Capítulo 24.

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Matthew Koch

Desde que salimos de casa Taylor no dijo ni una sola palabra, se veía pensativa y mantenía la vista fija en el camino.

—¿Estás bien?— pregunté pero estaba tan distraída que parecía no haberme escuchado. Comencé a disminuir la velocidad del auto hasta detenerlo y ella se alarmó un poco.

—¿P-p-por qué te detienes?— preguntó condida, quité mis manos del volante y me giré hacia ella.

—Entiendo que no quieras hablar conmigo...— dije —Después de lo que hice ayer creo que debo disculparme de nuevo pero esta vez necesito saber si en realidad las aceptarás...— dije mirándola fijamente.

—No estoy molesta contigo...— dijo —Solo estoy algo nerviosa por ver a mi padre es todo, lo que sucedió ayer no fue nada en realidad— dijo con una sonrisa.

—No sabes la carga que me quitas de encima...— dije animado, arranqué el auto y seguí el camino.

Después de varios horas de viaje Taylor se había quedado dormida pero tuve que despertarla al llegar al hotel, bajamos el equipaje y después de registrarnos en el hotel cada uno subió a su habitación.

Mientras me preparaba para dormir escuché mi teléfono sonar y de inmediato contesté.

—¿Hola?—

—Matt...—

—¡Sarah! Pensé que nunca volverías a llamar...—

—Si, se que prometí no hacerlo denuevo pero... no dejo de pensar en tí—

—Mmm hmm...—

—Además quería saber... ¿estás saliendo con Taylor?—

—¿Taylor...? Podrías ser más específica—

—¡Taylor Kelleher! Y deja las tonterías para otro momento, es importante...—

—No... es trabajo—

—¿Trabajo...? Trabajabas para mi padre cuando tú y yo comenzamos a salir, espero que ni siquiera se te ocurra hacer lo mismo con ella porque...—

—Porque... ¿olvidas que fuiste tú la que se alejó de mí? Ya no somos nada Sarah y si en realidad te preocupa que pase algo entre Taylor y yo entonces tiene un gran problema, espero que tengas una excelente noche...—

—¡Matthew!—

La mañana siguiente me levanté muy temprano y llamé a la recepción para que enviaran un desayuno especial a la habitación de Taylor, tomé una ducha me puse un pantalón de mezclilla y un suéter de algodón, busqué un pluma y un papel entre mis cosas y escribí una carta. Salí de mi habitación y me dirigí a la habitación de Taylor.

Frente a la puerta de Taylor vi el carrito con el desayuno que había ordenado, tal y como le había explicado al chico del teléfono. Pusé la carta sobre el carrito y no pude evitar escuchar una pequeña conversación.

—Está bien, mamá—

—...—

—Sé que tienes mucho trabajo y no pudiste despedirte de mí, lo entiendo...—

—...—

—Adiós mamá, yo también te amo...—

Cuando me percaté de que había terminado su conversación llamé a su puerta.

—¡Buen día!— dije entrando en la habitación, Taylor tenía su teléfono en las manos y al verme sonrió.

—Matt...— dije confundida —¿Qué haces aquí?— preguntó.

—¡Baja eso de inmediato!— dije señalando el teléfono con ambas manos mientras la intimidaba con la mirada. Bajó su teléfono lentamente y puso ambas manos a la vista.

—Está bien...— dijo sonriendo, me acerqué a ella y besé su mejilla, salí de la habitación y empujé el carrito hasta dentro.

—¿Desayunamos?— dije mirando el carrito de comida.

—¡Espera!—dijo de inmediato —Esto no es nuestro, alguien lo trajo hasta aquí pero cuando salí para decirle que no era mío ya no estaba. Alguien más podría estar esperando esto...— dijo preocupada, arqueé las cejas y me enseñé la carta mientras probaba el desayuno.

"Espero que hoy sea un excelente día para ti y quiero que comiences de la mejor manera..."

Att: Matthew K.

Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras leía lo que había escrito para ella pero de inmediato dio un suspiro de desánimo.

—¿Crees que mi padre lo hizo?— preguntó cabizbaja, le di una última mordida a la fresa que tenía en mi mano y aclaré mi garganta.

—No...— dije firmemente — Pero posiblemente no soy la persona indicada para responder esa pregunta, tú lo conoces más que yo... además, vinimos ayudarlo ¿no?— dije tratando de animarla un poco y ella me sonrió sutilmente —Entonces... ¿quieres comer?— dije.

Intentaba hacerle olvidar el tema diciendo chistes sin sentidos. Eran demasiado malos pero lograban hacerla reír, después de desayunar en su habitación Taylor se preparó para ver a su padre en la cárcel. Mientras yo bajé para buscar el auto y hacer un par de llamadas más.

Taylor bajó hasta el estacionamiento y lucía muy nerviosa, entró en el auto y su rostro estaba pálido

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Taylor bajó hasta el estacionamiento y lucía muy nerviosa, entró en el auto y su rostro estaba pálido.

—¿Estás lista?— pregunté antes de encender el auto y ella asintió.

Nos dirigimos a la cárcel y después de varios minutos de viaje llegamos al lugar y me estacioné cerca a la entrada. Taylor no bajaba del auto y tampoco decía una sola palabra.

—Esto debe ser muy difícil para tí pero si te hace sentir mejor, debo entrar contigo para asegurarme de que te den un poco más de tiempo para tu visita...— dije mirándola, Taylor limpió su rostro y puso su mano sobre la mía.

—No sabes cuanto te agradezco que estés aquí...— dijo mientras se le quebraba la voz —Haces que todo esto sea mucho más fácil...— se giró hacia mí y sonrió mientras algunas lagrimas caían por sus mejillas.

Entramos al lugar y dejé a Taylor en la sala de espera mientras dos guardias de contextura alta y gruesa me llevaban a la oficina del alcaide o eso fue lo que le dije a Taylor.

Martínez y Altamira eran los guardias que mi padre había sobornado para que el padre de Taylor recibiera un par de correctivos mientras estaba en prisión para que no se le ocurriera abrir la boca mientras estaba ahí. Los 3 nos dirigimos a la sala de visitas para tener una pequeña charla.

Llegamos a una habitación y no era exactamente la de visitas, era en la que los presos podían hablar con sus abogados. Entré en la habitación mientras Altamira y Martínez esperaba tras la puerta, él estaba sentado tras una mesa de metal con las manos esposadas y al verme su rostro inflamado por tantos golpes se tensó de inmediato. Tomé asiento frente a él y sonreí.

—Señor Kelleher...— dije mirándolo fijamente —Es una lastima que tenga que verlo en esta situación...— dije mirando sus manos esposadas a la mesa.

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