11- Felicia

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Cuando Gartia llegó a la mañana siguiente, con su camioneta cargada de unos árboles de tronco delgado y otras flores, Felicia no pudo contener la emoción. De una carrera, fue al segundo piso, sin cargar una bandeja de desayuno, como solía hacerlo para camuflar sus conversaciones con Helena, y tocó la puerta. No esperó a escuchar la voz de la muchacha para abrir.

La encontró de pie frente al espejo, acariciándose el brazo con una de sus manos y aun con el camisón de pijama puesto.

- Tienes que irte, Helena. Ya está aquí Gartia – Dijo al tiempo que cerraba la puerta a sus espaldas. Al ver que continuaba con la vista fija en el espejo se posó detrás de ella. Se fijó que tenía unas grandes ojeras y el rostro pálido.

- ¿Estás bien?

La muchacha negó con la cabeza.

- No, Felicia. No creo que pueda hacerlo. - La miró con sus grandes ojos oscuros – Ayer no pude ni siquiera preguntarle.

- ¿Te dijo algo?

Sacudió la cabeza con fuerza, provocando que el cabello que tenía en uno de sus hombros cayera por su espalda.

- Estoy asustada. – Le temblaba el labio inferior - Ella conocía muy bien a mis padres, por lo que he logrado deducir a partir de nuestras cortas conversaciones y ayer – Suspiró – mencionó algo acerca de cruzar el arroyo. Como si no fuera una buena idea.

- ¿De qué hablas? Yo voy todo el tiempo...

- Quizás sea distinto para mí – Alzó un poco más la voz. Felicia miró de reojo la puerta, con temor a que alguien estuviera afuera escuchando la conversación. – Perdona. – La chica agachó los hombros – Todavía me cuesta escuchar sus nombres o hablar acerca de ellos con naturalidad. Cada vez que alguien pretende hacerlo, es como si me derrumbara por dentro y tuviera que partir otra vez.

- Helena – Sus labios delgados se juntaron, hasta prácticamente desaparecer – Tranquila. No estás obligada a nada. Lo mejor es que descanses hoy y te quedes. – En su rostro de niña se plantó una sonrisa – Te quedan muchos días aquí todavía.

Helena resopló.

- Aunque – Felicia fue al ventanal y abrió las cortinas de par en par, con ambas manos – yo pensaba que el pueblo de Connery Fields era el único lugar que, hasta ahora, te había hecho sentir diferente.

Ella la miró extrañada al escuchar que citaba una de las frases que había compartido hace unos días atrás.

Helena se quedó pensativa, sin inmutarse, mientras la criada movía la sábana de la cama hacia adelante para comenzar a ordenarla.

- Marya Connery podría estar exagerando – Todavía se movía de un lado a otro, guardando las velas en los cajones – Después de todo, su vida es una completa exageración.

Logró sacarle una risa a Helena, que ahora la observaba de brazos cruzados, desde el mismo punto de la habitación.

- Piénsalo, Helena. – Se quedaron frente a frente. Ella la tomó de los brazos con cuidado – No lo hagas por lo que hemos estado hablando sobre la biblioteca, olvídate de eso. Necesitas salir de esta mansión y respirar un poco. Sabes que me gustaría acompañarte aquí, pero estoy trabajando. – Alzó los hombros, con inocencia – Además, Marya ni siquiera sale durante el día.

La chica se mordió el labio.

- Es cierto – Dijo en un hilo de voz.

- Ni siquiera sabrá que te has ido. – Ambas rieron – Yo te cubriré. Solo preocúpate de llegar antes de la cena. 

Más allá de mis palabras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora