Capítulo 4 - Sacrificio

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Los primeros días bajo las ordenes de los Vanneti supusieron un verdadero reto para Raoul, sobretodo teniendo en cuenta un factor que no ayuda mucho en la realización de su plan: Agoney. El moreno parece haber encontrado una nueva afición en el hecho de incordiar a Raoul cada vez que tiene ocasión.

- Esta patata está mal cortada -afirma el moreno paseándose por la cocina en busca de algo que enerve al rubio

- Está igual que las demás -sentencia el menor sin desviar la vista de las patatas que le quedan por cortar

- No

- Sí

- No

"Raoul, cálmate, le necesitas vivo para llegar a Nero, no le claves el cuchillo en la yugular" se ánima mentalmente el rubio.

- Córtala tú a ver si lo haces mejor -le pica alzando una ceja

- Eras tú el que quería trabajar aquí -afirma Agoney colocándose a la altura de Raoul y acercándose más de lo políticamente correcto- yo solo te pongo a prueba

- Y no hay nadie con un cargo menos importante que el tuyo para ponerme a prueba? -le reta Raoul con altanería

- Que lo haga tan bien como yo, no -contraataca el moreno

El olor a colonia cara para tapar el del tabaco que desprende Agoney sumado a la calidez de su aliento chocando con la piel de su nuca desconcentran a Raoul que, en su despiste fatídico, en vez de cortar la patata se rebana el dedo.

- Mierda! -maldice el menor presionando el corte que tiene en el índice

- Madre mía, trae -Agoney le coge la mano y sin vacilar se lleva el dedo del menor a la boca, limpiando así la herida

- Qu...qué qué demonios haces? -pregunta el rubio con la cara más roja que la sangre que le sale del dedo

- La saliva es cicatrizante, pelapatatas -ríe el heredero de los Vanneti- no te emociones

- No me emociono -afirma con nerviosismo Raoul

Agoney sigue chupándole el dedo como si fuera lo más normal del mundo bajo la atenta mirada del rubio, que se pone más nervioso por momentos. 

- Bueno, esto ya está -sentencia Agoney observándole el dedo

- Vale

- La gente acostumbra a dar las gracias -alza una ceja el moreno

- Si no hubieras dado por saco, no me habría cortado -razona el rubio- por regla de tres, esto es tu culpa

- Que agradable, muchacho... -afirma Agoney irónicamente sin perder la sonrisa- venga que va a empezar la reunión

El joven mafioso desaparece de la cocina dejando a Raoul preparando todo para servirlo a las distintas familias que están reunidas en el jardín de los Vanneti con motivo de la negociación sobre la venta de licor.

- Te juro que cada día que pasa tengo más ganas de que llegue el momento de cargármelo -comenta Raoul a Roi, que le da el último toque a su licor antes de estar listo para servir- qué muerte me resultaría más placentera? Volarle la sien de un balazo? Rajarle el cuello con la daga de su propio padre? Envenenarle echándole cianuro en la bebida y ver como poco a poco sus ojos pierden el brillo?

- Relájate, anda -le pide Roi riendo por lo bajo- el alcohol está listo ya

- Vale, vamos a ello

El rubio se hace con varias bandejas y se dispone a pasearse por todo el recinto ofreciendo licor a todo aquel que lo pida. La verdad es que es humillante, servir a quienes te lo han quitado todo, pero si este pequeño sacrificio va a otorgarle su ansiada venganza, él está dispuesto hasta a lamerle las suelas del zapato a todos los presentes.

- Me das una copa, por favor? -un susurro a sus espaldas le hace dar un sobresalto y con suerte no tira toda la bandeja del impacto

- Sírvete tú -le reta el rubio

- Me gusta más que lo hagas tú... -contraataca Agoney con una mirada traviesa que saca de quicio al menor

Raoul resopla y le llena la bebida antes de pasársela y ver como Agoney da un largo sorbo a la copa que le deja con la boca seca.

- Camarero! -le llama un hombre trajeado al que desconoce

El rubio deja a Agoney atrás y se dispone a servir al otro hombre. El camarero aprovecha la ocasión para observar a todos sus objetivos. En la mesa de Agoney a su lado derecho, Nero, su padre, el hombre inaccesible, la razón por la que aguanta al moreno todos los días, su objetivo principal. A la izquierda del joven, su hermano pequeño, un objetivo menos importante pero cuyo exterminio es necesario. Al lado del menor, Glenda, la mayor de los Vanneti, al ser mujer y tener menos relevancia en la familia que un mono con platillos, no es un objetivo importante. Grave error por parte de la familia, Raoul ha estado investigando sobre ella y es una chica muy inteligente, si dejasen atrás el machismo inculcado por la sociedad, sería una gran rival a la que hacerle frente. Aún así, el rubio prefiere ser precavido con ella, no es un contrincante al que batir pero puede traerle problemas. Y por último, pero no menos importante, entre Glenda y Nero se encuentra el tío de los chicos. No es una pieza clave en la familia, pero debe matarlo para completar su venganza, él era otro de los hombres que asaltaron su casa cuando tenía ocho años y se niega a dejarlo irse de rositas.

- Una copa aquí!

El grito lo saca de su ensimismamiento. Se dirige hacía la mesa de la persona que lo ha llamado y le entrega una copa del licor de Roi, que como era de esperar, gusta a todos los presentes. Raoul vuelve a su análisis mental. El rubio en la vida se ha alegrado tanto de su carácter calculador como ahora, pues desde la distancia, observa como un hombre trajeado -miembro de los Orco por lo que puede deducir- saca un revólver y apunta a Nero. 

"No, ni de coña vas a robarme mi venganza por una pelea de mafiosos, desgraciado" maldice mentalmente el rubio.

Raoul, que ha crecido en la calle y maneja el mundo del hurto, se hace con la pistola del hombre que más cerca le pilla y corre hasta el cuerpo de Nero, dándole un empujón que lo tira de la silla.

- Qué demonios hac...

Se oye un disparo alertando a todos los presentes que, armados hasta los dientes sacan sus armas y se preparan para actuar. Antes de encajar la bala en lugar del jefe de los Vanneti, el rubio dispara por primera vez en su vida con el revólver que ha tomado prestado hace unos segundos, desatando el caos absoluto en su vida. Ya está hecho, ahora sí que no hay vuelta atrás. Raoul cae al suelo y se observa el hombro, donde el dolor es mayor de lo que puede soportar, la camisa blanca de camarero se tiñe de rojo en menos de lo que canta un gallo, la respiración empieza a fallarle.

Lo último que oye antes de perder el conocimiento son los gritos desgarradores de Roi desgastándole el nombre. Lo último que ve, la preocupación en el brillo de los ojos negros de Agoney.

91 DAYS (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora