Capítulo 25

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No quería renunciar a la Agencia. ¿Pero entonces qué otra cosa hacer? Quedarse sería darle una oportunidad al enemigo de aniquilarla, partir sería darle la espalda al único legado que le quedaba de sus padres. Ninguna de las opciones parecía posible. Y no era justo. De estar allí, Nana la hubiera golpeado en la cabeza y dicho que estaba siendo caprichosa. Pero la Agencia era lo único que tenía, lo que siempre había tenido. ¿Qué le quedaba si ya no podía confiar en ella?

De todos modos, no era como si pudiera evitarlo para siempre. Esos días junto a Nix habían estado bien, pero su cuerpo ya se había recuperado lo suficiente como para al menos ser capaz de tratar sus propias heridas, y de coger su estilete de nuevo. No de un modo perfecto, sus dedos todavía estaban demasiado torcidos para eso, pero poder sujetarlo ya era un gran avance. Seito se había hecho un buen trabajo al proteger sus manos luego que ella hubiera perdido el primer dedo.

—No pudo cortar mis dedos, así que quebró los huesos con un cascanueces a ver si así luego podría cortarlos. No sirvió —comentó Key, mirando sus manos y esforzándose por mejorar su agarre del estilete—. Y ahora no están rotos. Seito se tomó en serio el trabajo de que nunca más tuviera problemas con mis manos. Tal vez no era tan malo.

—Era solo un idiota, no un mal sujeto —Nix suspiró junto a la entrada al coger su chaqueta y su bufanda—. Me he quedado sin té, iré a comprar. ¿Quieres alguno en particular?

—El que gustes estará bien —respondió ella.

Le sonrió, y él evitó mirarla como había hecho cada vez desde que le había dicho que pedía mucho, muy rápido. Partió antes que Key pudiera preguntarse si había cometido un error. ¿Qué había de mal en ser honesta respecto a sus sentimientos? Había aprendido desde pequeña que las personas vivían a ritmos distintos, sentían a ritmos distintos también. Cada quien tenía su propio tiempo para lidiar con la pérdida, con el amor era del mismo modo.

Ni siquiera tuvo tiempo para avisarle que se había olvidado a Wessa. Key evitó deliberadamente fijarse en la carta, sentía que la bruja tenía la mirada clavada en ella desde que Nix la había apoyado en un estante tras hablar con ella. Porque había descubierto que Nix hablaba con su hermana al menos una vez al día, en su lengua materna de modo que Key no entendía nada, y sonaban como hermanos para su sorpresa.

—Va a tardar una eternidad —dijo Wessa—. Deberías haberle dicho un té. Kohl no sabe comprar sin saber qué.

—Puede comprar el que guste —respondió Key, Wessa negó con la cabeza.

—No entiendes. Él se guía por su olfato. Necesita saber qué está buscando para poder encontrarlo. Necesita saber qué quiere, de ese modo recuerda dónde está y no tiene que buscarlo. Ahora pasará un buen rato olfateando hasta escoger un té, y tiene una nariz demasiado sensible para eso. Se mareará. No puedes dejarlo estar mucho tiempo en un lugar con muchos aromas o eso lo mareará.

—Entonces que coja el que quiera y listo.

—No puedo creer que vaya a decir esto, pero la otra humana fue más atenta —Wess sostuvo su cabeza con una mano—. Mi hermano no sabe leer. Encuentra las cosas, porque sabe dónde están, y para saber eso necesita primero saber qué busca.

—Eso no es cierto.

Por unos segundos, Key no pudo terminar de procesar esas palabras. Se puso de pie, acercándose hasta el estante para poder enfrentar a Wess. Se sentía como estar siendo regañada por un adulto, incluso cuando la otra joven estaba encerrada dentro de una carta y no era más que una figurilla frustrada por estar explicando lo evidente.

—Lo he visto escribir —dijo Key.

—Con tiza. Sobre un muro. Necesita poder sentir. Kohl lee con sus manos, nuestro idioma y lo que sea que use para sus hechizos —Wess le enseñó sus dedos—. Puede leer, con sus manos. No con sus ojos, ciertamente no tu idioma.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora