Ese día despertó con las energías renovadas. ¿Hacia cuanto tiempo que no tenía a Peyton entre sus brazos? Casi dos putos meses. Se fue directo a la ducha y vio cómo su anatomía comenzaba a reaccionar con el solo hecho de pensar en lo que se vendría aquella noche. Su cuerpo estaba famélico de deseos por aquella chica que le robaba el aliento.
Su miembro se endureció hasta doler, ¡carajo! Solo quería que pronto llegase la noche para por fin recorrer cada parte de su piel. ¡Santa mierda!, tenía que dejar de pensar en eso o terminaría por autocomplacerse y por supuesto que no quería eso, su perverso deseo era llenar a Peyton con su cálida esencia.
Sonrió lleno de lujuria...
Aquel día había quedado de no verse con ella, cosa que le costaba de sobremanera. Creyeron conveniente que cada uno llegase al gran salón por su cuenta. Mierda, de solo pensarlo su estómago se tensaba. Nunca pensó que volvería a ese lugar que provocó su desgracia y su placer. Un placer y una ansiedad que estaba a punto de volver a sentir.
Vio de lejos a su chica, y a la distancia le alzó la mano a modo de saludo. Sus piernas le picaban por correr hasta ella y besarla hasta dejarla sin respiración. Peyton estaba preciosa, se veía contenta y radiante. Le lanzó un beso y se fue del lugar. Brad lo sacó de su ensimismamiento cuando tocó su hombro para ir a la siguiente clase. Tuvo que ponerse al día con todos los trabajos y exámenes que quedaron pendientes a causa del accidente.
Por suerte Brad, en todo ese tiempo, procuró prestar atención y anotar cada uno de los apuntes para pasárselos a él. Cosa que era un verdadero milagro en el rubio, ya que se caracterizaba por pedirle ayuda a todo el mundo. El maldito tiempo nunca pasaba, era como si el puto reloj se hubiese detenido. Miraba una y otra vez la hora en su celular, y chasqueando la lengua mostraba su impaciencia por salir pronto de allí.
—Maldito idiota, ¿quieres dejar de protestar? —le susurró Brad.
Estaba en plena clase de fisiología general, un completo fastidio. Miró al rubio con cara de muy pocos amigos, sabía que si le decía alguna cosa Richard lo perjudicaría, igual como lo hizo alguna vez en metodología de investigación. Puto imbécil. Ya vería cómo vengarse de él. Trató de concentrarse todo lo que pudo, y mierda que había sido difícil.
Aquella clase se le hizo tediosa hasta el jodido tuétano. Sin embargo, cuando sonó su celular sonrió como un estúpido al ver el número, y se olvidó de todo lo demás.
—No sabes cómo cuento las horas para hacerte toda mía, Pey —escuchó una sonrisa del otro lado de la línea.
—Darrell —el chico caminó hasta el gran árbol y tiró la mochila en el pasto, para luego sentarse.
—¿Cómo éstas? —preguntó al tiempo que apoyaba su espalda en la corteza.
—Bien. Estoy feliz —respondió con vocecilla alegre.
—¿Ah, sí? —levantó una ceja —, ¿y se puede saber por qué?
Pasó la mano por su pelo y sintió la cicatriz que quedó en su cabeza. No se le notaba gracias a la negra mata de cabello que poseía. Pero eso era un recordatorio para agradecer constantemente el estar con vida.
—Saqué la nota más alta en la investigación de Liam. Y todo gracias a ti —Darrell sonrió de medio lado.
—Eso quiere decir que tenemos un motivo más para celebrar —juró que podía ver a la chica mordiendo su labio —. Estoy ansioso porque llegue la noche, Peyton —susurró.
—Yo también —la escuchó suspirar —. Te he extrañado todo el día.
—No me digas eso, mira que ahora mismo iré a tu habitación y nos olvidamos de ir hasta ese lugar.
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Amante de medianoche
Teen FictionPeyton Cooper es una chica extrovertida, risueña y estudiante de medicina. Con tan solo veinte años ya se había ganado una fama que no concordaba con lo que ella era. Sus compañeras de universidad siempre hablaban a sus espaldas. Decían que era una...