Capítulo 15

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Despertó alrededor de las ocho de la noche. Se estiró mientras bostezaba, se había sentido realmente bien dormir en los brazos de Darrell. ¡Darrell!, ¿dónde estaba? Se sentó en la cama y lo vio de pie en la ventana, perdido en sus pensamientos. Aún estaba sin camisa, se veía realmente como un ángel caído. Su perfil era perfecto, como si hubiese sido cincelado por los más expertos artistas y, apoyado en el marco de la ventana, podía apreciar la musculatura de sus brazos, así como también su torso y vientre planos.

La tenue luz de luna le daban un aspecto lobuno, en realidad que sí le asentaba la oscuridad. Siempre lo miraba, pero esta vez lo estaba observando con más detalle y absoluto deleite. ¿Realmente se había acostado con ese manjar de los dioses? Se sonrió.

Se acercó cautelosamente y lo abrazó por atrás, apoyó su rostro en la imponente espalda de Darrell. Como disfrutaba del calor que su cuerpo emanaba. No lo sabía bien, pero desde que tuvieron sexo comenzó a experimentar los sentimientos que estaban dormidos dentro de ella. Ambos estaban en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Sin decir ni una sola palabra podían saber lo que pensaban. Sin decir ni una sola palabra se compenetraban perfectamente y sin decir ni una sola palabra, se amaban.

Sí, Darrell le confesó que la amaba, pero antes de decirlo se cercioró de que Peyton estuviese completamente dormida. Y ella, si bien sabía que sentía cosas por él, no deseaba darle nombre y por eso no quería decirle nada aún. Ambos sentían que, si se lo confesaban al otro, todo se iría por el caño y mejor quedarse así por un tiempo, pensaron a la vez.

—¿Por qué no te has ido? —le preguntó ella mientras le daba un beso en su desnuda espalda.

—Te dije que me quedaría el tiempo que fuese necesario —la miró por sobre el hombro —. Y no me pareció bien que despertaras sola —giró su cuerpo completamente y comenzó a acariciar su rostro.

—No tenías que hacerlo, Darrell. Si te hubieses ido... —hizo un mohín —, yo lo hubiese comprendido —le regaló una sonrisa y él se la devolvió.

—¿Peyton? —la llamó y ella conectó su mirada con la de él. Esperaba que le diera un beso y se ruborizó ante su pensamiento.

—¿Dime? —le sonrió coqueta.

—Tienes saliva seca en la boca —le pasó el dedo por el lugar.

Adiós beso...

Fue como un jodido latigazo de mata pasiones...

—¡Ay! Carajo —todas sus ganas se fueron directo a la mierda y corrió al baño avergonzada.

—¡Pero igual te ves linda, Peyton! —gritó —. Aunque tengas lagañas y saliva seca, sigues siendo hermosa —se burló. Peyton escuchaba desde el baño como él se carcajeaba.

—¡Cállate! ¡Eres tan idiota! —se echaba agua en el rostro hasta el punto de sentirse ahogada —. Qué maldita vergüenza, y yo queriendo besarlo —musitó sonrojada. Se terminó de lavar el rostro, los dientes y salió del baño.

—Ven acá —estiró su brazo —, quiero decirte algo.

—Mmm... —le miró la mano desconfiada, pero igual se afirmó de ella —. ¿Qué quieres?

—Darte un beso —se encogió de hombros y fue él quien acortó la distancia.

—Ahora que ya me he lavado la cara y los dientes, ¿quieres besarme? —alzó una ceja y puso las manos en sus caderas.

—No. Solo que, jamás te había visto recién despierta y me impresionó que fueras de las que se les cae la baba —sonrió y Peyton movió la cabeza —. Ya, si tampoco es para tanto.

Amante de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora