Capítulo 28

2.7K 524 237
                                    


No había sido su plan, de hecho Key no había planeado para nada lo que había sucedido ni previsto. Solo podía estar agradecida con Nana por siempre insistirle con que una chica debía cuidarse, fuera con su estilete en su cinturón u otras cosas en su bolso. Tampoco había planeado quedarse recostada hasta tarde con Nix, hablando de cualquier cosa o en el más absoluto de los silencios, porque ambas cosas estaban bien. Y le encantaba el modo en que él siempre tocaba su cabello, o lo despreocupado que siempre parecía, o el toque de sus manos tan distinto al de cualquier otro.

Pero los días de invierno eran cortos, y ella no había tenido opción ante el mensaje de Takeo. Su primo ni siquiera le había preguntado al respecto, simplemente dicho que estuviera lista para una hora, y Key no había dudado. Ella se lo había pedido, y había trabajo por delante. Takeo había aparecido al anochecer, dándole el tiempo de disfrutar una última taza de té con Nix antes.

Le había traído su uniforme. Key ya se había acostumbrado a su chaqueta negra con falda a juego, los kanjis de protección en sus puños y espalda sintiéndose familiares. Quizás, si hubiera tenido puesto eso la noche en que Dune la había atacado, las cosas no hubiera terminado tan mal. No era supersticiosa, pero no podía evitar preguntarse si habría habido una diferencia.

Se había cambiado y prometido a Nix que esta vez sí traería la cena antes de partir con su primo. La noche en Edinburgh era helada, sus botas se hundían en charcos de deshielo, su estilete pesaba en su cinturón. Takeo se mantuvo serio a su lado, una lata de gasolina en mano. Ella no le preguntó de dónde lo había sacado, tampoco qué era lo que planeaba hacer sin arma alguna.

—Tienes que volver a darte todas tus vacunas —dijo él.

Llevaban un buen rato sentados en un tejado, la luna delante oculta por un manto de nubes. La oscuridad era absoluta esa noche. Desde allí podían ver la puerta principal del W-Spot, cada brujo o agente que entrara y saliera. El pequeño establecimiento siempre se había encontrado en medio de una corte, rodeado de sinuosos y delgados callejones por los que cualquiera podía escabullirse sin riesgo de ser seguido.

—¿Por qué? —preguntó ella—. Mis dosis están al día.

—¿Y me dirás que todas estas noches que pasaste fuera solo te quedaste a dormir en lo del brujo? —preguntó Takeo y Key evitó mirarlo al sentir sus mejillas arder—. Tu rostro es demasiado evidente, prima. Tienes que volver a darte todas tus vacunas, incluso las que no tienes ni parecen necesarias. Tienes que cuidarte más de ahora en adelante, porque lo puedes matar de un resfriado y ya hemos comprobado que el riesgo es en ambos sentidos. Tienes que hacerte un chequeo médico completo. Si esto va a continuar...

—Dijo que vendría a Japón conmigo —murmuró Key.

—Entonces tienes que hacer al menos un chequeo semanal. Para cuidarte, y para cuidarlo a él —continuó Takeo—. Y a la mínima sospecha que tengas de estar siquiera incubando algo...

—Lo sé. Distancia —respondió Key—. No creas que no lo sé. Un simple estornudo cerca podría dejarlo agonizando. Tampoco creas que no sé que debe haber un modo de hacerlo funcionar.

—Cruzó hace poco. Cuanto más tiempo esté en nuestro mundo, más anticuerpos desarrollará contra nuestras enfermedades. Pero mientras tanto, debes ser lo más cuidadosa posible.

—¿Y qué excusa le daremos al médico? —preguntó ella.

—Estuviste enferma hace unos días. ¿No? Solo controles para comprobar que no resurja —dijo Takeo con calma.

—Lo estuviste pensando.

—Dijiste que si Tsukuyomi no quisiera que tuviéramos estos sentimientos, entonces no nos haría sentirlos. Nuestro dios no juega con nosotros, eso no significa que los humanos a veces no interpretemos mal sus palabras, u otros las malinterpreten adrede para sus propios propósitos. Deberías leer todas sus historia.

El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora