44. Interesante

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"A veces, hay que aprender a tomar bandos"

Cuauhtémoc López se extrañó un poco del comportamiento de Yolotl Rey; desde que se confrontaron y luego ella había apoyado a Aristóteles para sobrellevar la distancia, el castaño se había hecho una buena imagen de la chica y podría decirse que, al menos por amor a Aristóteles, la consideraba alguien valiosa en su vida.

Era quizá ese sentimiento el que lo hizo sentir el derecho de indagar más en las intenciones de la rubia.

— Yolo... ¿Te gusta mi amigo? — Temo preguntó, mientras levantaba las cejas de par en par, como a veces hacía Aristóteles.

— ¡¿Qué?! ¡Obvio no! O sea, cuando lo vi en tu casa se me hizo conocido. Por eso me le quedé viendo un poco ¡Resulta que estudio con su gemelo! Además, tienen un hermano mayor que está montando su firma de abogados. Su familia me causa interés, inquietud quizá, pero para bien o para mal, yo ya estoy amarrada con ese tipo al que ves ahí — Yolo señaló a Zack, mientras el chico la veía con una risa que a Temo le pareció falsa.

— Pues creo que debes tener cuidado. De repente, los novios podemos ser unos idiotas y algo territoriales. Solo mírame a mí con Aristóteles... — Temo bajó un poco la cabeza, mientras recordaba las confrontaciones que había tenido con la rubia.

— ¡Ay! ¡Eso fue hace mucho tiempo! Además, Aristóteles me cuenta que van mejor que nunca, que están acoplándose a la vida en la ciudad y creo que eso es lo realmente importante. Tami... — Temo carraspeó — Bueno... Temo, no hay nadie perfecto en este mundo, pero lo que nos distingue de los animales es que nosotros pensamos, que vamos más allá de nuestros impulsos y podemos corregir, enmendar lo que hicimos mal.

Temo sonrió. En el fondo, lamentaba un poco haberse enfrascado en sinsentidos con alguien que pudo aportar mucho a su vida, pero hace dos años ninguno de los dos chicos presentes tenía la madurez con la que se estaban hablando.

— Bueno, pues cuando venga te lo presento en forma. Tal vez hasta se hagan amigos. Solo... háblale claro a tu novio. No quisiera que se malviajara con Fer. Nada me daría más gusto que poder convivir todos y pasarla bien, como los amigos que nos estamos haciendo. — Temo volteó y continuó inspeccionando la carne.

Por su parte, Aristóteles y Zack también platicaban.

— ¿Por qué ves así a Yolo? — Ari preguntó, después de identificar la falsedad de la mueca que Zack intentó hacer pasar por una sonrisa.

— Creo que... creo que a Yolo le gusta el amigo de Temo, el cocinero.

— ¡¿Mario?! ¡Pero si Mario es gay! — El volumen de Aristóteles y su cuello volteando como si estuviese sufriendo un exorcismo no ayudaron en nada a mantener una conversación discreta.

— ¡Cállate Aristóteles! ¡No! ¡El otro! ¡El que tiene la colita como envoltorio de tamal estilo México! — Zack dijo, mientras se rascaba la nuca — ¡Yolo no deja de hablar de él! Dice que le gustaría conocerlo y, para serte sincero, me incomoda un poco la idea.

— Mira Zacate — Aristóteles palmeó el hombro de su amigo — Por experiencia, te pido, te suplico que no vayas a lanzarte así nada más a reclamar. Si es una falsa alarma, vas a echar a perder lo que tienes con Yolo.

Zack agradecía el apoyo de Aristóteles. Lo necesitaba, porque nunca se había enfrentado al dilema de estar enamorado como lo estaba de Yolotl Rey. Sin embargo, algo que el chico tendría que aprender es que el amor no puede refugiarse en el miedo y la desconfianza. Iba a aprenderlo de muy mala manera.

Cuando tocaron el timbre, Yolotl Rey era la más cercana a la puerta principal de la casa; a nadie le extrañó que fuera a abrir. La imagen que apareció ante la puerta abierta era la más temida de Zack; Fernando, el amigo de Temo, estaba en casa.

"Por nosotros" || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora