—¡No! —gritó con agonía —. Darrell, mi amor. No me hagas esto, por la mierda —besó sus fríos labios.
Peyton miraba el rostro blanquecino de Darrell, sin poder creer lo que ese hombre le estaba diciendo. Sentía que en cualquier momento se desmayaría por la impresión que la estaba azotando. Darrell, su amor, no podía estar muerto. Todavía no podía comprender en qué jodido momento todo se tornó tan espantoso. Era una puta pesadilla de que la que quería despertar. Le besaba la cabeza, su cabello estaba tieso de sangre. No importaba, ya nada lo hacía. Ella creía que besándolo lo volvería a la vida.
No era así...
—Por..., por favor —levantó la vista y fijó sus verdes ojos en el hombre que la miraba compungido —, haga algo. No permita que muera —miró a Darrell —. ¿Verdad amor? Esto no puede estar pasando, ya despierta por Dios y déjate de bromas —pasó sus trémulas manos por el amoratado pecho del chico, tratando de darle calor a su frío cuerpo.
El hombre tenía el corazón apretado ya que en los años que llevaba realizando la labor de paramédico, jamás había visto a una chica tan devastada. Era un escenario desolador para sus experimentados ojos. Él se veía muy joven, estaba en la flor de la vida y con un futuro entero por delante. Inevitablemente recordó a su hijo. Sacudió la cabeza, algo tenía que hacer, no podía dejar que ese muchacho muriera. Se levantó del suelo y se acercó al chofer de la ambulancia.
—Apúrate, trataré de reanimarlo otra vez. Necesito que vayas lo más de rápido que puedas.
Se volvió a Darrell y tomó el desfibrilador. Ajustó los voltios para realizar la descarga eléctrica, untó gel y procedió a poner el aparato en el tórax de chico. El cuerpo de Darrell se agitó con fuerza. Peyton miraba desesperada como el hombre volvía a subir los voltios, pero en esa ocasión puso el aparato en el abdomen, debajo de las costillas. Soltó otra descarga, una vez más el cuerpo del Darrell dio una fuerte sacudida.
—¡Vamos chico!, tú novia está aquí contigo. No puedes dejarla sola —una gota de sudor corría por la frente del paramédico. Volvió a realizar la maniobra —. ¡Piensa en ella muchacho! —miró por breves segundos a Peyton, y ella estaba bañada en lágrimas —. ¡Estoy seguro de que si la vieras como está, correrías a abrazarla! —jadeó.
Ya estaba cansado, sin embargo, no estaba dispuesto a darse por vencido. Por encima de todo estaban los pacientes, y ese chico lo necesitaba más que nunca.
Peyton apretaba sobre sus labios la mano de Darrell. Tenía los párpados cerrados, pidiéndole, suplicándole en susurros que abriera los ojos. Dios, no podía acabar todo así.
—Vamos Darrell, tenemos tantas cosas que hacer por Dios. Me tienes que ayudar a realizar la investigación que Liam me dio —se limpió la nariz con la manga de la chaqueta —. Quiero ver tu sonrisa, mi amor. Muéstrame una vez más tu precioso hoyuelo, ¿sí? —susurró cerca de su oído —. Quiero que me hagas el amor, solo como tú sabes hacerlo. Da..., Darrell reacciona por favor, mi amor —besó sus labios.
El hombre se detuvo cuando el electrocardiograma dejó de emitir ese horrible sonido y ahora se escuchaban los débiles signos vitales de Darrell. Soltó el aparato y se dejó caer al suelo agotado, mientras soltaba un suspiro aliviado. Peyton abrió los ojos con sorpresa y sus labios dibujaron una frágil sonrisa.
—Eso es mi amor —le acarició el rostro —. Ahora solo debes aguantar —le suplicó.
Darrell respiraba con mucha dificultad, su pecho subía y bajaba pausadamente. Solo tenía que resistir un poco más hasta llegar al hospital, para poder recibir el tratamiento adecuado. Para Peyton era como si los minutos no pasaran. ¿Cuánto faltaba para llegar? Estaba desesperada, no quería pensar en que el corazón de Darrell se volviese a detener. ‹‹No eso no pasaría››, se dijo. Él era fuerte, le sobraba la vitalidad y esa no era más que una prueba que el destino les estaba dando para poder estar juntos, por fin, después de tantos años.
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Amante de medianoche
Teen FictionPeyton Cooper es una chica extrovertida, risueña y estudiante de medicina. Con tan solo veinte años ya se había ganado una fama que no concordaba con lo que ella era. Sus compañeras de universidad siempre hablaban a sus espaldas. Decían que era una...