7- Raymond

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Abrió la gran puerta de entrada de golpe y se quedó detrás de ella, respirando agitada. Tantas veces le había advertido, le había repetido que no debía alejarse demasiado. Sin embargo, aquella mañana de verano era tan preciosa que no pudo aguantar seguir un camino distinto. No creyó que fuera importante o que algo ocurriría. La verdad es que nunca pasaba. Todo eso quedó atrás cuando se dio cuenta de que la seguía, un joven con un maletín.

Sintió pasos venir desde la última puerta del pasillo, cubierto del papel tapiz color lila. Cuando vio sus ojos verdes salir por la puerta del escritorio se quedó petrificada.

- ¿Qué tienes? – Le preguntó con voz calmada, ladeando el rostro cubierto de una capa de maquillaje blanco. Comenzó a analizarla de arriba a abajo.

- Señora, yo no quería... él me siguió hasta aquí. – Balbuceaba, algo que sabía que su tutora detestaba y que no pudo evitar.

- ¿Qué ocurre?

Por los dos pedazos de vidrio que rodeaban el marco de la puerta pudo verlo. Era un joven, que venía caminando desde el camino que llevaba al pueblo. Se quedó con los pies pegados al piso y dejó de respirar por un instante. Nunca lo había visto de tan cerca. La visión era extraña y emocionante a la vez. Jamás alguien le había dicho lo que sentiría.

- Perdón yo... - La chica seguía intentando formular palabras que la mujer había dejado de escuchar.

- Ya, basta. – Se dirigió a ella de golpe, con la mirada pegada en sus ojos castaños claros. Bajó la voz al ver que el joven hacía un ademán de acercarse a golpear la puerta. – Cuantas veces he dicho que no cruces ese arroyo sin mi autorización. – Se acercaba, por lo que la tomó del brazo y la llevó al final del pasillo, adentrándose ambas en la oscuridad de la mansión blanca. – No quiero que le abras, no quiero que salgas de la casa mientras él siga aquí. ¿Entendido? – Su voz firme la dejó helada.

- Sí, señora Connery. – Agachó la mirada – Iré a terminar mis tareas.

Cuando la joven comenzó a subir las escaleras, Marya sintió la voz del chico y un golpe en la puerta.

- ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Al ver que se asomaba por el vidrio, cubierto de una delgada capa de polvo, se ubicó detrás de la puerta de su escritorio. Se le escapó una sonrisa.

- ¿Hola?

La voz grave se apagó. 

Más allá de mis palabras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora