Capítulo 26

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No había sido tan terrible como Key había imaginado. Takeo no le había dicho nada al respecto, Rai se había ahorrado cualquier comentario y Benji solo le había mencionado que le había guardado una porción de ramen. Key odiaba el ramen. Regresar al hotel a pasar la noche había sido la parte fácil, tener que enfrentar su tablero de investigación no tanto. Sentía como si no hubiera avanzado nada desde que había llegado de Tokyo, o quizás fuera porque su mente estaba distraída con otro asunto.

Pasó todo el sábado de pie frente a su tablero, intentando llegar a alguna parte sin lograrlo. Por cada paso que daba, tan solo se sentía más acorralada por el enemigo. ¿Cómo luchar contra alguien que con una simple palabra podría poner a cualquiera en su contra? ¿Cómo lograr que le creyeran cuando la influencia del otro era tan fuerte y solo se reforzaba con cada cosa que ella dijera?

—Nos vamos en media hora —comentó Takeo apoyándose contra la puerta de su habitación.

Lo último que Key deseaba hacer era ir a una fiesta en ese momento, pero no le dejaría al enemigo creer que la había vencido. No le preguntó a su primo por la milagrosa curación de su hombro, del mismo modo que él no dijo nada respecto a que ella tuviera todas sus heridas al descubierto, el vestido negro que había escogido mostrando toda su espalda para que vieran la marca que le habían hecho.

—¿Y bien? —preguntó Takeo.

—Umbrus y nigromante —admitió.

—Solo denunciaste a uno —respondió él, ella guardó silencio—. Deberías haber denunciado a ambos.

—Necesito tu ayuda para encargarme de ellos mañana. ¿Puedes conseguir gasolina? ¿Y enfrentar magia oscura?

—¿Quiero saber por qué te saltaste el protocolo?

—No soy la única de esta familia que se saltea protocolos —dijo ella.

—Los demás saben dónde estuviste —respondió Takeo—. Sospechan de cuál sea el tipo de relación que tienes con el brujo.

—Quédate tranquilo, no hay nada que sospechar allí —Key suspiró—. En Washington, le pedí que viniera conmigo a Japón. Le ofrecí ser su agente. Y me rechazó.

—Ya te expliqué por qué —dijo Takeo, Key sacudió su cabeza.

—Se lo volví a pedir ayer, y la respuesta fue la misma.

—Dale tiempo.

—No necesito tener mucha imaginación para saber lo que la Agencia está haciendo con su tipo. Y es solo cuestión de tiempo para que vayan por él también —dijo Key—. No puedo protegerlo si no me lo permite.

—¿Y tú permites que te proteja? —ella no respondió, Takeo terminó por cerrar la puerta para que nadie más oyera—. Es un brujo. Pueden parecer muy similares a nosotros, pero en algunas cosas no podrían ser más opuestos. Ten eso en mente. Nosotros conocemos su historia, no cómo se sintió vivirla. No estuviste allí cuando su mundo se desmoronó, ni cuando empezaron a matarse entre ellos por una guerra civil, mucho menos el horror y la miseria que siguió después, como para creer entender lo que se siente ser uno de ellos. Están acostumbrados a perder cosas, a sufrir. Entonces entenderás por qué, a diferencia de nosotros, son tan reacios a entregar sus corazones. Eso no significa que no sientan. Pero tienen tan arraigada en sus mentes la pérdida, que se volvió un acto reflejo evitar cualquier cosa que pueda dañarlos si se les es arrebatada.

—Dice que le estoy pidiendo mucho, muy rápido —confesó Key.

—¿Hace cuánto cruzó? —preguntó Takeo—. Vamos, no lograrás convencerme de que no lo hizo de un modo ilegal.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora