SIETE

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No hubo rastro de nada.

Dormí bien y mi domingo paso más aburrido que el día anterior. Sinceramente, estaba deprimido por todo este asunto, no era como yo lo habria querido. Pasé por el cuarto de lavado, lave mi ropa interior, mi uniforme y mi overol.

Evite a toda costa encontrarme con alguno de los dos extraños chicos. Comí con Samuel y sus amigos otra vez y luego me fui a dormir temprano.

De todas maneras, el día mañana iba a empezar a trabajar en la Huerta, a partir de ahora vería a Albish toda la semana, y no estaba seguro de nuestra relación, es decir, se porto amable unos cinco minutos, y luego fue hostil.
Mi único consuelo era que Zarth era muy amable. Iba a evitar a toda costa quedarme solo con el, otra vez, esas situaciones se volvían extrañas cada vez que ocurrían.
Me acosté a dormir, una vez más, rogando que nada malo me sucediera.

Concentración.

Era una de mis obligaciones como estudiante y no tenía de otra. Participe lo más que pude para mantener mi mente ocupada y no pensar en la hora trágica del inicio de la Jornada laboral. Cómo sea, era inevitable.
Tenía un buen amigo, eso debía reconocerlo por que estaba ahí en nuestro sitio cada salida al almuerzo, hacía agradable el momento, y por un lado, me podía relajar hablando con Samuel.

—Zarth dice que no hay tantas cosas que hacer en la Huerta —me dijo—. Eso es bueno, ¿o malo?

—Es bueno por qué será sencillo. Es malo por que será demasiado aburrido —respondí.

—Al menos será sencillo y aburrido, y no aburrido y muy muy pesado —se comió su pastelillo de un mordisco.

—Tienes razón.

Si claro, era la mejor parte porque no quería pensar en como iban a hacer las cosas a partir de hoy. No se por qué decidió elegir me para trabajar con el, ¿por qué lo hizo?

Fui a ponerme mi overol limpio. Pasé por un sándwich de camino a la casa de la Huerta. Al adentrarme al interior de la pequeña casita, estaba vacía, Zarth entró casi detrás de mí.

— ¡Hola! —me saludo—. ¿Qué tal te va?

—Hola, buenas tardes. Muy bien, gracias. ¿Y tu que tal? —le pregunte.

Zarth me mostró las tares que eran casi cotidianas. O que a veces debían hacerse. Por ejemplo, cuidar que la maleza no se acercara a los sembradíos. El ciclo del riego, tanto en la Arboleda y los cultivos.

La maleza que creía por los alrededores y que los chicos de la Jardinería no se encargaban, eran cosas simples en sí.
Pasó más de la mitad de tiempo de la jornada cuando termine de quitar la maleza en crecimiento.

Me senté en una de las mesas de la casa.

Zarth estaba a mi lado leyendo algunas hojas de un potente plaguicida. Albish estaba en la mesa de enfrente, también leía una hojas, pero, sus ojos se movían de vez en cuando para echarme una mirada.

—Pues va a funcionar —dejo salir Zarth luego de un rato—. Es preferible matar una planta a que la plaga las mate a todas.

Zarth se movió hasta donde Albish se encontraba, tomó uno de los preparados. Me puse de pie y fui detrás de Zarth para no quedarme solo con Albish.

Cuando terminó de aplicarlo, regresamos a la casa. Albish estaba cerca de la entrada y me miró desde que puse un pie dentro. Me recargue en el muro más cercano y baje la mirada, miré en otra dirección.

Mi primer día no iba tan mal como lo pensaba, a menos que las cosas se volvieran extrañar justo ahora, pero mantenerme cerca de Zarth agilizaba el asunto.
Zarth me puso sacarle filo a las tijeras que tenía arruinadas en la estantería. Me puse a hacerlo y me concentre lo más que pude, cuando terminé, llevé las cosas a su lugar.

—Humm. Ya he terminado —dije.

—Jonathan —Albish me hablo. Me volví hacia él y me estremecí al ver sus ojos—. ¿Puedes lavar aquellas palas?

Asentí sin responder nada. Fui a por las palas recargadas en el muro y me las llevé a la parte trasera de la casa, donde estaban las llaves del agua.

Ya había oscurecido en ese momento. Lave las palas con el agua, y luego las dejé un momento a que se secaran.

Lleve de regreso las palas en dos viajes.

—Terminé, Albish —le dije. Me tembló la voz.

—Jonathan, podrías llamarme Alby —me dijo. Fruncí el ceño algo confundido. No respondí nada, pero, Zarth si lo hizo.

—¡Que bien! Parece que ya le caes bien al jefe —dejo salir con una carcajada.

Las mejillas de Albish se llenaron de sangre, ruborizándose y la cara se le puso roja. Se volvió a otro lado para que no lo siguiera viendo.

—Es tu primer día y ya lo has ganado, felicidades —continuó.

Sonreí confundido. Pero era divertido verlo sonrojarse. La risa de Zarth era contagiante.

No pasó mucho tiempo para que la campana sonará.
Ya no me importaba esperar a que los chicos salieran de las regaderas, me metí entre ellos y al terminar me fui a la cama.

Alby. ¿A que se refería con eso? Zarth dijo que ya le caía bien, no se si era algún código, o llamarlo así significaba algo en particular. Al menos no había ocurrido nada extraño el día de hoy aparte de eso, deseaba con todo mi ser que el resto de los días fueran así, quería pensar que serían así por que era la única forma de que quisiera continuar aquí.

EL CHICO MISTERIOSO© #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora