Darrell le acarició el cabello peinándolo un poco. Es que la pelea que había tenido con Natasha la había dejado con una maraña terrible en la cabeza. Peyton solo observaba con la dedicación que él lo hacía, le gustaba tanto sentir sus dedos finos sobre su cabeza, tratándola como si de una delicada flor se tratase.
Cerró sus ojos para relajarse un momento, ya que su corazón aún estaba un poco conmocionado por lo que había pasado. Nunca pensó en verse enfrascada en una situación tan, ¿ridícula?, ¿vergonzosa?, ¿estúpida? Lo cierto era que no podía dejar de pensar en Natasha. Se había vuelto completamente loca, una loca de patio. ¡Por Dios! ¿Pegarle por un hombre?, ¿en serio había pasado aquello? Si no le doliese tanto su labio pensaría que todo era un puto sueño, pero no, su boca estaba adolorida, hinchada y con notorios signos de que allí habría un gran hematoma. ¡Mierda!
Pensaba que Natasha era una zorra sin clase y muchas otras cosas más, pero jamás pensó que pelearía por un hombre. Justamente ahí se notaba el nivel de bajeza que tenía y de lo desvergonzada que podía llegar a ser. Pero ya fue y no le seguiría dando vueltas al asunto, ¿para qué? En todo caso Natasha ya sabía que ella no tenía la mano muy suave a la hora de pegar, y con eso se reconfortaba. Lo pensaría dos veces antes de volver a ponerle un jodido dedo encima.
No se dio cuenta en qué momento Darrell la había llevado a la cocina y la había sentado sobre la encimera. ¿Tan absorta estaba? Sí, muchas cosas pasaban por su cabeza en esos momentos, tantas que hasta se le olvidó que estaba en la habitación del chico. Vio como Darrell se daba media vuelta y sacaba unos hielos del congelador, volvió a su lugar y puso uno sobre su labio. ¡Mierda!, como dolía. Solo miraba como él se concentraba en su boca. En algunas ocasiones fruncía el ceño, estaba en silencio, pero no era incómodo. Lograba escuchar su acompasada respiración. Subió la mirada y la fijó en la de ella.
—¿Te sientes mejor? —ladeó su cabeza preocupado.
—Sí —le dio una sonrisa tranquilizadora —. Ahora estoy mucho mejor.
—Peyton —musitó —, nunca pensé que esa loca te haría algo así.
—No quiero hablar de ella, Darrell —lo interrumpió tranquila —. Ya te lo he dicho, tú no tienes la culpa de lo que ha pasado esta noche, ¿y sabes? —sonrió.
—¿Qué? —aún sostenía el hielo en su labio.
—Quiero que aprovechemos el tiempo que nos queda juntos —miró el reloj que estaba en la pared —. Son casi las cuatro de la madrugada y no quiero perder el tiempo en lamentaciones —sacó su lengua y la pasó por el hielo rozando los dedos del chico, cosa que él le hizo dar escalofríos —. ¿Te parece si hacemos algo más..., interesante? —lo miró coquetamente.
—Eres una golosa —rio con perversión —. Mira que estás con tu labio partido y aún piensas en tener sexo —movió la cabeza.
—¿Dime que no te gusta? —entrecerró los ojos.
—¿De ti?, todo me gusta Peyton —dijo con la voz ronca.
Darrell metió una de sus piernas entre las de ella y obligó a que las abriera, cuando lo hizo se posó en el medio. El vestido se le subió mostrando sus bragas de encaje blanco. Darrell miró hacia abajo y se mordió el labio al ver tan bella exhibición. Se miraron a los ojos. Él levantó la ceja de manera maliciosa, entonces deslizó el hielo desde el labio hasta su mentón, pasando por su cuello y llegando hasta su escote, terminando de gastarlo sobre su erizada piel.
Bajó los tirantes del vestido por sus suaves hombros y se deleitó al ver que no llevaba brasier. ¿Es que acaso nunca los traía puestos? La verdad es que no le importaba, muchísimo mejor así porque le facilitaba el trabajo y eso le encantaba. Mientras más rápido estuviera desnuda frente a sus ojos mucho más delicioso, sobre todo, porque justo en ese instante se veía que un par de gotas rodaban por el medio de sus senos. Pasó las manos por detrás, bajó el cierre haciendo que la tela cayera hasta su cintura y, de paso mostraba su sexy ombligo.
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Amante de medianoche
Подростковая литератураPeyton Cooper es una chica extrovertida, risueña y estudiante de medicina. Con tan solo veinte años ya se había ganado una fama que no concordaba con lo que ella era. Sus compañeras de universidad siempre hablaban a sus espaldas. Decían que era una...