Capítulo 37 - Matrimonio

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La tensión en el ambiente es tan grande que si Agoney no hubiera lanzado su chaqueta por los aires al entrar en el baño, podría sacarse la navaja que lleva escondida ahí y cortarla él mismo. Andando con pies de plomo y miedo a dar un paso en falso, Raoul -cigarrillo en mano- apoya sus palmas en la nuca contraria quedando a escasos centímetros del moreno.

- Qué quieres que haga? -el sol particular de Agoney que vive en la mirada de Raoul se siente tan intenso en sus propias carnes que es capaz de notar como se derrite el chocolate que reside en sus ojos

- Quieres que te enseñe un truco? -alza una ceja desafiante el mayor

- No, que aún no sé hacer malabares, como para meterme en otro lío -ríe Raoul contagiando al moreno

- Este te saldrá a la primera y solo tienes que hacer una cosita y luego mirar -la voz del mayor es tan inusualmente grave en él que Raoul es incapaz de negarle nada

- Y qué tengo que hacer?

Agoney sonríe. Agoney sonríe y Raoul siente que le flaquean las piernas. Siente que se va a morir. Él que nunca había tenido suerte en la vida, él que nunca había sentido, él que no creía en el amor ahora estaba con la persona más bonita del mundo cayendo en picado en la trampa mortal del amor, sin paracaídas y con muchas ganas de estrellarse.

- Es fácil, dale una calada -le pide señalando con la cabeza la mano derecha del rubio que sostiene el cigarro en sus últimas

El rubio satisface los deseos de Agoney -como si alguien se pudiera resistir a eso- y absorbe todo el humo que es capaz conteniéndolo en la boca.

- Ahora, pásame el humo con la boca -le pide con una sonrisa socarrona

Y Raoul hace todos sus esfuerzos por no tragarse el humo de la impresión. El rubio posa su mano en la nuca de Agoney y se acerca sin vacilar a la boca del contrario, quien inmediatamente separa sus labios dejándole el acceso necesario. El moreno recoge con gusto el humo que Raoul deja escapar sobre sus labios antes de separarse con mucho cuidado.

Raoul, curioso como él solo, hace un esfuerzo sobrehumano por salir del hechizo del mayor y abrir los ojos para ver el siguiente movimiento de Agoney. El moreno se limita a entreabrir ligeramente los labios y dejar escapar el humo.

- Ese era tu truco? -pregunta Raoul haciendo un puchero- que mierda

- He conseguido que me comas la boca, el truco me ha salido genial -bromea Agoney sacándole una sonrisa al rubio

- Ya sabes que no necesitas ningún truco para eso, imbécil -se sonroja Raoul que empieza a jugar con el cuello de la camisa de Agoney

- Ya bueno, pero...

Raoul no le deja seguir hablando, pues aprovechando que tiene la mano en la camisa del contrario, tira de ella y vuelve a beber de los labios adictivos de Agoney.

Si en ese mismo momento, a alguien se le ocurriera ir al baño y se encontrase con el otro ocupado, los pillaría con las manos en la masa. Si esa persona fuera un Vanneti, la tendrían clara. Ambos son conscientes de ello pero a ninguno parece importarle y es que a ojos de Agoney cualquier castigo merece la pena por unos segundos más besando a Raoul y a ojos de Raoul cualquier pena es ínfima por un solo beso más de Agoney.

- Raoul, no sé cuánto más podré aguantar -susurra Agoney en el oído del contrario cuando dejan de besarse

- Qué quieres decir?

- Que te quiero mucho y obviamente respeto tu decisión y esperaré lo que haga falta -pretende dejarle claro el moreno- pero te deseo tanto que creo que voy a explotar

91 DAYS (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora