Capítulo 8

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—Hemos llegado.

—Ya me he dado cuenta —dijo con tono burlón.

—Gracias por acompañarme, Darrell.

—De nada —le besó la frente —. Es lo menos que puedo hacer por ti, después de haberme comportado como un idiota. Y otra vez disculpa por haberme puesto así. Tú puedes hacer lo que quieras y yo no soy nadie para cuestionarte, ni pedirte explicaciones sobre lo que hagas o dejes de hacer —hizo una mueca de desagrado ante lo que él mismo estaba diciendo.

—Me alegro que lo tengas claro.

—Solo espero que lo pases bien con él... —su cara de fastidio no pasó de desapercibida por Peyton. Sin embargo, no debía darle crédito porque ya sabía cómo era ese chico. Además, él tenía una novia y era solo su amigo. Punto.

—Si Darrell, pero no estoy con nadie, por favor —puso los ojos en blanco —. De todas maneras, lo tomaré en cuenta —le sonrió.

—Bueno, ya me tengo que ir. Hay una pelirroja esperando por mí —le pasó la mano por su largo cabello castaño.

Y hay estaba, si tenía novia, su pelirroja Natasha. ¿Por qué mierda eran esos celos infundados? Maldición. A pesar de hacer las paces con él, estaba muy confundida. Además, él tenía mucha culpa porque la acariciaba como si ella fuera más que una amiga. Darrell no se comportaba así con ninguna chica, excepto con ella. No podía hacerse la tonta, igual le gustaba sentirse así de importante para él.

—Sí, claro — resopló —. Como digas.

—¿Cómo, como digas? —alzó una ceja.

—Darrell, no quiero discutir contigo, pero... —dudó.

—Pero, ¿qué? —levantó los hombros a la vez que gesticulaba con las manos.

—Tú tienes a Natasha, ¿verdad? —hizo un ademán con el dedo índice sobre su mentón.

—Sí —Darrell, ya sabía para donde iba ese cuestionamiento —, ¿y?

—Entonces —hizo otro gesto —, ¡¿no crees que es un poco bastante idiota de tu parte enojarte por mi marca, si tú seguramente a Natasha le has hecho muchas más?!

—Ahí te equivocas —la apuntó con su dedo índice, luego pasó la mano por su cabello negro —. Yo a ella jamás le he hecho esa cosa —frunció el ceño.

—Como digas, Darrell —resopló negando con la cabeza.

—¿Peyton? —acercó su cuerpo.

—¿Mmm? —musitó.

—¿Estás celosa de ella? —alzó una ceja con coquetería.

—¡¿Qué?! —sacudió su cabeza confusa.

—¿Qué si acaso estás celosa de Natasha?

—¡Ah! Por favor. ¿Yo, celosa de esa? ¡Pff! No me hagas reír.

¿Celosa? ¿Peyton celosa de una pelirroja con un cuerpo despampanante, capaz de conseguir a cualquier hombre que ella quisiera o se propusiera conquistar? Mmm... No lo había pensado así. Pero esa mujer sí que era toda una seductora, por algo estaba con Darrell Bennett, jodida maldición. Ni cuando ella era tenía quince años había logrado que un hombre como él la mirase así. No sabía si la palabra exacta eran celos, pero en el fondo sí que la envidiaba..., solo un poco.

Natasha, con un cabello rojo como el infierno y unos ojos que destellaban la lujuria como un maldito: "Cómeme ahora". Unas curvas de infarto. Senos y glúteos que fácilmente llamaban a los hombres a deleitarse. Una zorra que se las sabía por libro, si quería conseguir a un chico iba y le mostraba un seno sin ningún tipo de vergüenza. Estaba acostumbrada a ser perseguida por los chicos más guapos de la facultad, incluyendo al ardiente y varonil Darrell Bennett. ¡Santa mierda!

Amante de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora