Capítulo 38°: Del amor que hacemos

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Del amor que hacemos

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes. Y como yo te amo, los pinos en el viento quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada-Pablo Neruda


Me doy cuenta de que, en medio de nuestra pequeña faena, hemos tropezado por el pasillo, quedando cerca de la puerta de la habitación que está abierta. Yoongi apoya su espalda en la pared, llevando mi cintura hasta la suya para apoyarme en su cuerpo mientras intentamos en vano regular nuestras respiraciones.

Estoy luchando contra mi propia vergüenza que toma parte cuando sus manos comienzan a masajear inconscientemente mi cintura, sintiendo el calor subir por mi abdomen, mi pecho, mi cuello, mis mejillas. Mis manos, por otro lado, están hechas puños en la tela del pecho de su camisa y es donde enfoco mi vista, intentando calmarme a mí mismo y convencerme de que no hay nada por lo cual estar nervioso.

Pero me siento nervioso, solo que no quiero que él lo sepa.

—Mírame —murmura él con voz ronca y espesa, enviando más descargas eléctricas por el tono. Cuando lo hago, puedo notar el desorden de sus cabellos cenizos y sus mejillas sonrojadas, su mirada cargada de incertidumbre viajando por mi rostro —Si no estás listo para dar un paso más allá...

—Lo estoy —corto inmediatamente —S-Solo que... no sé qué se supone que haga. Quiero hacerlo, pero no sé cómo y no quiero que —miro hacia otro lado, mordiendo con fuerza mi labio —no quiero que no se sienta bien para ti por mi culpa.

Me quedo en silencio, mirando un punto fijo en la pared cuando siento sus manos dejar mi cintura para tomar mi rostro, obligándome a mirarlo. Los ojos de Yoongi son tiernos cuando se enfocan en los míos.

—Solo haz lo que se sienta bien para ti, cariño —susurra —en cuanto a mí, no te preocupes, tú solo tienes que mirarme para que yo lo sienta por todas partes —sube y baja sus cejas soltando una risita, disipando el aire incomodo entre ambos —si sirve de algo, estoy nervioso como la mierda porque solo otra persona en mi vida me ha visto totalmente desnudo y yo... bueno, me pone nervioso pensar en mostrarlo ante mi novio, ya sabes, es uno de estos tipos perfectos por donde lo mires.

—Oh... conozco a uno así —sonrío, llevando mis propias manos encima de las suyas que siguen en mi rostro y regalándole una sonrisa.

—Ah ¿Sí?

—Sí, mi novio. Es el ser humano más hermoso que conozco. Me dan ganas de llorar de lo bonito que es.

—Eres una cosa tonta, dulce y cursi.

—Y tú eres mucho peor. Eres como veneno para diabéticos.

Yoongi se ríe antes de incorporarse, tomando solo una de mis manos para conducirme hasta la habitación. Enciende la luz y lo primero que veo es el frasco de luces descansando en su mesita de noche, provocando una sonrisa melancólica en mi rostro que se desvanece tan pronto siento la presencia de Yoongi a mis espaldas, con sus manos en mi cintura y sus caderas presionándose contra la curvatura de mi trasero.

Siento su respiración en mi oído cuando comienza a dejar pequeños besos al costado de mi cuello, balanceando su cuerpo con el mío y sonriendo contra mi piel.

—Eres hermoso, tan hermoso —dice como un mantra que me nubla la visión con cada silaba, sintiendo el calor envolvernos por todas partes, en mi abdomen bajo, en mis mejillas, apresando el aire de mis pulmones.

La lengua de Yoongi acaricia el lóbulo de mi oreja, traza un camino húmedo por la piel expuesta hasta que me rodea, robando más besos de mi boca cada vez más rápidos y desesperados, despeinando mi cabello, arrugando su camisa, los zapatos en algún lugar de la habitación olvidados.

Ramé | K. SJ - M. YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora