11- Helena

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Mis músculos se tensaron. A medida que se acercaba a mí, con aire desafiante, dejándome ver sus arrugas y el excesivo maquillaje de tonos grises que cubría sus párpados, sentí que me hacía más pequeña.

- Yo... - Titubeé.

- Vamos Helena, no seas tímida.

Mi respiración se volvía cada vez más agitada. ¿Qué quería que dijera? ¿De qué mentiras estaba hablando? Las pequeñas llamas de las velas a mi alrededor parecían agrandarse, junto con el resto de la alcoba.

- Era el mejor amigo de mi padre –Agaché la mirada. 

Comenzó a moverse otra vez por la habitación, entre los papeles desordenados que estaban sobre el piso y los pliegues de la vieja alfombra, cubierta de una capa de polvo.

- Estás en lo cierto, lo era. – Dejó escapar una risa. – Aunque – Suspiró, todavía sonriendo - no sé qué clase de hombre intenta asesinar a su mejor amigo.

- ¿Qué? – Pude ver que se detenía frente a una estantería, bajo la cual se esparcían un montón de papeles arrugados. Se quedó ahí, de brazos cruzados, sin dirigirme la mirada.

- La noche en que tus padres partieron Ronald estaba completamente fuera de sí, enajenado. Tan pronto Raymond llegó a casa de Gartia, comenzó a gritarle y atacarlo con viejos problemas que tuvieron en el último tiempo. 

A mi mente volvieron las imágenes que él mismo describió aquella noche.

...

- Tenemos que irnos. – Pronunció.

- ¿De qué hablas? – Alcanzó a decir Gartia, dirigiéndole la mirada a Violetta.

- ¿Está todo bien, Ray? – Violetta se aferró a su vientre.

- ¿Qué pasa aquí?

Ronald lo vio tomar las llaves del auto, las que colgaban del perchero, sin decir nada.

- Solo háganme caso y vámonos. Este lugar no... Un libro... - Se tomó la frente, intentando ordenar las palabras, lo que él mismo había visto - Les explicaría pero... 

La cabeza de Ronald comenzó a dar vueltas. Sintió que le daba una punzada en el estómago.

- ¡Ya basta, Raymond!

Ronald lo miró directamente, enfurecido. Su amigo no le quitaba los ojos de encima.

- Primero abandonas el taller, luego a tus amigos, todo por encontrar una estúpida inspiración. – Apretaba los puños con tanta fuerza que él mismo sintió que las uñas comenzaban a incrustársele en la piel. – ¡Y ahora quieres irte! Deja de actuar como un niño y hazte cargo de tus responsabilidades.

- No me digas cómo hacerme cargo de mi vida, Ronald. – Se acercó a él, desafiante. – Tengo suficiente con hacerme cargo de la tuya. Sin mí en tu taller no tendrías para darle a comer a tu hijo.

Los ojos negros del joven se inyectaron en sangre.

- Raymond – Murmuró Violetta. Sus palabras quedaron flotando en la habitación.

- Deberías darme las gracias – Recalcó con fuerza esa palabra - por la manera en que he manejado mi vida – En su rostro se dibujó una sonrisa burlona, algo que lo caracterizaba al entrar en una discusión.

Ronald se aferró al bolsillo trasero de su pantalón.

...

- Tomó el cuchillo, uno que Raymond y él habían fabricado de niños para comenzar a tallar sus obras de carpintería y que llevaba consigo en recuerdo de esa profunda amistad.

Más allá de mis palabras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora