Capítulo 26

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Darrell dio un paso temeroso a la habitación de las chicas. Peyton escuchó como la puerta se cerraba y entrelazó los dedos por la nuca, hundiendo aún más la cabeza entre sus piernas. Era una escena brutal para los ojos de Darrell. Tragó saliva, miró a Rachel y se percató que, ella al igual que él, estaba en estado de consternación. Realmente era impresionante ver a Peyton en ese estado tan estremecedor. Nunca pensó que Peyton podría reaccionar así. Sí, creía que se enojaría, pero llegar a quedar devastada, no, nunca lo imaginó siquiera. Ella asintió en silencio y los dejó a solas, era lo mejor.

Darrell resopló y se quedó de pie como una estatua, mirando como Peyton trataba de controlar sus sollozos. Caminó lento hasta quedar frente a ella. Quería alargar la mano y tocarla, sin embargo, tenía miedo. Tenía claro que la chica estaba muy decepcionada de él y eso lo destruía por dentro.

—¿Qué mentira me vienes a contar ahora? —preguntó de repente, sin levantar la cabeza.

Darrell quedó helado. Peyton tenía la voz ronca y áspera, algo que nunca pensó escuchar. Su voz era suave, delicada, nada que ver con lo que estaba oyendo en ese momento. Comprendió que estaba así por tanto llorar y por tanto gritar. Su cabello estaba hecho un lío, sus manos estaban blancas. Seguramente por el frío. Miró a su alrededor y vio la mochila en el piso.

Temía que, si decía alguna cosa, Peyton lo volviera a mandar al infierno. Se humedeció los labios y caminó hasta el escritorio de la chica, allí dejó las carpetas con sus apuntes. Dirigió los ojos hacia ella y Peyton todavía no se movía, y eso lo desesperaba. Cerró sus párpados y soltó el aire que estaba retenido en sus pulmones. Demonios, qué difícil era todo, qué complicado era pedirle perdón sin que ella pensara que él le estaba mintiendo otra vez.

—Te hice una pregunta —habló una vez más.

—Peyton..., yo... —tragó —. Quiero que hablemos.

Darrell caminó hasta donde estaba, y se sentó frente a Peyton. Alargó la mano, sin embargo, no llegó a tocarla. Se miró los dedos y los recogió antes de que la tentación de ponerlos sobre ella se hiciera realidad.

—¿Para qué quieres hablar? —escuchó como absorbía por la nariz —. ¿No te parece que ya sé lo suficiente?

—No sabes nada —dijo tranquilamente.

En ese momento, Darrell, observó como Peyton lentamente levantaba su cabeza. Quedó helado al ver el rostro de la chica. Sus ojos estaban hinchados y muy rojos, debajo de ellos tenía unas manchas amoratadas. Sus labios estaban resecos y su piel pálida. Ella no despegó la mirada de sus ojos negros. Aún le parecía increíble que Darrell, el chico del que siempre había estado perdidamente enamorada, fuese ese hombre, del que irónicamente también se enamoró como una estúpida.

—¿Ah, no? —frunció el ceño —. Entonces dime. Dime porque te burlaste de mí —dijo con la voz fría, carente de sentimientos. Los tenía, sin embargo, los estaba reprimiendo lo que más podía.

—¿Hasta cuándo tengo que decirte que no me he burlado de ti? —pasó la mano por su cabello.

Sus ojos negros la traspasaban. Sabía que era un libro abierto para él, sabía que Darrell podía ver mucho más allá de lo que ella misma podía. La conocía tan bien que eso la perturbaba. Quería huir de su mirada, pero no podía, eran como un imán al que ella estaba completamente magnetizada. Sus ojos estaban tan negros, tan profundos. Darrell había llorado, lo podía ver. Los ojos del chico estaban carentes de brillo, carentes de vitalidad, al igual que los de ella. Peyton supo que él también estaba destrozado. Sin embargo, estaba cegada por el dolor de haber descubierto que Darrell le había mentido.

Amante de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora