¿Qué demonios acababa de suceder? ¿De verdad había dicho eso? La mirada incrédula de Peyton aún estaba pegada en la puerta que ya estaba cerrada hacía cinco minutos. Desnuda, sudada y pegada con el chocolate, todavía no comprendía lo que había pasado. ¿Es que acaso ese hombre tenía algún tipo de sexto sentido? ¡Qué sexto sentido ni nada! Podía ser maravilloso en la cama, pero eso no le quitaba lo idiota y egocéntrico que había resultado ser.
Respiro hondo al tiempo que se incorporaba. Miró sus muñecas que estaban levemente marcadas, las masajeó un poco y caminó desnuda al baño. Cerró la puerta y se miró en el espejo. Su cabello estaba hecho un lio y su cuerpo brilloso. Se sacó el antifaz e inmediatamente se fijó como su maquillaje estaba todo corrido, le importaba una mierda verse hecha un desastre. Dio el agua, se metió bajo la lluvia de la ducha, y dejó caer el agua tibia por todo su cuerpo, apoyando las manos en la muralla enlozada.
¿Por qué él había reaccionado tan mal? Peyton sintió cuando su cuerpo se tensionó al momento en que ella dijo esas palabras. El agua se llevaba consigo todo rastro de sudor, todo rastro de chocolate, todo rastro de sus besos y caricias. Tenía que olvidarse de él, no podía ser que se sintiera enamorada de una persona a la que jamás le había visto el rostro, de una persona completamente desconocida.
Pero muy a su pesar, así era...
Salió de la ducha y tomó una toalla pulcramente puesta sobre uno de los muebles. No había reparado en lo lujoso que era el baño, había estado tan absorta en sus pensamientos que no sé había dado el tiempo de ni siquiera mirar a su alrededor. Secó su cabello, su piel y salió de ese lugar para dirigirse hasta la habitación. Se vistió con el ceño fruncido, con una extraña sensación. Miró el antifaz y se lo puso, por supuesto que no quería que nadie la viese.
Al salir de la habitación, caminó a lo largo del pasillo y en cuanto estuvo afuera sintió como el aire golpeaba su rostro, llevándose así todos sus pensamientos. Sin embargo, eso no pasaría ya que al mirar al frente vio a ese hombre de pie junto al final de las escaleras. Su rostro estaba serio debajo del antifaz. La verdad es que no tenía ganas de verlo, no después de lo que él le había dicho, no después de que prácticamente la rechazara. ¿Se podía decir que la había rechazado? No estaba muy segura de eso. Lo cierto era que él la había dejado sola, con ganas de más y eso no podía dejarlo pasar. Sí, todavía tenía ganas de estar con él, pero no sé lo haría saber jamás.
No se lo merecía...
Comenzó a bajar las escaleras para poder tomar un taxi y trató de hacer caso omiso a lo que significaba la presencia de ese hombre. Él estaba de brazos cruzados y apoyado en una de las barandillas mirándola, acechándola. Peyton caminó dignamente, con su frente en alto y lo ignoró olímpicamente. Pero no contaba que él la afirmaría del brazo, haciendo que su cuerpo se estremeciera. ¡Maldita sea!
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó la chica con la voz fría.
—Solo quiero que conversemos —contestó poniéndose al frente de ella.
—Yo no tengo nada que conversar contigo —desvió la vista. No quería mirarlo a los ojos, no quería caer ante su embrujo una vez más —. Yo no sé qué demonios te pudo haber sucedido en la habitación —se encogió de hombros —, y la verdad es que no me interesa —volvió la vista y la clavó en sus ojos —. Te aseguro que no volverás a verme, porque a este lugar no pienso regresar jamás —trató de soltarse de su agarre, pero él no la dejó.
—Me he portado como un estúpido contigo —reconoció, sin dejar de mirarla.
—Vaya que sí —dijo con sorna.
ESTÁS LEYENDO
Amante de medianoche
أدب المراهقينPeyton Cooper es una chica extrovertida, risueña y estudiante de medicina. Con tan solo veinte años ya se había ganado una fama que no concordaba con lo que ella era. Sus compañeras de universidad siempre hablaban a sus espaldas. Decían que era una...