Capítulo 37°: Del amor que ponemos en juego

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Del amor que ponemos en juego

Y desde entonces, soy porque tú eres, y desde entonces eres, soy y somos, y por amor seré, serás, seremos.

Pablo Neruda


Dos palabras.

Dos jodidas palabras saliendo de sus bonitos labios del color del deseo y ya mi corazón había logrado saltarse de uno a cien latidos.

Mis ojos, que hasta el momento habían estado pegados a la bóveda de cristal, se desvían con lentitud hacia su rostro y mi corazón encuentra la manera de saltarse de cien a mil latidos.

La mirada brillante de Seokjin encuentra la mía, trasmitiendo una cantidad de sentimientos que no logro atrapar con precisión, agarrando su pequeña sonrisa en el acto y soltando todo lo demás. Parece bastante orgulloso de haberme sacado de mi propia mente, sosteniendo su cuerpo sobre su costado derecho para poder observarme mejor, mientras yo, con mi espalda pegada al suelo, me siento en profunda desventaja.

—¿Qué dijiste?

—Me escuchaste —se ríe bajito —¿Por qué luces tan sorprendido al respecto? No es como si no hubiese sido muy obvio.

Mis manos comienzan a sudar en lo que mi ritmo cardiaco intenta ponerse al corriente de la situación y no matarme en el intento, lo cual, he de decir que lo lleva bastante mal. Jin parece seguir esperando una respuesta y yo parezco seguir buscando mi voz en algún lugar lejos de la pronta enajenación.

Me río, sin poderlo creer.

—¿Por qué luzco tan sorprendido? ¡Te la has pasado bromeando al respecto! Perdona a un hombre por querer conservar la poca dignidad que le queda.

—¡Estoy hablando muy en serio! —mi estrella... mi casi inocente y muy, muy, malvada y desconsiderada estrella, baja sus ojos brillantes y recrea un pequeño mohín con sus labios rellenitos antes de susurrar, muy bajo y con poca voz, lentificada y algo torpe—Yo... te deseo. De una manera diferente a pedírselo a una estrella, no es... no es esa clase de deseo. Es uno diferente que no sé cómo explicar.

Trago duro e intento calmar mi respiración, dándome la vuelta de igual manera para encararlo y tomar sus manos entre las mías, a la altura de nuestros pechos en el suelo frío.

—Cariño, mírame —él lo hace, abultando mucho más sus labios como si se estuviera conteniendo de decirme algo. Me doy cuenta de que sus ojos lucen un poco apagados, que no veo luces más allá de su brillo natural y que sus mejillas están muy sonrosadas. Me pregunto, entonces, si es debido a nuestra conversación o algo más, intentando confirmarlo, pregunto: —¿Te sientes un poco ebrio?

Jin rueda los ojos inmediatamente, riéndose sin humor y regresando su espalda al suelo, observando el techo transparente.

—Deja de hacer eso —murmura.

—¿Hacer qué?

—¿Cortarme la inspiración? siempre lo haces, siempre crees que no estoy lo suficientemente seguro —Jin extiende sus manos como si quisiera tocar las estrellas y suspira, mientras yo lo observo fijamente, con los ojos bien abiertos como si estuviese alumbrado por un haz de luz y fuese el centro del universo, acurrucando mis manos ahora vacías contra mi pecho con mi brazo izquierdo a punto de entumecerse por el frío y el peso de mi cuerpo.

—No me refería a eso...

—No, Gi, es cierto — deja caer sus manos nuevamente y yo estoy siendo demasiado cobarde como para buscarlas de regreso —siempre me pregunté cosas ¿Sabes? Nunca me molestó que cuestionaras cada cosa que decía, pero ¿Mis sentimientos? ¿Por qué cuando te dije que te quería te quedaste tan paralizado? Cuando te dije que te amaba me preguntaste cinco veces si era cierto, cada conversación que tenemos, cada cosa que hago... Me di cuenta de que, quizá, tú no temes a que yo no esté listo —suspira —sino tú.

Ramé | K. SJ - M. YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora