Capítulo 20

2.5K 498 113
                                    


Extrañaba a Derek como su compañero de patrullaje. Era aburrido hacerlo en solitario, y él siempre había sido mejor que ella con la vigilancia nocturna. De hecho, Derek siempre había sido mejor agente que ella en todo aspecto posible. Key había llegado a admirar la soltura con la que se desenvolvía al tratar con brujos, el modo en que siempre tenía el contacto adecuado para conseguir lo que deseaba, la facilidad con la que actuaba.

De no haber sido por el asunto de las píldoras, ella estaba segura que Derek hubiera sido el clásico chico popular por excelencia, apuesto y hábil como para encantar a todos por igual. Pero desde niño, siempre se habían burlado de él y lo habían aislado del mismo modo que a ella. Y, era algo que le daba culpa de solo pensarlo, pero agradecía que se hubieran encontrado en su destierro.

Pero Derek no estaba allí, y Key solo tenía las gafas que Gia le había dejado como un último regalo tras su muerte para intentar pretender que estaba a la altura. Lo estaba. Tan solo no tenía una buena visión nocturna. Eso no la hacía menos agente sin importar lo que otros pudieran decir al respecto. De todos modos no cambiaba el hecho que fuera aburrido.

Desde su puesto de vigilancia en la azotea de un viejo edificio, podía ver la plaza debajo y la tenebrosa sombra de St Giles's. Una mujer asegurando ser una médium estaba contando historias sobre el canibalismo local a su grupo de tour de fantasmas. Era algo divertido de ver, pequeños grupos correteando entre los callejones en busca de las historias más oscuras que la ciudad escondía. Uno de los tours incluso era dentro de un autobús gigantesco de dos pisos, Key estaba más preocupada por la seguridad de viajar ahí dentro entre calles tan sinuosas y delgadas como las de Edinburgh que por los lugares malditos que aseguraba eran sus paradas.

Tal vez podría hacer alguno en algún momento. Takeo le había mencionado que amaba las películas de terror, y aunque Key no le interesaban en absoluto ningún tipo de película, no podía negar que la industria japonesa era superior en ese género que la estadunidense. ¿Tal vez a él le interesaría si lo invitaba al tour? No debía durar más de una hora, y así podrían engañarse con hacer turismo.

Miró la luna menguante con una mueca, no era más que una delgada línea curva en el cielo. La próxima noche no habría luna en absoluto. Nana siempre la había obligado a quedarse en casa las noches sin luna, solo una superstición más sobre no salir sin la supervisión de Tsukuyomi. Y aunque Key no creía en absoluto que eso fuera un mal augurio, se había acostumbrado a las palabras de Nana al decirle que las noches de luna nueva eran para permanecer dentro recordando y honrando a los muertos.

Solo unos minutos más, y luego una última hora en otro sitio, y podría ir por la cena. Sería demasiado tarde como para encontrar alguna tienda abierta para cocinar luego, pero estaba segura de haber visto un local de ramen al pie de la colina y tanto como Key no toleraba la simple idea de comer ramen, a Nix había parecido gustarle en Washington, y de seguro debían vender algo más que ramen para ella.

Acuclillada en el borde de la azotea, observando desde su posición, solo podía pensar en que debía estar pasando algo por alto. Nix sabía más de lo que estaba dispuesto a reconocer, como siempre. Kira era un misterio que solo parecía más peligroso con cada dato nuevo que averiguaba. Se había equivocado de heredero, lo cual era ridículo porque Anisha había sido una bruja de aire como Pip, un umbrus hubiera tenido más posibilidades de sobrevivir. Aunque tal vez los rumores no eran ciertos, y el rey nunca había tenido un hijo dotado para la magia negra.

Excepto que Nix estuviera mintiendo, lo cual sería habitual.

Se puso de pie y giró al escuchar el ruido detrás de ella, una mano descansando en la empuñadura de su estilete. Nada. Las sombras eran crueles al ocultarle los secretos de la noche. Siempre lo habían sido. Durante los primeros meses tras la muerte de sus padres, Key no le había temido a la oscuridad. Al contrario, se había sentado cada noche en el porche de la casa de Nana, esperando a que los brujos vinieran por ella también. Incluso si estaban muertos, incluso sabiendo que ella misma los había matado y se había asegurado de no dejar nada que pudiera revivir.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora