3 Corazones Rotos al Precio de 1

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Luego de la conversación con Lucian no logré concentrarme en lo que restó de la mañana. Tenía pensamientos encontrados. Todas sus reacciones me confundían. Por ejemplo, esa sonrisa cuando le dije que mis padres estan muertos, pero por otro lado la sorpresa que demostró cuando le dije como murieron. La ternura en su rostro y el brillo en sus ojos al hablar de mi madre, la sinceridad con la que habló del cariño que le tenía... Es todo muy confuso.

Gracias a todos estos pensamientos con los que me estaba comiendo la cabeza, rompí al menos 5 platos y 6 tazas de café. Bueno, 7, con la que acabo de romper justo ahora.

-Holly, por dios -dice Bianca.

Se acerca a mi suspirando. Yo me pongo en cuclillas para recoger los pedacitos de cerámica del piso y ella me ayuda.

-¿Qué te está pasando pastelito? -me pregunta.

Yo la miro. Ella está observandome con tanta preocupación que incluso a mi me preocupa. Me preocupa lo que pueda estar viendo mal en mi. Todo este tema del padre, el tío, este nudo tremendo me está haciendo perder la cabeza.

-Tranquila tía, sólo estoy un poco despistada. Todo este tema de la familia me descolocó bastante. Aún hay muchos cabos sueltos.

Ella se queda congelada durante unos instantes. Tiene la mirada fija en el piso y pareciera que ni siquiera respira.

-Oye, Bianca, ¿estás bien? -le pregunto empujando levemente su hombro.

Ella levanta la cabeza, me mira y me sonríe.

-Es que, cuando me llamas tía... se escucha bonito.

Ambas nos reímos mientras terminamos de juntar los restos de cerámica que quedan.

-¡Buenos días! -escucho que dice Samuel.

Yo me incorporo y me acerco a saludarlo. El me abraza y yo me quedo quieta. No entiendo por qué últimamente me abraza tanto. No es que yo sea una asquerosa y no me guste que me abracen, pero la forma en la que lo hace me parece un poco extraña.

-¿Te molestaría salir conmigo afuera unos instantes? -me pregunta.

Yo miro a Bianca y ella asiente con la cabeza en señal de aprobación. Así que le digo que me espere afuera. Voy a la cocina, tiro la cerámica en el cesto de basura y salgo. Samuel está esperándome justo en el lugar donde suelen dejar las motos los clientes, porque es curioso, pero si, la mayoría vienen en moto al bar.

-Bueno, aquí estoy -le digo sonriendo.

Tengo que admitir que mi sonrisa es fingida. Algo no me huele bien. Es extraño que esté a estas horas por el bar, el casi siempre llega más tarde. Sobre todo eso de querer que salgamos de allí ¿De qué índole es lo que tiene que decirme que no puede hacerlo adentro?

-Bueno, mira, lo que tengo que decirte no es fácil. No se ni siquiera como empezar -balbucea.

-Samuel, ve al grano. No estoy entendiéndote nada.

-Esta bien, si. Tienes razón. Mira, la cosa es que... -se corta solo y no termina la frase.

Está nervioso y eso me pone aún más nerviosa a mi. No entiendo que es lo que quiere ¿Por qué da tantas vueltas? ¿Qué es lo que tanto miedo tiene de decirme?

-Dime de una vez. Soy sólo yo, no tienes por qué estar nervioso -le digo regalándole una sonrisa amistosa.

-Me gustas -suelta de repente.

-Oh -es lo único que consigo decir.

No puedo creerlo ¿En serio le gusto? Pensé que lo nuestro era sólo una amistad. Ahora entiendo las reacciones de Val. No justifico sus celos, sólo digo que entiendo la razón por la que se ponía tan celoso a pesar de que yo le decía que eramos solo amigos. Para mi Samuel es un excelente amigo, diría que es casi como un hermano, pero evidentemente yo no significo lo mismo para él.

Me enamoré de un PandilleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora