía una mejor compañía, y él con placer se cortaría un brazo antes de tener que lidiar de nuevo con Kira y el tamaño de su ego.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora