Peyton enredó los dedos en su oscuro cabello, pero no podía sentirlo en su plenitud ya que lo tenía atrapado bajo el antifaz. Quiso sacárselo y saber quién era. Entonces, decidida, metió un dedo por debajo de la estorbosa tela. Sin embargo, él de inmediato reaccionó echándose para atrás, separándose de sus labios.
—No preciosa —susurró en su boca —. Recuerda que este juego es así. Yo no sé quién eres, y tú no debes saber quién soy —volvió a besarla con desesperación.
Caminó con ella hasta la cama con una habilidad única. Solo un buen amante podía saber lo que hacía y, sin lugar a dudas, este era un perfecto amante. La recostó sobre el edredón sin separarse de ella, sin dejar de besarla en ningún jodido minuto.
Llevó una de sus manos hasta el nacimiento de sus senos y nuevamente comenzó a jugar con aquellos pezones endurecidos. Subió y bajó por su vientre, provocando en Peyton espasmos incontrolables. Se separó de su boca tan solo para deslizarse hasta su cuello, lo besó y succionó. Como si eso no bastara, siguió bajando por el medio de sus senos dejando un suave rastro de saliva. Peyton subió las manos por sobre su cabeza y la echó hacia atrás hundiéndola en la almohada.
Cuando llegó hasta la orilla de sus bragas, pasó la lengua dibujando la línea que lo separaba de tan ansiado manjar. ‹‹ ¡Oh! Por Dios ››, pensó Peyton, al sentir que cada vez se aproximaba más a ese lugar recóndito que ardía como fuego puro.
Enganchó sus pulgares en cada lado y con un suave movimiento fue bajando esa pequeña y estorbosa prenda. Cuando ya estuvo fuera, se irguió por completo para poder contemplar lo que tenía frente a él. Pudo notar el leve sonrojo en las mejillas de ella, lo que le permitió la osadía de sonreír de medio lado, lleno de placer.
Tan bella, tan femenina se veía solo con las ligas y los tacones. Era la mujer más malditamente excitante que había visto en su vida. Tomó uno de sus pies para posarlo sobre su hombro y desabrochó su tacón. Deslizó la mano a lo largo de su pierna y suavemente fue bajando la liga que cubría su blanca, suave y fresca piel. Realizó el mismo trabajo con la otra pierna. Peyton solo veía con el cuidado que ese hombre sacaba sus prendas y tan solo podía suspirar con deleite.
Puso sus manos en las rodillas de Peyton, separando lentamente sus piernas. Ella al saber lo que pasaría cerró sus ojos y cedió a lo que aquel hombre misterioso pretendía. Primero, besó sus pantorrillas, luego subió hasta sus rodillas, separó un poco más y besó la parte interna de sus muslos desnudos. Tenía la piel más suave de lo él imaginó. Luego besó su cadera derecha y dejó un camino ardiente de besos hasta llegar a la izquierda.
Hasta que bajó lentamente perdiéndose en el valle de su feminidad. Cuando Peyton sintió aquella lengua caliente, soltó un gemido lleno de lujuria y apretó con todas sus fuerzas la almohada que estaba entre sus manos. Acarició aquel punto que llevaría directo al placer, con la punta de la lengua, y haciendo un movimiento delicioso. Llevó uno de sus dedos hasta su intimidad comenzando a sacar y a meter aquel juguetón dedo dentro de ella, mientras saboreaba su esencia.
La penetró con otro más, formando círculos en su interior. Peyton creía que moriría allí mismo. Dios, ¿es qué cómo se podía sentir tanto placer tan solo son su lengua y sus dedos? La estaba llevando directo a las puertas del cielo. Abrió bruscamente los ojos al sentir como él daba un pequeño mordisco en su sensible piel. Nunca antes nadie le había hecho eso, sin embargo, se sintió tan bien, tan adictivo que quería volver a sentirlo. Su pecho subía y bajaba ante tales sensaciones. Ya comenzaba a sentir un intenso calor en su bajo vientre, aún no quería correrse, deseaba seguir disfrutando de tan exquisita lengua experta.
Sus dedos entraban y salían con un suave cuidado, como si ella fuese la flor más preciosa que él no quisiera dañar. Subió una mano lentamente por su estómago hasta llegar a su objetivo, comenzando así a masajear su pezón desnudo.
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Amante de medianoche
JugendliteraturPeyton Cooper es una chica extrovertida, risueña y estudiante de medicina. Con tan solo veinte años ya se había ganado una fama que no concordaba con lo que ella era. Sus compañeras de universidad siempre hablaban a sus espaldas. Decían que era una...