12- Jeremy

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En el puerto la mañana era tranquila. La brisa del mar y el sol cálido del otoño, habían traído consigo al cardumen de peces directo hacia la orilla. Por esta razón, una gran cantidad de pescadores se habían aglomerado en el muelle principal, en busca de sus botes y las mejores redes.

Un hombre delgado tomó las cuerdas que ataban a su "Estrella Azul" en el muelle. Su sombrero casi se voló con la brisa, por lo que tuvo que sujetarlo con su mano derecha.

- Es un buen día para zarpar, ¿no crees, Tom?- Dijo el anciano George Monroe, al que todos en el pueblo llamaban Roey. Era un viejo encorvado, fumador de pipa profesional y con barba gris bordeando todo su rostro. Llevaba un parche en su ojo izquierdo, respecto del cuál había varias leyendas entre los niños de la zona.

Ahí, en el muelle, miraba el paisaje con los brazos cruzados sobre su pecho y sus labios formando una curva.

- Lo es, por esto traje a mi pequeño para que tenga su primera mejor experiencia en el mar hoy.- Tras sus piernas altas, apareció un pequeño hombre. Llevaba puesta una camisa blanca, pantalón café y zapatos negros relucientes. Su cabello era castaño cobrizo, exactamente igual al de la mujer de Tom, pero sus facciones eran las del padre de la familia Bells. El pequeño, tomó la pierna de su padre, asustado, mientras era examinado por Roey.

- Vaya, que grande está, Tom.- El anciano se agachó para poder observar sus ojos. Claros como el mar, como todo buen futuro pescador.- Creo que será un gran marinerito.- Rio con ganas, lo que hizo al pequeño ocultar su rostro.

No es que Jeremy Bells fuera tímido. La verdad, normalmente era el primero en realizar travesuras o entablar conversaciones con los adultos. Pero hoy, estaba atemorizado entre tanto acarreo de botes y redes. La gran multitud se movía de un lado a otro y tenía miedo de no ser visto, de tropezar y de caer, ser aplastado tal vez. Siempre le habían dicho que era de muy baja estatura.

- Puede ser.- Tom golpeó a su hijo suavemente en la espalda- Vamos Jeremy, me vas a ayudar a salir del muelle.

Al chico se le iluminaron los ojos. Iban a salir del puerto y ver el océano. Ahora no era un ensayo, sino la increíble realidad.

Su padre le había mostrado como hacerlo millones de veces. Soltar las amarras, subir, encender el motor y adentrarse en la aventura. Conocía como desarmar el nudo de memoria, luego de verlo todas las mañanas de cada fin de semana hacerlo para buscar la comida que traería el lunes a la mesa de su humilde hogar.

Su padre le indicó los pasos por precaución y Jeremy lo ayudó. Finalmente, el pequeño subió al bote y Tom lo siguió de atrás. Hizo rugir el motor, dejando salir gran cantidad de agua hacia atrás.

- Mucha suerte, Bells.- Gritó Roey entre el clamor de varios motores encendidos, aparte del "Estrella Azul".

Tom alzó la mano con una sonrisa y su hijo lo imitó con gracia.

Estaba abandonando el puerto, por primera vez.

Jeremy saboreó cada pizca del aire de mar, la brisa suave y aquella más violenta que hacía revolotear su cabello. Dejó entrar a su cuerpo el olor a sal y escuchó detenidamente la dulce melodía que se generaba cuando las olas chocaban contra la proa del bote familiar. El Estrella Azul se movía de manera armónica, más de lo que el pequeño hubiera creído en el puerto. Era un suave balanceo entre las aguas. Este ritmo constante le permitía predecir el choque de una ola a la distancia.

Un grupo de gaviotas volaban junto a ellos y a ratos se lanzaban hacia otros de los coloridos barcos que se ubicaban en distintos puntos en el mar. Esto le causó mucha gracia al pequeño, que se divertía observando como los pescadores intentaban ahuyentarlas con sus enormes redes.

Más allá de mis palabras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora