24. Hasta pronto

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"Voy a luchar por esto"

Había llegado el día. El vuelo de Temo a la Ciudad de México salía a las 10:30 de la mañana, por lo que se preparó para estar en el aeropuerto a las 9 de la mañana. El día anterior, él y Aristóteles habían cenado en casa de los Córcega acompañados de las familias de ambos. Como Temo viajaba un martes, Aristóteles tendría clase.

— No, Ari. No puedes faltar a la escuela, por favor.

— Pero ¡Quiero ir a despedirme! — hizo un puchero.

— Lo sé, pero... hay que hacer lo que hay que hacer.

— Gracias por estar, Temo. — La voz de Aristóteles había comenzado a entrecortarse.

— Si te pones triste, me voy a poner triste también. — Temo acarició la mejilla de su novio.

— Prométeme que vas a estar bien; no quiero que vuelvas a ocultarme nada.

— Te lo prometo, Ari. — Temo dio un delicado beso a su novio, antes de ir a casa.

Aristóteles también estaba resintiendo la partida de Temo. Era como revivir el día que regresó de la capital: muchos buenos recuerdos; pero, al final, sentía que se quedaba con las manos vacías.

— Temo — Arquímedes habló.

— Sí, Arqui. Se me va mi Temo — Aristóteles dijo; mientras, cabizbajo, se dirigía a prepararse para la escuela.

— Te prometo que, apenas juntemos algo de dinero, te vas a pasar unos días con Temo — Audifaz palmeó el hombro de su hijo.

— Gracias pa. Sé que es algo que a lo mejor los toma por sorpresa, pero... quiero estudiar música en la capital.

— Hijo, sabíamos que este día iba a llegar. Los hijos son prestados — Amapola dijo.

— Ma... si no me decidía antes, en parte era porque no quería dejarte sola; ahora tengo la seguridad de que mi papá va a cuidarte muy bien.

Fue a la escuela sin ganas, sin mucho ánimo de nada. Cerraba los ojos por pequeños lapsos, mientras recordaba los besos de Temo; las promesas, los nuevos recuerdos. Todo estaba demasiado fresco; era demasiado reciente.

— Todo va a estar bien, Aristónteles — Yolo y Zack trataban de animarlo.

— ¿Por qué tengo un mal presentimiento?

— Porque eres un paranoico de lo peor — Zack rió.

— Debí ir a despedirme de él. Debería estar en el aeropuerto.

— ¿Y por qué no estás ahí? ¿No que el corazón nunca se equivoca? — Yolo preguntó.

— Es demasiado lejos; además, no tengo ni para el taxi.

Cuando escucharon esto, Zack y Yolo contaron todo el dinero que tenían y lo pusieron en manos de Aristóteles.

— No sé si con esto alcance para llegar al aeropuerto, pero creo que aun estás a tiempo de decir "Hasta pronto" — Aristóteles no asimilaba el detalle que sus amigos acababan de tener con él.

— ¡Gracias! ¡Gracias! — Se dirigió hacia la entrada y tomó el primer taxi que vio en la puerta.

— ¡Respira, chamaco! ¡Te me vas a descompensar! — El taxista veía a Aristóteles demasiado ansioso.

El rizado le narró a grandes rasgos la historia con Temo.

— El amor... me recuerdas mucho a mi esposo — dijo el taxista, antes de poner un pie en el acelerador.

"Por nosotros" || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora