Capítulo 19

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Algunos días simplemente extrañaba a sus padres. Era algo difícil de explicar para quienes tenían la suerte de jamás haber perdido uno, menos a ambos. Debería estar acostumbrada luego de tantos años sin ellos, y lo estaba. Pensaba en ellos solo como recuerdos, simples ocurrencia de que a su madre le hubiera gustado tal cosa o su padre hubiera dicho tal otra. Algunos días incluso ni siquiera pensaría en ellos, y luego sentiría culpa como si olvidarlos fuera traicionarlos.

Pero a veces, sin previo aviso, sin explicación alguna, simplemente los extrañaba, de un modo tan intenso y desesperado que su cuerpo entero dolía. Esa mañana hubiera dado cualquier cosa por un abrazo de su madre, o un beso en la frente de su padre. Y tal vez lo que más le aterraba era cómo el paso del tiempo desgastaba sus recuerdos. No podía recordar exactamente cómo olía su madre por las mañanas, o cómo se sentían los dedos de su padre al acariciar su cabello.

Permaneció de rodillas en su dormitorio, la cabeza gacha debajo de la fotografía que tenía de ellos. Les suplicó que no se llevaran sus recuerdos, porque Key jamás se perdonaba por cada detalle que olvidaba. Había sido muy pequeña e inocente entonces como para creer que no había necesidad de memorizar en detalle cada instante con ellos, ahora solo podía pensar que debería haber tomado más fotografías, grabado más videos, escrito más días.

Sus padres le hubieran creído. Cuando todos la hubieran cuestionado sin piedad, ellos le hubieran dicho que investigara más y llegara la fondo del asunto. Ellos sabrían qué hacer. Su madre hubiera encontrado enseguida a cualquier traidor dentro de la Agencia, fuera a voluntad o no, y su padre hubiera deducido un modo de protegerse de la influencia de aquellos besados por la luz.

Levantó la cabeza con atención al escuchar un fuerte ruido de cristales rompiéndose. Chequeó la hora en su móvil y se puso de pie al saber que aquello solo podía significar una cosa. Escuchó los gritos de Rai incluso antes de llegar a la sala. Hizo una mueca, era demasiado temprano para esforzarse por intentar entender su japonés. De todos modos, no era era difícil imaginar lo que debía estar sucediendo.

La escena que encontró no era lo que esperaba, pero evitó mostrarlo en su rostro. Benji estaba sosteniendo a una Rai furiosa quien agitaba en una mano la sudadera de panda de Takeo y en la otra lo amenazaba con un sai. Key conocía suficiente de armas como para saber que nunca era bueno enfadar a una experta en sai, no cuando en las manos adecuadas el cuchillo era capaz de desarmar a cualquiera.

Takeo se mantenía al otro lado, un plato en mano para defenderse. Había restos de un florero entre ellos. Benji debía haber intervenido a tiempo para evitar que Rai lo asesinara. Key tardó solo unos segundos en comprender, cazando palabras sueltas en las acusaciones de Rai, y entonces miró a su primo sin terminarlo de creerlo. De todas las infracciones posibles...

—La has encontrado —Key sonrió al acercarse y coger la sudadera—. Gracias. Temí haberla perdido entre tantos viajes juntos.

—¿Es tuya? —preguntó Rai sin creerlo.

—No tienes idea de lo abrigada que es durante el invierno —respondió Key.

—Es de hombre —Benji soltó a Rai.

—Ya no estaba disponible el modelo de mujer y en serio me gustaba —ella se encogió de hombros—. Nunca creí en eso de que la ropa tuviera género.

—Mi hermana tiene una igual de mujer —continuó ella.

—¿También la compró por Amazon?

Rai avanzó un paso, Key fue rápida en levantar su estilete para contener su sai. Los metales apenas tintinearon al chocar. No había fuerza alguna allí, solo una simple advertencia. Key le sostuvo la mirada a Rai sin ceder. La joven tenía todo el derecho a estar enfadada, pero no allí, no ahora con todo lo que estaba sucediendo. Y sabía que Rai no le estaba creyendo ni una sola palabra.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora