7- Helena

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Desperté cuando sentí que alguien abría la puerta. Abrí los ojos y me encontré con el cuerpo pequeño y delgado de Felicia, quien traía una bandeja con un vaso de jugo de frutas y unos pasteles color blanco.

Me demoré un poco en sentarme en la cama, por lo que la joven dejó la bandeja sobre la cómoda, aguardando que yo le diera una señal.

- Buenos días, Helena – Dijo con una sonrisa de oreja a oreja, siguiendo las instrucciones que le había dado acerca de llamarme "señorita". – Supuse que estaría cansada por su paseo de ayer así que pensé que lo mejor sería que desayunara aquí. – Se dirigió hacia la puerta y la cerró, antes mirando a ambos lados, como si buscara alguna presencia en el vacío segundo piso.

- Gracias, que amable. – Musité todavía refregándome los ojos. Miré a mi alrededor, confundida. Todavía me costaba saber dónde me encontraba cuando despertaba por la mañana.

Felicia tomó la bandeja con ambas manos y la puso al borde de la cama.

- Estos pastelitos son mis favoritos – Comenzó mientras los analizaba con la mirada – Creo que podrían gustarle. Aunque hay más variedad abajo. Mildred cocina como si en la casa hubiera veinte personas desde su llegada. Yo he dicho que come poco, pero no parece escuchar. insiste en que le traiga rebanadas de pan y yogurt, junto con todo lo demás.– Sus ojos oscuros se posaron en mí otra vez. – Lo siento, estoy molestándola, ¿no es así?

No había visto a Felicia hablar tanto desde mi llegada a Connery Fields, por lo que su actitud me tomó por sorpresa.

- Tranquila – Mencioné arreglándome un poco el cabello mientras me sentaba en la cama, ubicando algunos de los grandes almohadones detrás de mi espalda. – Se ve delicioso. – Acerqué, con algo de su ayuda, la bandeja hacia mis piernas.

Felicia se paró y se dirigió al ventanal que daba hacia el balcón, para abrir las cortinas. Afuera estaba completamente soleado. Pensé enseguida en la playa y el puerto; lo hermoso que todo se vería una mañana como aquella y las ganas que tenía de volver a salir.

- ¿Qué tal el paseo? – Preguntó sin mirarme, con la vista perdida en el paisaje.

Suspiré.

- Fascinante. – Me tomé la cara con ambas manos - Fue como un sueño. Primero recorrimos toda la avenida principal en auto. Es realmente asombrosa la manera que ha tenido el pueblo de desarrollarse junto al mar y la playa. Luego, Gartia me llevó a hacer el camino a pie, desde donde tuve una vista todavía más cerca de las tiendas y restaurantes que se aglomeraban a su alrededor – Me sentía como una niña hablando de su primer día de escuela, sin poder detenerme. El hecho de que Felicia hubiese hecho la pregunta me permitió salir del ahogo de la soledad de la mansión. – Almorzamos juntas, ¿sabes? En casa de Gartia. Preparamos ravioli. Hace tanto no lo hacía... No soy buena en la cocina, pero ella me iba ayudando y juntas lo logramos. Y luego – Suspiré – luego fui a la feria y la fiesta que se arma cada año para dar la bienvenida al verano. – Pude sentir que mis mejillas ardían – Fue asombroso, Felicia. Supongo que ya has visitado el lugar para la fecha y sabrás mejor que yo de lo que hablo. – Estaba hablando tan rápido que me detuve, para no abrumarla – Incluso, conocí a una persona. – Sus ojos grises volvieron a mi mente. Se me escapó una sonrisa discreta. – Aunque creo que ya la he visto antes, no sé...

Paré en seco y esperé a que ella reaccionara, pero ni se inmutó al escuchar mis palabras. Se quedó de pie, sin moverse, con sus brazos delgados junto a su pequeño cuerpo, rozando su delantal color crema. Estaba con la mirada absolutamente perdida en el paisaje, esperando a que yo continuara. Y lo hice, cuando recordé que había sido ella la que me había pasado el libro de portada negra, con sus ojos negros haciéndome prometer que guardaría el secreto.

Más allá de mis palabras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora