Capítulo 31°: Especialmente así

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Especialmente así

Sospecho que el universo no es solamente mas extraño de lo que suponemos, sino mucho más de lo que podemos suponer

J. B. S. Haldane

No puedo ignorar el enojo que burbujea muy en el fondo de mi pecho por lo que ha pasado. Enojo por el odio injustificado; enojo por el miedo que me hizo sentir al ver a mi estrella caer al piso, sin poder alcanzarlo a tiempo; enojo por lo inútil que me sentí en ese momento, al quedarme petrificado, al no entender.

Pero todo pasa cuando lo tengo entre mis brazos.

Jin no ha dejado de observarme con ojos enormes y brillantes y no puedo dejar de preguntarme qué tan fuerte fue su conmoción, si debería llevarlo a un hospital de verdad, si debería pedirle perdón por no haber tomado su mano y así evitar que cayera, pero no había realmente nada que me hiciera apartarlo de mí ahora.

Vamos en el auto de mi padre, en el asiento trasero con los brazos de Jin a mi alrededor y su cabeza descansando a medias en el respaldo del asiento y mi hombro, camino a la casa en el centro donde la abuela debe estarnos esperando. Sus ojos no abandonan mi rostro, su boca parece haberse congelado en una pequeña sonrisa mientras yo juego con sus manos.

Jugar con sus manos es una manera de evitar mirar hacia adelante y ver la mirada burlona de mi padre en el retrovisor, como si de alguna manera me echara en cara: Dijiste que jamás estarías tan colgado de absolutamente nadie.

Bueno, mírame ahora.

Soy algo así como un tonto, y no me sorprendería tener el rostro y el cuello enrojecidos y las pupilas dilatadas porque mi pecho realmente se siente lleno incluso si llegar a la capital comenzó con el pie izquierdo.

Hay un gran embotellamiento, lo sé porque el auto se ha detenido desde hace un rato y mi padre ha comenzado a despotricar contra los demás conductores en voz baja -y con las ventanas arriba para que nadie lo oiga-. Está tan distraído que creo que no se da cuenta del pequeño gruñido sobresaltado que sale de mí cuando Jin, la pequeña cosa sinvergüenza, deja un beso húmedo en un punto especial justo debajo de mi oreja.

Me estremezco visiblemente y carraspeo removiéndome para intentar recomponer mi expresión: —Me gustaría saber—susurro lo más bajo que puedo — cómo es que puedes pasar de ser un manojo de nervios y duda a este individuo descarado, tú, pequeño sinvergüenza.

—Solo estoy jugando.

—¡Jugando sucio! Que sepas que dos pueden entrar en la partida —le regalo lo que, creo, es mi sonrisa más maligna al tiempo que el brazo que ha estado rodeando su cintura todo este tiempo crea un camino por su cadera hasta dejarle un pequeño pellizco allí.

—¡Hey! —grita con el rostro enrojecido para luego tapar su boca con ambas manos, impresionado por el propio volumen de su voz, mirando culpable hacia el asiento delantero donde descubro a mi padre apenas intentando morder su sonrisa y fingir una mueca de concentración.

Ruedo los ojos.

—Di lo que tengas que decir, papá —El deja escapar el aire casi con alivio, como si lo hubiese estado reteniendo todo este tiempo.

—Son adorables ¡Adorables! ¡Los odio! —y hace una mueca como si quisiera llorar por ello.

Somos dramáticos. Es una característica Min.



La casa de mi padre no es la misma que la que recuerdo: esta es más familiar, no un monstruo de varios pisos vacío y frío; esta es una pequeña estructura de un solo piso con colores vivos en las molduras que puedo jurar fueron elección de la abuela.

Ramé | K. SJ - M. YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora