13- Jeremy

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Aquella noche, el señor y la señora Bells embarcaron rumbo a altamar para celebrar, mientras Rosette y su hermano menor cenaban legumbres. No era común hacerlo, pero su padre lo había prometido antes de partir.

Jeremy ayudó a la chica a lavar. Luego ella se fue a tejer a la chimenea con el tocadiscos viejo de su abuelo haciendo sonar una suave melodía compuesta por violines. Pese a lo adorable que era la escena, el chico no pudo evitar subir las escaleras e ir a su habitación en busca de algo más dinámico que ver como Rosette movía los palillos. Desde la ventana que estaba junto a su cama, pudo ver que las nubes se arremolinaban en el firmamento, dejando caer gruesas gotas de lluvia. Era como si estuvieran buscando estropear la anual fiesta de inicio de verano que se armaba en la playa.

Su padre había dicho que podía reparar el Estrella Azul, por lo que lo primero que hizo fue tomar uno de los cuadernos donde solía tomar nota, antes de poner manos en el bote, de lo que Tom realizaba ante una avería. Se podía decir que Jeremy no era una persona sumamente ordenada, por lo que una docena de notas volaron al abrir el contenido del cuaderno: dibujos, gráficos, listas... Rebuscó entre los papeles caídos y se percató de que uno de ellos contenía varios párrafos largos. Eran las instrucciones que su padre había garabateado, ya que el pequeño debía pedir que deletreara una y otra vez cualquier palabra que sonara a vocabulario de marineros. Tom solo le había hecho la tarea un poco más fácil.

Cuando bajó las escaleras, utilizó la segunda puerta a la izquierda, la que lo llevó directo al garaje. Ahí estaba el Estrella Azul, esperando por ser reparado.

Era un bote de pesca grande, pintado debajo con dos líneas; una azul y la otra blanca. De este, emanaba un potente olor a sal, la que estaba acumulada en varias de sus esquinas. Jeremy pasó la mano por todo el rededor y luego se sentó en el piso que utilizaba su padre en caso de hacer reparaciones. Era de madera, pequeño y daba la estatura perfecta para analizar el motor desde atrás.

Ahí, leyó las notas por segunda vez y las repasó una tercera. Sabía donde estaban las partes que ahí se nombraban, sabía que tenía que hacer, solo que le daba miedo cometer un error. Podría arruinarlo aún más.

Recordaba las palabras de su padre antes de partir y sintió más coraje. Sin embargo, el sudor ya corría por su frente. Sus manos tomaron una herramienta, pero sus temblores la hicieron caer.

Observó el reloj. Las diez y media.

Se golpeó la frente con la palma de la mano y dio vueltas nuevamente al Estrella Azul, aturdido. Ya no estaba seguro de querer sorprenderlos.

Once y media.

Se sentó en el mismo lugar de hace una hora y esta vez, cerró los puños con decisión. Estaba hecho para mirar alto y rendirse no era lo que su padre hacía. ¿Qué clase de tonto era? Ahí, abandonada, yacía la oportunidad de ser un adulto por primera vez. Tomó la herramienta del suelo y fijó la mirada en el punto exacto. Podía hacerlo.


Iba a ser medianoche y aún faltaban cuatro pasos. Jeremy se pasó el brazo por la frente y hundió los hombros. Todo estaba marchando, por ahora, muy bien. Sin embargo, a horas como esas su madre hubiera aparecido por la puerta diciendo que no eran horas para que un jovencito estuviera despierto. Se paró en ambos pies, agotado, luego de haber puesto tanto esfuerzo en lo que a su padre le hubiera tardado solo una hora y caminó con los pies sintiéndolos pesados hasta las escalerillas.

Puso el dedo en el interruptor y enseguida abrió la puerta para ir arriba.

Su hermana estaba dormida en la sala, aún con los violines de música de fondo. Su tejido en rosado estaba entre sus brazos y uno de los palillos colgaba realizando movimientos en círculos cada vez que la chica respiraba.

Cuando Jeremy quiso dejarlo a un lado, ella lo tomó del brazo con miedo.

- ¿Quién es?- Abrió los ojos como plato, lo que hizo a Jeremy pestañear. Su rostro fue pasando del pánico a la comodidad, cuando se dio cuenta de que solo era su hermano.- ¿Qué hora es?- Sonaba adormilada y su cabello lucía como una gran manta sobre sus hombros.

- Casi medianoche- Susurró el chico. Ella dejó ir su brazo y se sentó.

Rosette pasó sus manos por su rostro y tomó con estas el tejido. Se paró, luciendo ahora mucho más alta que él.

- Ya es tarde, ve a dormir.- Sus ojos pestañearon varias veces para acostumbrarse a la luz. Comenzó a caminar, aún adormilada, hacia su alcoba en una de las puertas junto a la sala. Jeremy tuvo que apagar la única vela encendida y se dirigió escaleras arriba.

Sus ojos estaban por cerrarse, por lo que tomó suavemente las sábanas blancas que su madre había limpiado el día anterior y puso su cuerpo bajo su protección.

...

Rápidamente, soplé las velas que todavía estaban encendidas y caí dormida, sobre las sábanas. 

Más allá de mis palabras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora