Capítulo 15

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Key se estremeció al coger otra manta para envolverse. Jamás lo hubiera imaginado, pero la hipotermia era por mucho más horrible que tener fiebre. Y la frustración laboral estaba sacando lo peor de su humor. Había faltado los dos últimos días de reuniones, no porque no pudiera levantarse de la cama, aunque ese estaba resultando ser el peor resfrío del mundo, sino porque si en serio estaba enferma, entonces no podía arriesgarse a contagiar a Nix. Algo tan sencillo como estornudar cerca de un brujo podía dejar al otro al borde de la muerte.

Así que permaneció en el hotel, para su absoluto aburrimiento y odio. Estaba segura que estar encerrada en una celda sería más entretenido. Takeo no había estado nada contento del estado en que ella había regresado tras su excursión al cementerio, y llamaba religiosamente a cada hora para asegurarse que ella no hubiera abandonado su dormitorio, ni salteado sus comidas, y recordarle los beneficios del ibuprofeno para las migrañas.

Key solo podía pasar horas sentada en el suelo, observando su improvisado mural de investigación. No había quedado tan bien como ella hubiera deseado, pero sus articulaciones dolían como para llegar muy arriba. Había colgado las fotografías de las víctimas, anotado toda la información que el clan Feza había sido capaz de proporcionarle, incluso copiado las palabras de Iwa.

Nada tenía sentido. El clan consideraba que la enfermedad era contagiosa, y a la vez no, los casos contradiciéndose entre sí. No había ningún síntoma hasta que era demasiado tarde, al menos ningún síntoma que los humanos reconocieran. ¿Entonces qué era lo que tenían en común todas las víctimas? Ningún patrón evidente a simple vista. De todo tipo y edades, ambos sexos, niños y ancianos por igual, jóvenes prometedores y adultos ejemplares.

Y luego estaba el asunto de Iwa. Key había intentado sin descanso darle sentido a sus palabras. De algún modo ahora Kira gobernaba Ashdown, lo entendía. Y quería invadir su mundo supuestamente, necesitando un mejor lugar para su tipo y sin aceptar tal cosa como compartir. Eso también lo entendía. Pero el resto. Los guerreros ausentes para defender, su sentido fallando, las pesadillas... Debería haber presionado por respuestas más claras.

Suspiró ante el recuerdo de esa tarde. No debería haber involucrado a Nix. Dudaba que al brujo le hubieran caído bien las palabras que Iwa le había dedicado. Y ella casi había dado por terminado el asunto tan pronto como el otro brujo lo había insultado por su naturaleza. También estaba el asunto del casi beso, un recuerdo que ella intentaba en vano olvidarse. Había tenido sangre en sus labios. Nix siempre había sido del tipo de coger lo que deseaba, cuando lo deseaba, y ella era consciente del valor de su sangre.

Takeo regresó pasadas las cinco como cada tarde. Llamó a la puerta y entró en su dormitorio para chequearla como si fuera su hermano mayor. A veces Key no podía evitar preguntarse si ella se comportaba del mismo modo con Anton y Pip. Él se paró a su lado para observar el mural también, guardando silencio por unos eternos segundos.

—El brujo ha preguntado por ti —dijo finalmente.

—Su nombre es Nix —respondió Key.

—Me sorprendió que lo hiciera. Le dije que preferiste quedarte en la habitación, tenías cosas que hacer.

—¿Y?

—No lo ha comprado —dijo Takeo y Key suspiró.

—Es un buen detector de mentiras.

—Eso parece. ¿Cómo te sientes?

—Pasé un mes meditando al pie de un acantilado en medio del mar, y otro acampando en un bosque con temperaturas bajo cero. ¿Cómo crees que me siento? —preguntó ella.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora