Capítulo 7

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Por eso no le daba importancia a lo que sus compañeras de ramo pensaban de ella, ni siquiera le interesaba lo que Natasha pensaba. Natasha, aquella chica..., esa sí que era una auténtica zorra, pero al completo descubierto. Peyton sabía que se había acostado con casi media facultad. ¿Cómo diablos Darrell se hizo novio de ella? ¿Qué se le pasó por la cabeza al pedirle estar con ella? ¿Darrell estaba tan necesitado de sexo? No... Puede ser que ella le haya pedido ser su novia, era lo más seguro. Pobre desesperada, estaba tan necesitada de un hombre para cogerse que quién mejor que el popular y deseado Darrell Bennett.

Cerró los ojos una vez más y dio un último suspiro antes de incorporarse. Ya había estado lo suficientemente sola, desconectada de todo y de todos. Así que pudo pensar en muchas cosas, aunque no llegó a ninguna jodida conclusión. Caminó por el pasto reseco a lo largo del parque, hasta que a lo lejos pudo divisar una silueta apoyada en un árbol, con las manos metidas en los bolsillos. Estaba molesta aún, y pensó en cruzar la calle para no tener que mirarlo a la cara.

No deseaba hablar todavía con él, pero lo meditó mejor y decidió seguir su camino. Debía aprovechar de que estaba solo, así podrían conversar sin que nadie los molestase. Cada paso que daba hacía que se acercara más a él.

Se puso delante suyo, entonces se dio cuenta que estaba con los ojos cerrados, caminó rodeando el árbol y se afirmó en el otro lado del firme tronco. Ambos estaban en silencio, sin embargo, Peyton sabía perfecto que Darrell sentía su presencia.

—Disculpa —musitó haciendo que abriera los ojos, pero ella no se movió de su lugar, quería dejarlo hablar —. No debí ponerme así.

—¿Por qué reaccionaste de esa manera?

—¿La verdad?, no lo sé.

—Darrell —susurró.

—Sí... Sé que no tengo derecho a pedirte ninguna explicación —reconoció —. Somos amigos y no quiero perderte por mi estúpida reacción.

Peyton rodeó el árbol y se puso frente a él. Darrell tenía la cabeza apoyada en la corteza, y aún mantenía los ojos cerrados. Lo contempló por unos instantes. Sí que era guapo el muy condenado, con razón las chicas estaban locas por él, sonrió. Darrell media casi un metro noventa, su piel era blanca, sus ojos y su cabello eran negros. Tenía un hoyuelo en su mejilla izquierda y cuando se sonreía se acentuaba aún más. Siempre se vestía casual, pero con estilo. Jeans, camisas o poleras, haciendo juego con sus Converse. Tenía tan buen gusto el desgraciado.

A Peyton si le gustó y le gustó por mucho tiempo, siempre trató de no demostrárselo, ya que si lo hacía lo más seguro que él se alejase de ella. Cuando Darrell la buscó en la universidad, se dio cuenta que no había cambiado nada, es más, estaba mucho más guapo que la última vez que lo vio, que había sido casi un año y medio atrás. Ella ya no sentía lo mismo, estaba de novia con Oliver en ese momento y cuando él terminó con ella, Darrell se acercó. Peyton se dio inmediatamente cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de estar con un chico como él y rápidamente lo alejó de su corazón, fue lo mejor que pudo haber hecho.

De a poco su amistad fue creciendo. Al principio, a pesar de que él la había buscado, era un pesado y petulante con ella, sin embargo, algo cambió en él y se comenzó a acercar, a pasar mucho más tiempo junto a ella. El día que Darrell le insinuó algo, Peyton se puso muy nerviosa, no sabía si era verdad o mentira, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que ese era su humor.

Un humor muy negro, por cierto...

—No seas tonto, nuestra amistad no se romperá por algo así —posó su mano en la fría mejilla del chico.

Darrell al sentir el contacto abrió los ojos y cuando la miró, Peyton le estaba sonriendo. Al ver su expresión supo que ella le estaba hablando con sinceridad. Se miraron en silencio, pero no era un silencio incómodo, era tranquilo y hasta relajante. Cada vez que uno de ellos tenía algún problema, buscaba al otro y se quedaban en ese mutismo tan pacífico que los reconfortaba tanto.

Darrell levantó su mano y la puso sobre la de Peyton, cerrando así sus negros ojos mientras respiraba profundo. Afirmó su muñeca y deslizó la mano hasta su boca, ahí le dejó un beso en la palma. Aquel gesto provocó en Peyton una sonrisa boba, ese chico sí que era especial.

Aún apoyado con los párpados cerrados, alargó la otra mano agarrando así uno de los mechones de cabello que caía por el brazo de Peyton. Era tan suave como un trozo de seda, ese exquisito olor a flores combinado con manzana que desprendía, lo relajaba por completo. Era una fragancia natural de ella, no empalagoso ni pesado como el que usaba Natasha u otras chicas con las que él había estado.

Este aroma era único, suave, refrescante, adicto para cualquier nariz que se acercara. Envolvía las finas hebras de cabello entre su dedo índice y pulgar, para enrollarlo con suavidad. Se sentía tranquilo estando solo con ella. Peyton le daba la misma tranquilidad que cuando estaba en casa.

Le gustaba conversar con ella ya que tenían tema para todo, era una chica culta e interesante y si no entendía algo de inmediato se instruía. Le gustaba escuchar música junto ella, a pesar de no tener los mismos estilos musicales, igual se ponía el otro audífono tan solo para acompañarlo. Le gustaba comer con ella y hacerla enojar cuando le picaba la comida. Le gustaba sentarse con ella bajo la sombra del gran árbol entre descansos. Le gustaba ver su rostro cuando la molestaba diciéndole cosas en doble sentido, el ver sus mejillas tan rojas como un tomate lo hacían sonreír. Le gustaba su determinación a la hora de no tomar en cuenta a las envidiosas de la universidad. Le gustaba que cada vez que él tenía algún problema, ella era la que estaba ahí para brindarle su apoyo, sin cuestionarlo, sin pedirle explicaciones. Le gustaba jugar con su cabello cada vez que él quería, pero lo que más le gustaba era estar junto a ella.

Sin embargo, eran solo amigos...

—¿Vamos? —dijo de repente sacándolo de sus cavilaciones.

—¿A dónde? —abrió los ojos confundidos, estaba tan ensimismado que perdió la conciencia de donde estaban.

—A la residencia, ¿a dónde más?

Darrell miró sus pupilas brillantes, jodidamente eran como un par de caleidoscopios. Fácilmente te perdías en ellos si los mirabas con mayor profundidad. Tenían un brillo tan desconocido ante los ojos de Darrell que, a veces perdía la noción de tiempo y espacio.

—¿Qué sucede? —entrecerró los ojos inquisitivamente.

—Nada —se separó del árbol y tomó su mano. Al darse cuenta de que Peyton no se quejó, él no lo pudo evitar —. ¿Te gusta que te tome de la mano?, ¿eh? Ya no lo niegues más, yo sé cuánto te gusta que te toque —levantó una ceja.

—¡Darrell! —golpeó su pecho.

—Ven acá —la atrajo hacia él abrazándola por el cuello, haciendo que Peyton metiera la mano por debajo de su chaqueta y rodeara el brazo por su cadera enganchando el pulgar en la pretina de su pantalón.

Peyton por alguna extraña razón sentía su pecho apretado. Era tan raro sentirse se esa manera, ya que varias veces habían estado abrazados así, sin embargo, en ese momento algo pasó. Su cercanía la descolocaba e incluso se sintió un poco incómoda, seguramente era porque acababan de hacer las paces.

Recorrieron por el parque en silencio. Peyton levantó la mano y entrelazó sus dedos con los del chico, él apretó de ella al sentir ese contacto. Siguieron caminando a lo largo de aquel lugar, conversando cosas sin mucha importancia. Trabajos que tendrían que realizar, los exámenes que se avecinaban, y de sus carreras como futuros médicos.

Se reían aún estando abrazados, perfectamente quienes no los conocían podrían pensar que eran un par de enamorados, la química que surgía cuando estaban juntos era muy fácil de envidiar. Quizás por eso Natasha le tenía tanto recelo.

Al estar abrazada de Darrell, parecía ser ella su novia...

Amante de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora