Key suspiró. Estaba aburrida, pero apreciaba lo suficiente su vida como para no hacer tal comentario frente a Nana. Llevaba unas buenas horas de rodillas frente al espejo, quieta mientras su abuela seguía peinándola. Se dijo a sí misma que era como otro de los ejercicios que su padre le hacía practicar de niña para entrenar su paciencia. Solo tenía que permanecer quieta y en silencio el tiempo suficiente.
Mantuvo su cabeza en alto, ignorando el dolor en su nuca mientras Nana continuaba cepillando su cabello. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba mirando el cuadro sobre el espejo. Sus ojos se habían perdido en las descoloridas líneas sin sentido, y estaba segura que podría trazarlo de memoria a esta altura.
No le gustaba el kimono. No tenía nada contra las preciosas sedas ni los delicados bordados, pero prefería sus extremidades libres para poder hacer sus acrobacias y moverse sin restricciones. Había aprendido a mostrar sus cicatrices con orgullo tal como su padre le había enseñado, después de todo las había conseguido cumpliendo con honor su deber. No le gustaba la idea de cubrir cada centímetro de su piel. Y los zapatos eran demasiado incómodos.
Había intentado, sin éxito alguno, persuadir a Nana de semejante tortura. Solo había conseguido golpes y reprimendas en respuesta. Tampoco estaba tan entusiasmada por la idea del matsuri como había esperado, su mente demasiado preocupada por otros asuntos. Era un alivio saber que Anton estaba encerrado en alguna habitación, negándose a salir e interactuar con otros como siempre había sido en Washington. Y los pocos minutos al día que podía robar a solas con Nix... Ella mentiría al decir que no los ansiaba más que nada, y entonces nada más parecía importar.
De un modo u otro, su cabeza siempre regresaba a Derek. La discusión que habían tenido hacía unos días no había sido de lo mejor, y a la vez solo él sabría por lo que habría pasado para ahora ni siquiera atreverse a acercarse a brujos. Derek solía sonreír y lidiar con brujos como si fueran niños, pero fuera lo que fuera que le hubieran hecho durante ese tiempo en que Key había perdido contacto, su amigo ya no era así. La noche anterior se había roto durante un interrogatorio, incapaz de continuar, llorando y pidiendo un respiro.
Quizás su peor miedo fuera real, y una parte de Derek nunca se recuperaría. No le gustaba verlo sufrir, pero también sabía que él era su única oportunidad de aprender más sobre los besados por la luz. Key se aseguraba de preguntarle antes de cada reunión si él quería hacerlo, y Derek siempre respondía que sí. Aun así, el corazón de ella no podía evitar sufrir al presenciar cómo su buen humor se esfumaba rápido y se convertía en el chico roto que solo quería olvidar.
Kira lo había obligado a asesinar a sus padres, a todo agente que hubiera intentado detenerlo, incluso a ir por ella. Key a veces olvidaba que Derek había cortado su dedo, y ella lo había perseguido por toda una avenida para recuperarlo y hacer que Seito se lo cosiera. Le había preguntado a Takeo si podrían hacer los interrogatorios más espaciados, pero la relación con los Taiyo no estaba de lo mejor y ellos ya estaban reclamando que les enviaran a Derek para quién sabía qué. Taiyo Rai no había mentido, ella en serio planeaba vengar a su hermana. Y aunque Key ya tenía suficiente como para desear meterse en ese asunto, sabía que su primo no debía estar tan tranquilo como aparentaba, y el único motivo por el que la situación no era peor era porque el clan jamás lo dejaría ir.
Y luego estaba el asunto de Nix. ¿Cuánto más podría guardar ese secreto de Derek? Deseaba contarle. Eran amigos. ¿No? Se suponía que no había secretos entre ambos. Pero donde a nadie del clan Feza parecía interesarle si humanos y brujos mantenían cercanía, Derek ya había dejado bastante en claro su opinión y ella no sabía cuánto tiempo más podría lidiar con su prejuicio.
—¿Acaso...? —Key dudó un instante, mirando el reflejo de Nana en el espejo—. Necesito un consejo.
—Hanashite —dijo Nana.
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El ladrón de palabras (trilogía ladrones #2)
FantasyEl Comité, junto a todos los brujos y brujas que lo integran, presenta las siguientes reglas que los refugiados deben cumplir para una pacífica convivencia: 1. Nuestros secretos deben resguardarse de la Agencia o representantes humanos. 2. Los poder...