22. Recuerdos

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"Aristemo también tuvo un pasado"

Cuauhtémoc López sonrió divertido cuando vio lo que había ante él. Lo primero que llamó su atención fue el enorme y esponjoso asiento de bolsa de frijol* que estaba justo a la mitad de la habitación. Alrededor del asiento había un tazón con palomitas. La mitad de ellas tenía caramelo y la otra mitad del tazón era de palomitas picosas. Había gomitas, dulces enchilados, caramelos, chiclosos, malvaviscos, fresas y chocolate líquido. Había tantas golosinas que cualquiera que comiese la décima parte de lo que había ahí amanecería a mitad de la noche secuestrado por las hormigas.

Frente la "fuente de botanas", por llamarle de algún modo, había una pequeña mesita, con la computadora de Aristóteles abierta y un par de discos.

— ¿Q – qué... es todo esto? — Temo preguntó, mientras sus ojos brillaban de la emoción.

— Recuerdo muy bien que una de nuestras primeras citas como amigos fue al cine. Íbamos a ver una película de superhéroes, pero acabamos viendo la romántica porque ya no había entradas.

Temo sonrió. Recordaba demasiado bien esa noche. Él y Aristóteles caminando por el parque de regreso a casa, y el rizado haciendo una pregunta que tantas incomodidades había hecho vivir a Temo.

— ¿Te gusta alguien?

Aristóteles siguió hablando.

— Bueno... de eso ya hacen más de dos años, y se me ocurrió que sería buena idea ver una película juntos, como en los viejos tiempos. Tú eliges.

Temo se aproximó y tomó ambos discos en sus manos. Eran las versiones en DVD de la película romántica y de la película de superhéroes que querían ver al inicio. Tomó una y la metió al reproductor de la computadora de Aristóteles.

— Quiero ver la de superhéroes — Sonrió con suficiencia — pero también quiero que me abraces.

— Sus deseos son órdenes.

El video comenzó a reproducirse. Aunque la temática de la película sí era de superhéroes, había muchísimas partes cómicas. Los chicos no dejaron de reír. En algún momento, Aristóteles hizo una pregunta a Temo.

— Si fueses un superhéroe ¿Qué te gustaría poder hacer?

— Creo que... leer mentes.

— ¡Qué filosófico me saliste! ¿Por qué?

— Pienso que todo sería más fácil si supiese lo que la gente piensa. No diría cosas inapropiadas, ni heriría sensibilidades. Nadie se sentiría intimidado ni ofendido por mi presencia, y tal vez lograría entender por qué hay gente que no se hace a la idea de que nuestra orientación sexual no nos define.

Aristóteles sonrió ante la respuesta de su novio. Cuauhtémoc López tenía la capacidad de convertir cualquier pregunta en algo trascendental con una sola de sus respuestas.

— ¿Y tú?

— El único poder que me interesaría sería el de hacerte feliz.

— ¡Ese ya lo tienes, menso! Lo lograste desde que éramos amigos.

Los chicos se miraron con intensidad durante unos breves segundos, como si buscaran algo en la mirada del otro. Lo que los sacó del momento fue el ruido de una explosión en la película. Aristóteles tomó una de las fresas, la bañó con chocolate y la acercó a los labios de Temo. Justo cuando éste iba a morderla, la alejó de él, dejándolo dar una mordida al aire de la habitación.

— No tientes a tu suerte, Aristóteles. — Temo lo miró de forma pícara, enfocándose en sus labios.

Aristóteles entendió el mensaje. Tomó la fresa y la puso entre sus labios, mientras la ofrecía nuevamente a Temo. El castaño se aproximó y, justo cuando la iba a morder, Aristóteles hizo a un lado su cara, manchando ligeramente de chocolate a su novio.

"Por nosotros" || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora