36. Lo nuevo y lo viejo

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Gracias por seguir aquí. Ayer fue un día especial con lo del disco de Emilio y Joaquín. No pude evitar amar esta canción :) Los quiero.

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"Porque ahora somos diferentes, pero seguimos siendo Aristemo"

Cuando Cuauhtémoc López llegó a casa, se encontró un espectáculo bastante agradable. Aristóteles lo esperaba con una bella camisa negra y unos jeans azules. El chico se había esmerado en su arrreglo, y no solo en ello, pues la mesa del comedor estaba puesta.

— Bienvenido sea usted, señor López de Córcega — Hizo un ademán para que Temo pasara a casa.

— A – ari... ¿Y esto? — Temo vio sorprendido un plato con algo que el reconocía muy bien: unos ricos molelletes.

— No me arriesgué a hacer más por miedo a quemar la casa, pero te aseguro que están ricos. — Ari sirvió un par de molelletes para su novio.

— Es perfecto, Ari. La verdad, no me lo esperaba.

— ¿No importa que no sea nada tan rico como lo que me preparas? Los hot cakes de la mañana estuvieron de campeonato y yo te recibo con esto...

— Ari, nunca se ha tratado del platillo, sino de la intención del cocinero ¿Sabes por qué me sale tan bien la comida?

— ¿Es quizá porque eres un genio culinario y yo soy un chico de menos de dieciocho años que es bueno componinendo música pero regular en todo lo demás?

— ¡No, menso! ¡Es porque la cocina es mi vocación! Y créeme que si compusiera una canción, tal vez no me saldría tan bien como te salen a ti.

— Temo, tu no las compones. Tu las inspiras. Cuando te veo junto a mí, solo quiero encontrar las palabras más bonitas para gritarle al mundo que soy el hombre más afortunado. — Tomó su mano y la acercó a sus labios.

Los chicos comieron entre risas. Temo recordaba con mucho cariño aquellas veces en las que su novio lo invitaba a casa y le preparaba este mismo platillo, con la diferencia de que antes prácticamente se quitaba comida de la boca para dársela a él; no tenían mucho, pero siempre hubo algo para compartir con él en casa de su novio.

Las cosas eran muy diferentes ahora que Amapola era su socia. Arqui ya no tenía que preocuparse por ganar dinero como lo hacía Aristótele; Audifaz también tenía un empleo y Doña Imelda era la más contenta de que toda su familia, a excepción de Tulio que aun se encontraba en rehabilitación, estuviese bajo el mismo techo.

Temo bebió algo de agua para aclararse la voz, se levantó y fue hacia la mochila que traía cuando llegó. La abrió y sacó un pequeño frasco con galletas, de las que Aristóteles se antojó de inmediato.

— ¿Te queda un poco de espacio para el postre, Ari? — Temo abrio el frasco y un aroma tentador invadió la habitación.

— ¿Son para mí? — Ari tomó una galleta y la probó — ¡No manches, Temo! ¿Es lo que creo que es?

— Iba a prepararte un pastel, pero creo que no me iba a salir tan bien como a la tía Blanca, así que... hice esto. Galletas de mil leches, con auténtico chocolate de Oaxaca.

Las galletas de mil leches eran unas galletas que Temo había inventado basándose en el gusto del pastel de doña Blanca, pero agregando un centro cremoso de un dulce de leche que él mismo había aprendido a preparar. El frasco había encapsulado el calor, así que el centro aún estaba líquido. Aristóteles no pudo evitar sonreír, mientras mostraba los dientes llenos de chocolate. Temo soltó una carcajada.

"Por nosotros" || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora