Capítulo 14

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Al encontrarse en la soledad de su habitación, se apoyó en la puerta cerrando los ojos y soltando un suspiro. ¿En qué momento se dejó llevar de esa manera? ¿Realmente había aceptado se la "amiguita especial" de Darrell? Lo cierto era es que ese chico practicaba el sexo como los dioses. Dejó su mochila caer al piso y arrastró sus pies hasta la cama, dejándose caer de lleno en ella.

Se quedó mirando un largo momento el techo y giró su cabeza hacia la ventana, ya era de noche. Había estado toda la jodida tarde teniendo sexo con Darrell. ¡Con Darrell! ¡Por Dios! Por fin había caído ante el embrujo de su seducción. Sin embargo, era gracioso de tan solo pensarlo porque como bien había dicho él; finalmente no se pudo resistir. Sonrío.

No podía negar que le había gustado. ¡Mierda! Había tenido cuatro orgasmos. ¡Cuatro putos y exquisitos orgasmos! Todo un récord para ella. Pero sentía algo extraño en su cuerpo, como si haber tenido sexo con su amigo, le recordara algo. Quizás fueron los acontecimientos, las caricias que él le hizo o tal vez las palabras que Darrell utilizó. Claramente eran casi las mismas que le dijo ese hombre la última vez que se vieron. ¿Volvería a ir a ese salón? Gruñó tapándose la cara con su brazo.

Lo mejor sería no seguir pensando en nada. Ni en Darrell y sus palabras. Ni en ese hombre y en..., sus palabras. Lo cierto era que había algo muy extraño ahí. ¿Podría ser que fuesen la misma persona? ¡No, imposible! Ese hombre misterioso tenía otra voz. Bueno tampoco podía decir que lo había escuchado mucho, ya que no habían entablado una conversación muy a fondo. Tan solo tenían sexo y ya, sin embargo, también tenía el cabello y los ojos negros. El porte y la contextura de Darrell.

¡Imposible! No podría tratarse de la misma persona y si fuese así, ¿por qué Darrell haría algo como eso? No, no existía ninguna posibilidad de que Darrell, su amigo, fuese su amante de medianoche. Sería estúpido pensar que lo haya hecho, ¿a propósito? ¡Carajo! Su cabeza estaba en completa confusión, era un revoltijo de ideas que la estaban comenzando a atormentar. Quería cerrar los ojos y olvidarse que el mundo existía, aunque fuese por un instante, y así fue, cuando menos lo esperó se quedó profundamente dormida.

—¡Peyton! —gritó Rachel desde su cama —. ¡Carajo! ¡Despierta maldita sea!

—Déjame dormir maldita Rachel —refunfuñó.

—¡Eres una maldita floja! Levanta tu trasero, llévalo a la ducha y te lo lavas bien.

—¿Te puedes dejar de fastidiar? —suspiró —. ¿Para qué diablos quieres que me levante?

—¿Cómo qué para qué? Por si olvidas hoy es viernes y hay clases.

—No tengo ganas de ir —cerró los ojos y suspiró.

—¡¿Qué?! —gritó la chica mientras corría a su lado. Puso la mano en su frente en son de burla —. ¿Tú, Peyton Cooper, no quieres ir a clases? Esto es una primicia. ¡Es que simplemente no lo puedo creer! —alzó las manos al cielo exagerando la situación.

—¿Puedes parar con tú escándalo? No es para tanto, desperté con flojera. Estoy cansada, no pasa nada —habló restándole importancia.

—Como tú digas, quédate en la habitación. Quizás que es lo que está pasando por esa cabeza tuya. Pero me da la impresión que no es nada bueno —caminó por la habitación.

¡Maldita Rachel! ¿Cómo mierda hacía para adivinar lo que pasaba por su cabeza? ¿Acaso tenía una especie de telepatía? ¡Bah! Que telepatía ni que mierda.

—Oye Rachel —llamó.

—¿Qué? —la rubia se miraba en el espejo retocando un poco su maquillaje.

Amante de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora