Capítulo 44°: Humano de nuevo

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Humano de nuevo

No hay ser humano, por cobarde que sea, que no pueda convertirse en héroe por amor.

Platón.

Hay horas que pasan de forma diferente que otras horas.

Cuento dos segundos en cada respiración profunda de Yoongi y a veces cuento solo uno porque me pierdo en los detalles de su rostro. A veces pasan tres en el revoloteo de sus pestañas cuando intenta despertar y a veces creo que no pasa ninguno, porque parece que el tiempo se detiene cuando se remueve en sueños y busca mi mano a ciegas mientras está aún dormido, como si, aunque su consciencia nadara en aguas muy lejanas a nuestro océano, siguiese despierto en él el miedo de que me haya ido.

Por eso creo que solo ha pasado una hora, pero en realidad han pasado tres.

Yoongi se ha quedado dormido sin que ninguno de los dos lo previera, como si hubiese estado con los ojos abiertos por siglos y esta fuese la primera noche que se permitiese cerrarlos. Fue solo un parpadeo, uno lento, y entonces su respiración encontró un ritmo más pacífico y no volvió a abrir sus ojos, estaba profundamente dormido con sus dedos flojamente entre los míos y dejándome con las palabras en la boca.

No hice nada más que sonreír, porque, Cielo santo, me hacía tanta falta esto.

Me hacía tanta falta él.

La mano que no está apresada entre las suyas hace su camino hasta el colgante que reposa sobre el colchón, al final de la cadena que rodea su cuello donde la luz azul brilla con intensidad, titila con decisión, y mis ojos se humedecen sin poder evitarlo, tan de repente que llega a sorprenderme cómo todo comienza a desenfocarse por la inundación.

—Casi muero —susurro en medio de la oscuridad de la habitación, aguantando el sollozo que he contenido por mucho tiempo en mi pecho, por fin permitiéndole al miedo hacer mella, desquitarse y luego desaparecer con la vista del rostro de la persona que amo frente a mí, otorgándome la paz que no sabía que había estado buscando con tanta desesperación —de verdad espero que esta luz en tu cuello no me haya delatado... que pienses que no sufrí —suspiro —no podría vivir con la culpa.

Trago duro, esperando que Yoongi jamás pregunte por las cicatrices que aún conserva mi piel allí donde la luz me desgarró desde dentro. Y me permito sonreír, porque a una parte de mí le gustan mis cicatrices, algunas más pequeñas que otras, que me muestran donde dolió, pero me muestran que he sanado también.

Cierro los ojos, dejando ir el aire de mis pulmones para recuperarlo de vuelta cuando siento al viento soplar desde la ventana abierta que deja entrar la luz de los edificios aledaños, alborotando nuestros cabellos con fuerza y erizándome la piel.

Escucho un ruido minúsculo, casi insignificante que me hace levantar la cabeza de entre las almohadas. El ruido no se repite, así que regreso a la misma posición hasta que 5,63 segundos después, aparece de nuevo, un poco más fuerte.

—¿Sigues adelante con el plan B? — Me sobresalto.

La voz viene desde el alfeizar y, cuando levanto mi cabeza de nuevo, apoyado en el marco color hueso, mi Jimin me observa con una pequeña sonrisa en su rostro, sus cabellos de plata igual a los míos y su vestimenta blanca que lo hace ver como un ángel.

Su sonrisa es cálida como la mía cuando deshago mi agarre de Yoongi, con cuidado de no despertarlo, y me levanto despacio, de nuevo acostumbrándome a la gravedad en la tierra, tambaleándome a medias, mientras me acerco a él.

—Seguiré adelante con él, hyung, sé que, si tengo a Yoongi conmigo, todo estará bien... lo lograré.

Jimin me observa un rato, solo con su sonrisa y sus ojos inexpresivos, teniendo el brillo de la luna de fondo, más opaco de lo habitual.

Ramé | K. SJ - M. YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora