Capítulo 39 - Los ángeles vuelven a casa.

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Natalia Prov:

Hace un mes atrás había perdido a Makis, a mi princesa, y desde entonces no había día en el que no leyera su carta, me la imaginaba llegando a la puerta de mi casa, a decirme que todo había sido un sueño, que la perdonara por la broma o algo por el estilo, incluso llegué a desear estar inmersa en un coma y que ella fuera la primera persona que viera cuando despertaba, pero los días pasaban sobre mí y nada sucedió, por más que lo deseara Makis no volvía.

—Si tan solo hubiera visto las señales. — Comencé a llorar nuevamente enredada en mi cama. —Si tan solo la hubiera acompañado ese día a su casa. — Golpeé con fuerza el edredón, como si esa cosa mitigara un poco el dolor que sentía en cada parte de mi corazón. — Si tan solo le hubiera dicho te amo más veces. — Sentía el ardor de la bilis subir por mi garganta, o quizás era la irritación por lo mucho que había gritado llamando a Makis este último tiempo. —¡SI TAN SOLO LA HUBIESE CUIDADO!

Y ya no pude más, mi cuerpo completo colapsó sobre la cama en que más de alguna vez compartí con ella, aún parecía tener impregnado su olor; las fotos que adornaban mi cuarto eran en su mayoría de ella y yo sonriendo o abrazándonos de manera disimulada, entonces llegaron los videos de supuestos de nuestra relación en las redes sociales, esos que capturaban nuestros ojos cuando se buscaban en las canciones románticas, esos que enfocaban nuestras manos buscándose disimuladamente para un toque, ese que inmortalizaba cada abrazo que duró más de la cuenta, y entonces fue cuando llegó, fue como un rayo que atravesó el cielo solo para dar en mi cabeza, ese tierno dicho que alguna vez me dijo Makis media dormida.

"No importa lo que pase, los ángeles siempre vuelven a casa"

Y ella tenía razón, los ángeles vuelven a casa cuando ya no tenían nada más que hacer en la tierra, y desde que la perdí, yo ya no tenía norte, ya no quería seguir acá, no tenía las fuerzas suficientes para continuar en una lucha que ya había perdido, una que había comenzado a perder desde hace 5 años atrás, cuando mi mejor amiga saltó en el mismo lugar en el que saltó mi único y gran amor. Quizás era yo la que no podía evitar esos catastróficos sucesos, quizás era yo la que no tenía la entereza, o quizás era yo la que llevaba a la gente a tomar esas decisiones.

—Al demonio.

Una carta, era todo lo que necesitaba, una carta para pedir perdón, para expiar mis culpas, para sosegar mi corazón. La estaba escribiendo con rabia, con el dolor vivo corriendo por mis venas, hasta que sentí su olor, juro haberla sentido a mi lado.

"Por favor no escribas eso" — escuché la voz de Makis a mi lado.

—Te perdí, ya no puedo seguir guardándome todo esto, no puedo seguir diciendo que no fue mi culpa. — Una lágrima resbaló por mi mejilla, me gustaría que todo fuera verdad, que esa voz no fuera solo producto de mi imaginación.

"No lo fue, no escribas eso, por favor amor".

—Ya no hay vuelta atrás Makis, lo siento, pero esta carta se tiene que enviar.

Fue al correo, ahí, un poco indecisa puse la dirección de Makis, cerrando los ojos pensando en el hecho de que, al enviar esa carta, ya no habría vuelta atrás. Apreté los ojos cuando dejé la carta en las manos de la chica que lo recibía, y simplemente dejé mi destino fluir, con todo el dolor, la culpa y la rabia yéndose en ese simple papel.

Solo bastaron 20 minutos en taxi para llegar a mi destino, el edificio Colpatria nuevamente me tenía en su azotea, pero esta vez, sola, ahí, donde se podía ver el sol esconderse lentamente en el horizonte, sintiendo el fresco de la tarde colombiana chocando mi rostro, sintiendo como el aire entraba furioso a mis pulmones, con la misma adrenalina corriendo por mis venas, con la carta de Makis fuertemente apretada en mi pecho.

"Por favor amor, no lo hagas".

—Los ángeles siempre llegan a casa. — Me repito con los ojos cerrados, ya estoy cansada, quiero dejar de luchar contra esa culpa que me consume.

"No es tu tiempo de volar preciosa".

—Estoy cansada, ya no quiero seguir acá, ya no quiero seguir perdiendo.

—"No me perdiste, yo te sigo cuidando, te seguiré esperando hasta que sea tu tiempo, por favor, no te adelantes".

—Makis, ya no quiero, no quiero seguir perdiendo, no quiero seguir extrañándote.

—"No saltes, Natalia, no es tu tiempo".

—Estoy cansada.

"Nosotras no te dejaremos sola" — Ahora era a María, a mi mejor amiga la que sentía a mi lado.

—Ya lo hicieron.

"Te pido, por favor, que no lo hagas, mi amor, por favor, no quiero que lo hagas, n es tu tiempo, no todavía."

—Yo también te lo pedí, te pedí que por favor no saltaras, pero lo hiciste, saltaste y me dejaste sola, al igual que María, me dejaron sola.

"Te amo Natalia, perdóname por saltar" — Juro que sentí su mano tocar la mía, fue en ese momento en el que me di el valor de abrir los ojos, y ahí estaba ella, sentada a mi lado, con una cara de preocupación, ambas teníamos los pies colgando de el borde del edificio, ambas volvíamos a estar ahí, pero ahora, la que quería saltar, era yo, ahora, la que estaba a punto de acabar con su vida, era yo, y ahora, en este momento, no había nadie en este mundo que pudiera detenerme, porque ella, esa aparición de mi lado, era la única persona que podía evitarlo, ya había saltado un mes atrás.

—Perdóname por no poder salvarte, pero ya voy a tu encuentro mi amor, lo siento si piensas que me adelanto, pero yo ya no puedo seguir esperando a que aparezcas en mis sueños, me cansé de esperar a despertar de esta pesadilla, yo solo quiero poder abrazarte una vez más.

Fue entonces que simplemente me dejé caer, ni siquiera grité, ni siquiera sollocé, solo sentí el aire chocar con mi cuerpo, sea como sea, ya estaba hecho, ya no había ninguna chance de dar un paso atrás.

Hasta que sentí sus brazos cerrarse sobre mi pecho y unos labios impactar contra mi mejilla, lentamente empecé a abrir los ojos, encontrándome con un prado tranquilo y un despejado cielo azul.

—Eres testaruda Afanador.

Me giré con miedo, se supone que yo estaba saltando de un edificio, que hacía recostada sobre el pecho de Makis en medio de un campo. Mi princesa me miraba con ternura y sus pulgares estaban posados con suavidad sobre mis mejillas trazando suaves círculos.

—Makis... ¿Qué... qué?

—Cállate Natalia, que llevo un mes sin tocar tus labios e intentando besarte en sueños.

Solo hizo eso, arrastró mi rostro hacia el de ella, sus labios impactaron contra los míos haciéndome olvidar las miles de dudas que me azotaban en ese momento, ahora tenía a mi Makis conmigo, tenía su cintura fuertemente abrazada con mis brazos, tenía sus labios posados sobre los míos, su lengua peleaba con la mía, tenía a Makis, a mi Makis.

—Tenías razón hermosa, los ángeles siempre llegan a casa, y tu eres mi casa Natalia, no importaba si era en esa vida o en esta, eres mi hogar y siempre nos encontraremos.

How to save a life -(Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora