Capítulo 32

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Estaba seguro que los humanos habían inventado sus viajes en avión como uno más de sus múltiples métodos de tortura cotidianos. Nix no podía evitar preguntarse por qué eran tan masoquistas en el fondo. Se había despertado con un horrible dolor de cabeza, alguien bien podría estar metiendo clavos en sus oídos por cómo los sentía y estaba bastante seguro de todavía tener rastros de fiebre.

Había considerado conseguir sangre de alguno de los otros viajeros y huir de esa jaula voladora. De hecho, había llegado a considerar el asesinato cuando Takeo y la chica Taiyo habían discutido a gritos por lo que se había sentido como una interminable eternidad antes que el tercer integrante de su pequeño grupo los separara. Lo que fuera que hubiera enemistado a esos dos, no se resolvería pronto.

Y luego estaba el asunto del antiguo agente, sentado a un lado hablando con Key, ambos con una taza en mano, sonriéndose sin parar. Nix se había despertado solo para encontrar a Key durmiendo en el suelo a su lado, su delicada cabeza apenas apoyada sobre el borde del asiento. Le había lanzado su sweater de regreso sin siquiera saber por qué lo tenía en primer lugar, alertándola con el gesto, antes de decirle que fuera a buscarse un lugar decente para dormir. Ella le había preguntado si estaba bien, él había mentido. No había modo que su actual migraña se considerara como estar bien.

Pero se había desecho de Key, excepto porque ella en vez de estar descansando como debía estaba hablando con el antiguo agente. Este no debería estar allí. No era seguro. Y por algún motivo, Nix no podía dejar de pensar que ella había guardado sentimientos por ese humano meses atrás cuando la había conocido. ¿Seguiría teniéndolos? Él era una amenaza, y ella una tonta si no podía verlo.

—Ah, hay una palabra para eso, hermanito —comentó Wess a su lado.

—No estoy de humor para conversar contigo —respondió Nix antes de beber de su propia taza de té.

—Tal vez debería haber aprovechado hace unas horas cuando la fiebre te tenía diciendo todo tipo de cosas bonitas. Quizás entonces nos hubiéramos divertido juntos.

—Mientes.

—Oh no, deberías haberte oído —Wess sonrió con diversión—. Casi sonabas como papá.

—¿Criticando a la autoridad y mintiendo a cada palabra? —preguntó Nix.

—Le dijiste a la agente que tenía tu corazón —respondió ella, él se ahogó con su té—. Aunque admito que su reacción no fue lo que esperaba. Tal vez no sea del tipo romántica.

Miró a Key sobre su hombro, no podía haber sido tan tonto de decir algo así. Su hermana estaba mintiendo, o lo que fuera que los humanos le hubieran dado en serio lo había tenido delirando, porque no había modo que él hubiera dicho algo así. No a Key, no a ella. Y lo peor era que había algo que le preocupaba mucho más que el terrible error que podría haber cometido.

—Mientes —repitió Nix.

—No ganaría nada con ello.

—¿Y qué respondió?

—Que no lo quería —admitió Wess—. Quizás no era su intención sonar del modo en que lo hizo. Los humanos son extraños, incluso para mí.

No, solo que Keira ya tenía su corazón demasiado comprometido con su deber, y tal vez él se había equivocado al considerar que su otra mano estaría vacía. Había sido igual la vez pasada, el antiguo agente había aparecido y ella se había olvidado por completo de cualquier otro. Y volvió a sentir el mismo indeseado dolor en medio del pecho que había sentido en Washington, incluso cuando las kenkas deberían ahorrarle cualquier malestar.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora