Capítulo 46°: De aquello que debe ser

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De aquello que debe ser


La vida no es, sino, una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.

—Gabriel García Márquez.


La gravedad se siente como un peso más ligero en mi cuerpo conforme las horas van pasando y, entre caricias, charlas, un poco de té de frutos rojos y sueños, ha pasado ya un día completo desde mi regreso a la tierra.

Domingo.

Un brillante domingo para no estar en el apartamento.

La casa Jeon es impresionante. Es enorme y las ventanas reflejan el sol de la mañana. Tiene un gran jardín frontal y toda ella parece gritar sofisticación y dinero.

Esta casa no se parece a Jungkook.

Jungkook con su cabello largo y despeinado, su sonrisa infantil, su estilo relajado, sin una pizca de brillo además del de sus ojos enormes que parecen eternamente curiosos y sin reflejos artificiales provocados por accesorios excesivamente costosos como los adornos que se pueden ver desde los cristales exteriores de la casa.

Curiosamente, la casa tampoco se parece a Jeon Ji-Won, la madre de Yoongi y Jungkook que, aunque mucho más elegante que su hijo menor, posee un presencia que es, a su vez, accesible y sencilla, sin quitarle su propia belleza, un poco más opaca por los años, pero que se ha mantenido siempre igual.

Yoongi y yo estamos agarrados de manos frente a la puerta cerrada, una grande y de madera que luce pesada y oscura, con un adorno en el área superior central que parece funcional, pero que nunca había visto antes.

—Saben que venimos ¿Verdad? —pregunto bajito, ambos mirando fijamente la puerta enorme que nos hace sentir diminutos. Yoongi luce más pálido de lo normal, más serio cuando asiente despacio —¿Estás bien? Te dije que podía venir solo, Gi.

Giro mi rostro hacia él y le veo negar despacio, respirando hondo —Es solo...hace muchos años que no pongo un pie en esta casa, eso es todo. No es como si no fuese bienvenido, pero...ya entiendes.

Asiento, aunque sé que no me está mirando, y aprieto con más fuerza mis dedos alrededor de los suyos, pegando mi cuerpo un poco más a su cuerpo y sintiendo como el hombro que toca el mío parece perder tensión con el contacto.

—Bien, bien, está todo bien —canta él, notablemente nervioso y claramente no bien. Yoongi sonríe, no es una sonrisa grande ni muy real, pero es una linda sonrisa, antes de estirar su mano libre y agarrar el objeto en la puerta y levantarlo para luego dejarlo caer, provocando un sonido que se repite tres veces.

Para eso sirve entonces.

Yoongi suelta un suspiro a la vez que deja ir mis dedos para abrazar la parte posterior de mi cintura con él, apoyando su rostro en mi hombro mientras me abraza de esa manera. Mi mano, que ha quedado vacía y un poco fría, viaja por inercia hasta sus cabellos y lo siento suspirar, rodeándome entonces con su otro brazo para abrazarme por completo.

Mis dedos acarician suavemente los cabellos en la parte superior de su cabeza y él se funde en el abrazo, besando mi hombro cubierto por su camisa blanca favorita que huele a su colonia amaderada y su shampoo de uvas cuyo olor flota directamente hacia mi nariz.

—No sé cómo haré para ir a trabajar mañana —me dice, sonriendo contra mí.

—Igual a como lo haces cada mañana, Gi. Y nos veremos cuando la jornada acabe.

Ramé | K. SJ - M. YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora